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  • El Holocausto como justificación y naturalización de otros genocidios

    Concordia » Diario Junio

    Fecha: 29/04/2024 16:31

    Toda esta introducción es para facilitar la comprensión de un acto del 10 de marzo en Hollywood cuando se premió a la película «La Zona de Interés», inspirada en la historia de Rudolf Höss, el Comandante del campo de concentración de Auschwitz. La película en sí sigue la vida idílica familiar de Höss con su esposa e hijos, que se desarrolla en una casa señorial con jardín adyacente al campo de concentración, por la cual recibió una estatuilla dorada por ser catalogada como la mejor Película Internacional. Es tradición en la ceremonia de los Oscar que, por lo menos, un discurso político atraviese el velo de la autocelebración y que en este caso el discurso del Director Jonathan Glazer, casi detuvo el tiempo, y su significado será analizado durante años. Glazer describió a sus personajes, no como «monstruos», sino como «horrores irreflexivos, burgueses y ambiciosos», personas capaces de convertir el mal en ruido de fondo. Tanto Steven Spielberg, director de «La Lista de Schindler», como Alfonso Cuarón, director de la premiada «Roma», coinciden en que La Lista de Schindler representó un momento de unidad para la comunidad judía; «La Zona de Interés» llega en un momento diferente. Es que estos conflictos sobre el universalismo, el excepcionalismo y la comparación del trauma están en el centro de la acusación de genocidio por parte de Sudáfrica contra Israel ante la Corte Internacional de Justicia, acusación apoyada por la mayor parte del Sur Global, y están desgarrando a la comunidad judía mundial. El Director Glazer tomó partido con decisión en cada una de las disputas: «Todas nuestras decisiones fueron tomadas para reflexionar y confrontar el presente y no para decir ‘mira lo que hicieron entonces’, sino ‘mira lo que hacemos ahora'», descartando la idea de que comparar los horrores de hoy con los crímenes nazis significa en sí mismo minimizar el Holocausto». Y no dejó dudas que era su intención trazar una continuidad entre el monstruoso pasado y nuestro monstruoso presente, concluyó Glazer. Pero también afirmó: «Estamos aquí como hombres que se niegan a permitir que sus identidades judías y el Holocausto sean manipulados por una ocupación que ha arrastrado al conflicto a tantas personas inocentes, tanto las víctimas del 7 de octubre como las del ataque continuo en Gaza». O sea que para el director de cine, no es ético que Israel utilice el trauma del Holocausto como cobertura de los crímenes cometidos por el régimen israelí. Igualmente significativo es lo que ocurrió después de su discurso. Tan pronto lo terminó, dedicando el Premio a Aleksandra Koodziejcyk, una mujer polaca que llevaba comida en secreto a los prisioneros de Auschwitz y que luchó contra los nazis en las filas del ejército polaco, aparecieron en escena los actores Ryan Gosling y Emily Blunt, refiriéndose a las vidas de esa familia que no ignoran que más allá de su patio trasero está funcionando una máquina de muerte a escala industrial. Simplemente aprendieron y naturalizaron una vida plena en el contexto del genocidio. Este es el aspecto fundamental de la película de Glazer que parece más contemporáneo y que después de cinco meses de bombardeos diarios en Gaza, con Israel ignorando las órdenes de la Corte Internacional de Justicia, el genocidio vuelve a convertirse en una naturalización como ruido de fondo. Recordemos que el nazi Rudolf Höss, en el juicio que se realizó ante el Tribunal Supremo Nacional en Polonia en 1947, fue condenado y ahorcado. Glazer enfatizó que el tema de su película no es el Holocausto, sino algo más duradero y omnipresente: la capacidad humana de vivir con atrocidades, de hacer las paces con ellas y de beneficiarse de ellas. En su estreno en la sala que saludaron «La Zona de Interés», con seis minutos de aplausos, probablemente se sintieron seguros de aceptar el desafío de Glazer. Es que probablemente muchos hayan reflexionado sobre lo tanto que nos acostumbramos a ver nuevos barcos llenos de personas, sobre esa tumba a cielo abierto, que fueron abandonadas a morir ahogadas en el Mediterráneo, por ejemplo. Glazer quería que su película provocara este tipo de pensamientos «incómodos». Sin embargo, desde que llegó a los cines, nos ha conmovido mucho más el desafío con el que el Director invitaba a los espectadores a contemplar el Rudolf Höss que llevamos adentro. Es tan sensible el mensaje de banalidad del mal, que en una escena de la película, llega a la casa de los Höss un paquete con ropa y ropa interior de mujer robada a los internos del «campo». La esposa del Comandante, Hedwig (interpretada por la actriz Sandra Huller), decide que todos, incluidas las criadas, puedan elegir una prenda. Ella se guarda un abrigo de piel e incluso prueba el lápiz labial que encuentra en un bolsillo. Es esta «intimidad» con los muertos lo que resulta escalofriante. Hay tantos ecos en la obra de Glazer, que hasta parece un documental. Tan impactante ha sido su presentación, que muchos al verla no pudieron pensar otra cosa que relacionarla con Gaza. Es cierto que no hay dos genocidios idénticos. pero la verdadera razón por la que la construcción del derecho Internacional Humanitario fue precisamente para darnos las herramientas para reconocer ciertos elementos distintivos. Y en algunos de ellos en el mundo, como el Muro, el gueto, las matanzas en masa, la intención de exterminio, la humillación y la deshumanización se están repitiendo a menudo. Y de la misma manera así es que el genocidio se convierte en un «trasfondo», así es que como aquellos de nosotros que estamos un poco más lejos de esos muros podemos bloquear las imágenes, apagar los gritos y simplemente seguir «adelante». Ahora bien: dicho esto, ¿qué podemos hacer como humanidad para detener la normalización? Muchos están ofreciendo con protestas, sobre todo en las capitales del Occidente hipócrita, con desobediencia civil, o juntando dinero para mandar convoyes con ayuda a Gaza, pero claro no es suficiente y el tiempo apremia. En la entrega de los Oscar, Glazer fue el único que se animó a hablar sobre el tema Gaza, y recordó que habían pasado dos semanas desde que Aaron Bushneil, un soldado de 25 años de la Fuerza aérea de EEUU, se prendió fuego frente a la Embajada de Israel, en Washington. Nadie desea que haya otros Aaron como forma de protesta. Pero conviene meditar sobre la afirmación que dejó Bushneil: «Mucho de nosotros nos preguntamos de qué haríamos si viviera durante la esclavitud o durante el apartheid? ¿Qué haría yo si estuviera cometiendo un genocidio»? ¿Acaso hemos llegado a un límite a la capacidad de asombro y de deshumanización en la historia de la condición humana? Nosotros con la dictadura y con 30.000 asesinados y desaparecidos, hemos recibido ya el bautismo de fuego acaso, para endurecer nuestras conciencias y no elevar la voz para proclamar al mundo que además de las guerras mundiales, existen otros conflictos regionales con los mismos síntomas de horror y degradación humana? ¿Es que será necesario desaparecer como especie para comenzar en otra galaxia este experimento llamado Homo sapiens? Nota: este artículo se lo dedico a la memoria del Dr. Víctor Opel, que me distinguió con su presencia en mi programa de TV, cuya grabación lo llevó a otras provincias en su campaña por encontrar la paz a través de la verdad de la Historia.

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