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  • El Teatro de la Alegría, del apogeo al primer caso de censura artística

    » La Nacion

    Fecha: 30/04/2024 00:18

    >LA NACION>Revista Lugares Información basada en hechos y verificada de primera mano por el cronista, o reportada y verificada por fuentes expertas. Noticia Original Fue una importante sala, donde se presentaban obras populares y zarzuelas; marcó algunos hitos y vivió notables episodios; uno de ellos: en su escenario se estrenó El sombrero de don Adolfo, pero las autoridades la censuraron y luego la prohibieron Exclusivo suscriptores Escuchar No hay placa que lo recuerde. En Chacabuco 151, entre Victoria y Potosí (Hipólito Yrigoyen y Alsina de la nomenclatura actual), funcionó, entre 1870 y 1885, el Teatro de la Alegría. Aviso de la compañía de Juanito Berenguer, que también integraba Jordán, el fundador del Alegría. H. Stein, El Mosquito Distinguido, atractivo, de buen gusto y bien ubicado, se construyó en el terreno de don Ramón Berraondo a instancias del actor español Vicente Jordán, quienes formaron una sociedad. Tiempo después, Jordán fue reemplazado por el empresario Juanito Berenguer. En lo edilicio, bajo un triángulo que coronaba el edificio con una estatua de Euterpe (la musa de la música), tenía tres grandes ventanales en su primer piso con balcones y tres puertas de ingreso y egreso. En el interior, la decoración y los ornamentos eran sencillos y con cierta distinción. Las entradas para palcos, tertulia, cazuela, paraíso y platea podían pagarse por abonos con un descuento del 20 por ciento. Con una capacidad para 900 espectadores y a sala llena, se inauguró el 23 de mayo de 1870 con el estreno en el país de la obra en tres actos titulada Marina, del español Emilio Arrieta, que ya había sido un éxito en Madrid. Según otros autores, la primera puesta habría sido el texto A la una, a las dos y a las tres, del escritor Nicolás Granada. La española Rita Carbajo y el italiano Ernesto Rossi brillaron en el escenario en 1871. Diario Correo del Domingo Comenzó todo muy bien: tanto, que el diario La Prensa comentó en un enfático y empalagoso artículo: “El Teatro de la Alegría es el chiche de moda. El mundo elegante está de cita en el Alegría. Me han dicho que bastantes diputados y senadores de la Provincia han tomado temporada. Anoche estaba el teatro de bote a bote. No cabía un alfiler, como se dice vulgarmente”. Y cerraba con descuidado estilo poético: “Ir a la Alegría es gozar, lo demás es cuento. Yo soy quien lo digo y no miento. ¡Qué musa la mía! ¡Y qué teatro La Alegría!”. Un aspecto insólito en la relación de la sala con los espectadores fue la entrega durante los entreactos de una medalla de bronce de unos 3 cm de diámetro con la inscripción “Teatro de la Alegría” y, en el anverso, “Entrada - no es transmisible”. Supuestamente era como un pase para poder salir y reingresar sin problemas (hoy sería con cintitas en la muñeca). Sin dudas, fue algo absurdo por lo anónimo de la pieza de control, nada impedía que la ficha se entregara a otra persona. Anverso y reverso de la ficha que se les entregaba a los espectadores para entrar y salir. Aquí se aclamó a una larga lista de artistas –sobre todo españoles e italianos– prestigiosos, como la brillante creadora del género cómico dramático Rita Carbajo y el trágico italiano Ernesto Rossi, quien fue recibido con ovaciones en el antiguo muelle de pasajeros en 1871 y eligió debutar en el Alegría. También se presentaron en este anfiteatro figuras como Adelaida Ristorti o Carolina Civili Palau. Asimismo, disfrutaron este espacio los habitués de los bailes de máscaras que se armaban en Navidad y carnaval, los cuales empezaban a las once de la noche y terminaban a las cuatro de la madrugada, con entrada gratuita para señoras y señoritas. También brillaban los bailes que organizaban particulares o asociaciones, como las de afrodescendientes. Inmigrantes, zarzuela, fiebre amarilla y una huelga Así empezó el apogeo teatral con una programación donde primaban las compañías españolas o italianas itinerantes con comedias, conciertos, variedades y, por supuesto, zarzuelas. Una lógica repercusión cultural en una nación que empezó su europeización por la inmigración. En esa fecha el país tenía 1,8 millones de habitantes de los cuales cerca de 170.000 (casi un 10%) eran extranjeros de países no limítrofes, como lo certificó en 1869 el Primer Censo de la Argentina. Ver las cifras de nacionalidades ayuda a entender las preferencias de diversión a la hora de pensar en las tertulias para el ocio y el entretenimiento. De tal modo, en los escenarios porteños se notó la preeminencia de artistas populares venidos de Italia, España y Francia. "Marina" fue la obra de Emilio Arrieta, con la que se estrenó el Teatro de la Alegría el 23 de mayo de 1870. Vale recordar que en 1857 empezó a funcionar el primer Teatro Colón frente a la Plaza de Mayo, que también brillaba por sus artistas. La diferencia es que a este coliseo concurría la aristocracia con sus modas y sus joyas. Aspectos personales que luego eran el plato preferido del chismerío entre las clases más acomodadas o con mayor estirpe. En cambio, otras manifestaciones artísticas o géneros menores solían convocar a sectores más humildes. La programación ofrecía variedades, pantomimas, ilusionistas, payasos u óperas bufas. Y la zarzuela, por combinar partes actuadas y cantadas o recitadas e instrumentales típicas de la cultura hispana e incluso los regionalismos, resultaron fundamentales… en una época en que florecía el tango y comenzaba el sainete criollo. Todo este programa resultaba muy atractivo. El Teatro Avenida, sobre Avenida de Mayo, fue el continuador de las zarzuelas, y aún sigue vigente. Hugo Mouján Hablando de la zarzuela, el paradigma continuador del camino que marcó el Alegría fue la trayectoria del Teatro Avenida en la emblemática, casi madrileña, Avenida de Mayo. Abrió sus puertas pocos después de la inauguración del nuevo Colón en 1908. Las presentaciones se interrumpieron recién en 1979 por un terrible incendio cuando estaban a punto de estrenar El diluvio que viene. Sin embargo, fue recuperado y tras algunas pausas (pandemia mediante) sigue entusiasmando a sus concurrentes. El gran trágico italiano Rossi, en su versión de Otelo. Periódico Correo del Domingo Lógicamente, como todos los sitios de entretenimiento público, el Teatro de la Alegría permaneció cerrado durante la epidemia de fiebre amarilla de 1871, donde previamente en los comienzos del flagelo se hacían funciones para juntar fondos para los damnificados. Luego recuperó su público de manera creciente y los empresarios tuvieron que habilitar funciones en horas de la tarde “sabiendo que hay infinidad de familias que no pueden asistir a las funciones por la noche”, dijeron. Hecho histórico al margen de lo artístico, en agosto de 1878 congregó a los obreros tipógrafos en sus butacas para decidir la primera huelga de la Argentina para el 2 de septiembre. La Unión Tipográfica reclamaba un aumento de salarios y la reducción de la jornada de trabajo a 12 horas en verano y 10 en invierno. El hecho sorprendió a los empleadores y aceptaron las exigencias. Anuncio de función extraordinaria en el Alegría. El Mosquito El debut de la censura teatral y el adiós Un capítulo trascendente del juego de la política y lo artístico y cómo se dio el primer caso de censura cultural en Buenos Aires aconteció en el Teatro de la Alegría con el estreno de El sombrero de Don Adolfo, de Casimiro Prieto Valdés, en julio de 1875, antes de unos cruciales comicios. El clima se enrareció cuando se anunció el estreno de este sainete cómico. Las escenas mostraban como Don Adolfo (Alsina) y Don Nicolás (Avellaneda) resultaban pretendientes de Patricia (la Presidencia); mientras que Don Domingo (Sarmiento) respaldaba al segundo en perjuicio del primero. Don Nicolás resulta ganador y se lleva la dama. Caricatura de la obra El sombrero de Don Adolfo, que fue censurada. El Mosquito Cuando la municipalidad se enteró, pidió el libreto al empresario, lo analizó y permitió la representación siempre y cuando se cambiaran los nombres propios. Se aceptó la “recomendación”, pero fue tal el parecido y caracterización de los actores con los políticos referidos que la comuna prohibió la representación, a la par que la policía arrestaba al autor y a los actores. El litigio llevó a un extenso pleito que llegó hasta la Corte Suprema. “¡Recorcho! ¿Tengo yo acaso la culpa de parecerme tanto a ese gran hombre?”, declaró el sosía de Sarmiento. Según algunos estudiosos, la obra no tenía demasiados méritos teatrales. Elocuente resulta la caricatura del periódico El Mosquito sobre El sombrero de Don Adolfo, donde los personajes (Adolfo, Nicolás y Domingo) resultan de modo indudable imágenes de los políticos, a quienes se ilustra llamando a Patricia (la Presidencia o la Patria). En la edición 575, de 1909, la revista Caras y Caretas le dedicó 5 páginas al Teatro de la Alegría, justo antes de que fuera demolido para construir allí la nueva sede de la redacción de la revista. Al margen de este suceso político, tras un período de decadencia por falta de público quedó inactivo. Ya en el siglo XX, el solar fue adquirido por la Revista Caras y Caretas, que demolió el teatro, y en 1910 mudó su redacción a un coqueto edificio proyectado por Lanús y Hary, construido por Bonneu, Ibero, Parodi y Figini, que aún está en pie. El frente de Chacabuco 151, donde actualmente funciona el Ministerio Público Fiscal. Fue sede de la redacción de Caras y Caretas. Hugo Mouján Fue uno más de los teatros que Buenos Aires ha visto desaparecer a lo largo de su historia. No obstante, algunos dejaron su sello imborrable a pesar de que no sean reconocidos y su recuerdo sólo ocupe algún párrafo en algún libro de historia. Cuando cerró sus puertas, el 12 de julio de 1885, la recaudación de esta última función con dos comedias, Amor de madre y Dimes y diretes, fue destinada a un asilo de mendigos. Ese día, el Teatro de la Alegría dejó de serlo.

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