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  • Paradas ruteras. Se cansó de la ciudad y abrió un restaurante en un pueblo escénico: el plato estrella es un postre

    » La Nacion

    Fecha: 01/05/2024 01:30

    >LA NACION>Sociedad Información basada en hechos y verificada de primera mano por el cronista, o reportada y verificada por fuentes expertas. Noticia Original La Ramada está a un costado de la ruta 149, bajo una alameda y con vista a las altas cumbres de la Cordillera de los Andes Exclusivo suscriptores Leandro Vesco LA NACION Escuchar BARREAL, SAN JUAN.– “Barreal es el pueblo más lindo del mundo”, dice con orgullo Agustina Choves, desde su restaurante La Ramada, a un costado de la escénica ruta 149 al sur de San Juan. Desde su privilegiada posición observa en lontananza a la cordillera de los Andes con sus altas cumbres nevadas que contrastan con las hojas doradas de los álamos. Las bodegas de altura y las casas de adobe decoran el camino. Una larga fila de autos se concentra en el comedor. “Lo primero que les digo es que acá sobra tiempo, no hay apuros”, dice Choves. El menú está a la vista, un pizarrón lo comunica con sencillez. Vinos locales, pastas caseras y carnes, se destaca la entraña a la chapa. “No uso nada que no sea de nuestra tierra”, sostiene Choves. “Es uno de los secretos”, afirma y lo defiende. Agustina Choves y su restaurante Hernan Zenteno - La Nacion El salón es pequeño y acogedor, se oyen lenguas de países lejanos, pero también la musical tonada sanjuanina. En la vereda, frente a la ruta están las mesas de los que quieren disfrutan del sol de esta tierra que lo tiene gran parte de los días del año. La Ramada tiene otro secreto: el postre Calingasta. “Tenemos suerte de haber nacido en esta tierra y que nos de tantos productos”, afirma Choves. En Barreal se ven muy pocas verdulerías, no hacen falta. En el patio de las casas, a ambos costados de la ruta y en las veredas se puede ver la hacendosa fertilidad: manzanos, duraznos, nogales, perales, vides, huertas donde brillan tomates que encandilan y representan un orgullo: “No vas a comer más ricos en ninguna parte del país”, confiesa Choves. El postre Calingasta Hernan Zenteno - La Nacion El Postre Calingasta resume el trabajo, ideas y aromas de la tierra calingastina. Es un cheescake de quinoa, con queso de cabra, miel, membrillo en almíbar y nueces. Muchos solo paran para probarlo y de excusa ensayan el almuerzo. “Es mi manera de contar la historia de mi pueblo”, dice Choves. La cocina tiene un papel muy importante en la vida de los sanjuaninos. “Nos gusta cocinar, pero más recibir”, cuenta. La calle principal de Barreal es a la vez la ruta 149 Hernan Zenteno - La Nacion La calle principal de Barreal es a la vez la ruta 149, ubicada en el valle de Calingasta entre la precordillera y la Cordillera de Ansilta (los Andes) con siete grandes picos en el que se destaca el Mercedario de 6750 metros. Desde el Mirador del Cóndor Andino es posible ver este dentado horizonte que a lo lejos deja ver, omnipresente, el Aconcagua, el techo de América. Fresco y correntoso, el río de los Patos arrulla con su paso una postal idílica. Del lado de la Cordillera bajan gauchos a caballo para el pueblo, atravesando el río. Estos animales, autos y bicicletas conviven en armonía en las calles. El pueblo se desarrolla sobre la ruta, y no en damero; en este sugerente desorden, se ven fincas, bodegas y esquinas centenarias. La plaza principal se disimula entre la arboleda, algunos comercios ofrecen semitas (pan con chicharrón), herramientas y una estación de servicio es también un restaurante y punto de encuentro. Son alrededor de 7 kilómetros en los cuales se extiende el pueblo y no es como todos que tienen un centro cívico y comercial. Barreal existe a lo largo, como si todos se acomodaran para ver la Cordillera. La calle más visitada Pintoresca, florida y siempre colorida, una calle atrae a los visitantes. “La calle de los Enamorados” corre paralela a la ruta, es de tierra y arbolada. Es uno de los puntos más visitados. Las parejas suelen caminarla de la mano y el mito cuenta que quienes lo hacen así suelen permanecer enamorados por siempre. La campiña perfuma el aire, principalmente por la jarilla, un arbusto silvestre que florece con pequeñas flores amarillas y que tiene un aroma dulzón. Muchos lo usan para aromatizar el asado, usando algunas ramas sobre las brasas. “La calle de los Enamorados”, que corre paralela a la ruta, es de tierra y arbolada Hernan Zenteno - La Nacion “No hacemos empanadas porque hay señoras que las hacen y muy bien”, dice Choves. Cocinera por naturaleza, entiende que hay platos que tienen rango litúrgico. Son aromas ecuménicos. “Pasteles y empanadas”, los pizarrones se ven en las veredas y en casas particulares, aquí solo se trata de tocar timbre y encargar una docena. Son las doñas que las hacen. Caso peculiar el de San Juan: los pasteles son empanadas fritas, de cebolla y carne (saladas), y las empanadas las llaman a las que cocinan en horno de barro. La Ramada es un sueño familiar entre alamedas. El padre de Agustina siempre estuvo ligado a la gastronomía en San Juan capital y trabajaba además en las temporadas en Necochea. “Se cansó de la vida en la ciudad”, manifiesta Choves. Decidió ir al lugar más tranquilo, Barreal, y abrir el restaurante en 2008. Pronto atrajo la atención de los viajeros; en 2019 se sumó Agustina. “Siempre me gustó cocinar, es un lugar donde puedo crear”, sostiene. El menú es obra suya, con productos que puede conseguir a pocos metros. Carne, verduras y vino, fuertes del restaurante Hernan Zenteno - La Nacion “Acá la idea es que puedas volver a sentir que comiste en una casa”, enfatiza Choves. No tiene interés de crear platos sofisticados ni llamados “gourmet”, su búsqueda está en recuperar métodos de cocción y aromas de las cocinas de las casas del pueblo. Su enfoque se dirige en el conocimiento de las que más saben: las abuelas, aquellas mujeres que han cocinado toda su vida con los mismos productos que ella revaloriza. “El secreto siempre estuvo en volver a las comidas que nos hacían nuestras abuelas”, asegura Choves. “Somos una parada rutera que tiene el mejor cielo del mundo”, resume Choves su proyecto, destacando uno de los más importantes atractivos de Barreal. Siguiendo la ruta 149, treinta kilómetros al sur está La Pampa o el Barreal del Leoncito, y que da nombre al pueblo. Se trata de una planicie seca y agrietada de 12 kilómetros de largo por 5 de ancho, el fondo de una antigua laguna a los pies de la cordillera que tiene vientos constantes con algunas ráfagas que algunas veces superan los 120 kilómetros por hora. Se practica carrovelismo. Esta zona de San Juan es un paraíso para los astrónomos y el astroturismo Hernan Zenteno - La Nacion La sequedad del ambiente, los valles, las mesetas, los cordones andinos, las quebradas y el zonda que barre todo a su paso logran que gran parte de las noches sean estrelladas y los días soleados. El cielo de Barreal es considerado de los más diáfanos del mundo y frente a la Pampa del Leoncito se halla el complejo astronómico del mismo nombre, paraíso para los astrónomos y el astroturismo. La toponimia se origina en una antigua estancia donde aseguran los baqueanos se hospedó José de San Martín antes de emprender su épico cruce para liberar Chile. “Siento mucho orgullo por seguir los pasos de mis padres”, dice Choves. Inquieta, se la ve en la cocina, en el salón y hablando con todos los que llegan. A todos les cuenta las bondades de su tierra, la carne, los vinos y el cielo. “Acá todos tenemos las puertas abiertas, vivimos muy tranquilos”, agrega. No pasa un día sin salir a ver la Cordillera de los Andes. “Me da fuerzas”, cuenta. “No te podés ir de Barreal sin probar una pachata”, dice Choves. Hace referencia al sándwich que identifica a San Juan, se trata de un pan especial (lleva ese nombre) chato y rectangular que se usa para hacer un lomito con jamón, tomate, lechuga y huevo frito.

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