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  • La maldición de Juncker y la ilusión monetaria

    » Clarin

    Fecha: 29/04/2024 18:08

    Oyéndolo al presidente Milei, incluyendo la última cadena nacional donde elogia el importante logro de un trimestre con superávit fiscal, me vinieron a la mente dos temas. Uno es la “maldición de Juncker,” por Jean-Claude Juncker, ex presidente de la Comisión Europea, quien confrontado con decisiones económicas difíciles políticamente dijo: “Todos sabemos lo que hay que hacer; lo que no sabemos es cómo ser reelegidos una vez que lo hicimos”. Desde 2015 he estado insistiendo que desarmar el problema fiscal, cambiario y monetario que armó Cristina Fernández cuando decidió “ir por todo” requería de un candidato que dijera que no iba a buscar la reelección y que estuviera dispuesto a cargar con los costos políticos de ordenar la macroeconomía. Era una manera de soslayar la “maldición de Juncker”. En el discurso de apertura del Congreso, Milei también planteó cómo evitar la maldición, al decir que “El déficit fiscal y la lucha contra la alta presión fiscal son para nosotros la madre de todas las batallas…” y que “nosotros no tomamos decisiones pensando en nuestra carrera política… a diferencia de algunos de ustedes, que están pensando en su próxima elección…” Hasta acá, muy bien: existe la decisión política de resolver el déficit fiscal como un tema central de la economía argentina (de paso, la reciente asamblea del FMI y el Banco Mundial ha mostrado que es un problema mundial, resultado de la crisis financiera de 2008-2009 y la pandemia en 2020; tema para otro momento). Pero el ordenamiento macroeconómico requiere no solamente voluntad política sino también un buen diseño técnico. Y acá hay más cosas que discutir como hemos planteado en un documento con Federico Poli. En estas páginas ya había mencionado el debate de los 1970s, 1980s y 1990s sobre la idea de “ajuste con crecimiento” frente a las crisis globales de esos años: el tema era bajar el exceso de demanda agregada (usualmente centrada en un gasto público descontrolado) sin deprimir la producción y el empleo en un círculo vicioso que se realimenta, haciendo caer la recaudación impositiva e impidiendo eliminar el déficit fiscal. La manera de evitar una recesión dramática por el ajuste fiscal y retomar el crecimiento rápidamente requería activar otros componentes de la demanda agregada: aumentar las exportaciones; no cortar la inversión pública y generar las condiciones para retomar la inversión privada; y tratar de mantener el consumo de los más pobres. Todo esto es muy conocido por quienes seguimos estos temas. Sin embargo, algunas de las medidas actuales no parecen ir en la dirección virtuosa, sino que están alimentando una profunda recesión. Se ha cortado la inversión pública, y el conflicto mediático que Milei parece considerar necesario para sostener su apoyo político, es un elemento de incertidumbre que deprime la inversión privada. Y ni qué hablar del impacto negativo de la recesión. La apelación en su discurso de Bariloche a la fe de los empresarios y que apliquen una parte de su anatomía y empiecen a invertir, además de no reflejar lo que dice Éxodo 14: 21-22 (Moisés abrió las aguas y después pasó el pueblo judío; no les pidió que antes se tiraran al agua para probar su fe), me hizo acordar demasiado a “les hablé con el corazón y me respondieron con el bolsillo.” El segundo tema es la “ilusión monetaria” (la confusión entre el valor nominal de la moneda y su capacidad real de compra cuando se ajusta por inflación) analizada por Irving Fisher, Milton Friedman, y otros. Esto se relaciona con un esquema cambiario inadecuado desde el origen que afecta a las exportaciones, por el lado de la demanda agregada, y a las importaciones necesarias para sostener la oferta agregada. Si no se quiere tener una devaluación brusca, lo primero que hay que hacer es NO fijar arbitrariamente el tipo de cambio nominal (TCN), ya que desestabiliza enormemente el tipo de cambio “real” (TCR: es decir ajustado por la inflación). En su discurso de Bariloche, Milei argumentó “que el análisis ese del tipo de cambio real… es una pelotudez (sic) ... ¿La pregunta es cuál es el año de referencia? … No, eso no lo explican.” Supongo que Milei no sufre de “ilusión monetaria” (sería un pecado mortal económico para Milton Friedman) sino que su problema es cómo definir el año base: pero hay maneras para hacer el análisis de los niveles del TCR que facilitan el crecimiento sin fijar años-base arbitrarios (cito varios estudios en mi libro de macroeconomía, incluyendo a Levy-Yeyati y Sturzenegger del 2007). Milei también agrega “hay momentos donde el tipo de cambio real queda muy depreciado y hay momentos que queda muy apreciado”. Ese es precisamente el problema: la enorme volatilidad del TCR (la variable relevante si no se tiene “ilusión monetaria”) por querer fijar artificialmente el TCN, lo que, unido a todo el ruido político innecesario y los controles cambiarios para sostener TCN inconsistentes, aumentan la incertidumbre, deprimen la inversión y las exportaciones, y complican las importaciones necesarias para sostener la actividad económica.

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