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  • El demonio de Yorkshire. El enterrador que decía escuchar voces que le impusieron la misión divina de exterminar prostitutas

    » La Nacion

    Fecha: 29/04/2024 00:25

    “No soy un criminal común”, murmuró el asesino serial Peter Sutcliffe, acusado de asesinar a 13 mujeres y de agredir gravemente a otras siete en el norte del Reino Unido a fines de la década del 70; alegó insanía, lo condenaron a veinte cadenas perpetuas y murió en un hospital por la pandemia de Covid Exclusivo suscriptores Camila Súnico Ainchil Escuchar Entre 1975 y 1980, el norte de Inglaterra fue sacudido por una serie de homicidios brutales. Durante este período, Peter Sutcliffe perpetró ataques de violencia inusitada que sembraron el terror entre las mujeres jóvenes de Yorkshire. Los crímenes del “Destripador de Yorkshire” desataron el clamor de la sociedad y, en consecuencia, desencadenaron una de las mayores cacerías policiales de la historia del Reino Unido. Nacido en una familia de clase trabajadora en Bingley, West Yorkshire, el 2 de junio de 1946, la infancia de Peter William Sutcliffe estuvo marcada por la violencia y el abuso. Su padre, un hombre violento y alcohólico en esos primeros años de la posguerra, fue una figura dominante y destructiva. La relación compleja con su madre, una mujer sobreprotectora, sembró las primeras semillas de lo que sería una visión distorsionada del mundo y especialmente de las mujeres. Sutcliffe describió en numerosas ocasiones su infancia como profundamente conflictiva. “Mi padre era una presencia temible... nada de lo que hacía parecía complacerlo”, relató en una entrevista posterior a su arresto. Esta caótica dinámica familiar pareció forjar en Sutcliffe un modelo binario de pensamiento que alternaba entre santos y pecadores, protectores y provocadores, y que ponía a las mujeres en un lugar disvalioso. Esta dualidad se convirtió en un tema recurrente en sus futuros crímenes, donde muchas de sus víctimas fueron seleccionadas de entre aquellas que él consideraba parte del mundo “inmoral”, en su mayoría prostitutas, a quienes en su mente distorsionada creía castigar. Durante su adolescencia, el futuro asesino, mostró signos de comportamiento retraído y una fascinación creciente por espiar a las personas, especialmente mujeres. Dejó la escuela a los 15 años y comenzó a trabajar en una serie de empleos manuales que, lejos de ofrecerle una perspectiva de progreso personal, lo llevaron a rumiar sobre sus resentimientos y fortalecer su visión distorsionada de la sociedad y su lugar en ella. Cuando llegó casi a los 30 años, su demonio se despertó. Sonia Sutcliffe, la esposa de Peter Sutcliffe El despertar del monstruo A medida que avanzaba la década de 1970, Peter Sutcliffe, un hombre aparentemente ordinario de West Yorkshire, se transformó en uno de los criminales más temidos de Gran Bretaña. Sus primeros ataques contra mujeres y niñas en áreas residenciales marcaron el comienzo de una escalada hacia la violencia. Con el tiempo, su modus operandi evolucionó hacia actos más atroces. Comenzó a seleccionar a sus víctimas en los distritos rojos de Leeds y Bradford, donde percibía a las trabajadoras sexuales como blancos vulnerables y de fácil acceso. La justificación del criminal era delirante y perturbadora. Trabajaba como enterrador en el cementerio de Bingley, su pueblo natal. Hasta que una tarde, cuando cavaba en la tierra para depositar un ataúd, dejó caer la pala al escuchar una voz que provenía de la lápida de un polaco que había muerto hacía muchos años. La voz –diría– primero parecía suave y acogedora; no comprendía muy bien lo que le decía. Pero en cierto momento esa voz se volvió persuasiva: le hacía sugerencias, lo “invitaban” a realizar actos de justicia, incluso con violencia. Entendió que era una misión divina, que había recibido un mandato celestial para limpiar las calles de la inmoralidad. Y para cumplir lo que le exigía esa “voz de Dios” desató su demonio interno y se lanzó a cometer una serie de crímenes brutales, cada uno ejecutado con frialdad y precisión inusitadas, aterradoras. El primer asesinato documentado de Sutcliffe fue el de Wilma McCann, el 30 de octubre de 1975. Madre de cuatro hijos, Wilma fue atacada brutalmente cerca de su casa en Leeds. Él la golpeó con un martillo antes de apuñalarla repetidamente, dejando el cuerpo en un parque público. “Solo estaba haciendo algún tipo de trabajo para Dios”, mencionaría más tarde en los interrogatorios policiales. Las Víctimas de Peter Sutcliffe, apodado el "Destripador de Yorkshire" El siguiente asesinato fue el de Emily Jackson, el 20 de enero de 1976. Utilizó un destornillador como arma punzante, una modificación en su método que reflejaba una escalada de violencia y premeditación. Emily fue engañada para que saliera de su vehículo antes de ser atacada. Sutcliffe utilizó los tacos de los zapatos de la víctima para marcar su cuerpo, en un acto de deshumanización y desprecio. Irene Richardson fue otra víctima, asesinada el 5 de febrero de 1977. Fue encontrada en Roundhay Park, Leeds; para el caso había utilizado nuevamente un martillo y un cuchillo, estableciendo un patrón claro en su elección de herramientas y el método de ataque. Esto fue notoriamente evidente en el asesinato de Patricia Atkinson, el 23 de abril de 1977, en su propio apartamento en Bradford, donde las huellas de Sutcliffe fueron encontradas en la escena del crimen. El cuerpo de Josephine Whitaker, una de las víctimas de Peter Sutcliffe El asesinato de Jayne MacDonald, en junio de 1977 marcó un punto de inflexión, ya que fue la primera víctima que no era prostituta. Su muerte amplió el perfil de las víctimas potenciales de Sutcliffe y aumentó el miedo y la preocupación pública sobre el ahora llamado “Destripador de Yorkshire”. Jayne, una joven de solo 16 años, fue encontrada muerta en un parque infantil, lo que sumó horror y consternación entre el público y la prensa. Atacaba en horas de la noche, seleccionando mujeres que estuvieran solas. A menudo, iniciaba sus ataques con un golpe en la cabeza utilizando un martillo pesado, seguido de múltiples puñaladas, principalmente en el pecho, el estómago y la espalda. Este método no solo le aseguraba la incapacidad de la víctima para defenderse, sino que también mostraba su ferocidad. Las investigaciones revelaron que planeaba meticulosamente sus crímenes. Cambiaba regularmente el modelo y el color de su vehículo para evitar ser identificado por los testigos. Además, llevaba siempre un kit que incluía herramientas como un martillo, un destornillador y una cuerda, lo que indica un alto grado de premeditación y organización. Para Sutcliffe, sus actos eran de naturaleza casi sagrada . “Dios me ha hablado”, repetía durante los interrogatorios, insistiendo en que sus acciones eran la voluntad divina. Esta distorsión de la realidad se convirtió en una justificación perversa para sus crímenes. La caza fallida La policía de West Yorkshire, a cargo de la investigación, enfrentó innumerables desafíos y críticas. La operación policial fue plagada de errores, desde la gestión ineficaz de las pistas hasta prejuicios que impidieron un enfoque más amplio y efectivo. En numerosas ocasiones, el asesino fue descartado como sospechoso debido a coartadas que posteriormente se revelaron falsas o mal verificadas . Además, la policía se vio abrumada por el volumen de datos e información, que en la era predigital era difícil de gestionar y correlacionar eficientemente. “ Vivimos en el temor constante de que ataque de nuevo ”, expresaba un residente de Leeds en 1979, reflejando la ansiedad que sentían los habitantes. “ Cada mujer en Yorkshire siente el peso de su sombra, una sombra que la policía parece incapaz de atrapar ”. Esta sensación de impotencia y miedo se intensificó con cada nuevo reporte de ataque, alimentando la desconfianza pública hacia la eficacia de las fuerzas del orden. El enfoque de la investigación cambió significativamente con la intervención de los medios de comunicación, que a veces jugaban un papel ambivalente en la narrativa del caso. Por un lado, la cobertura intensiva ayudó a mantener el caso vivo en la opinión pública ; por otro lado, a veces entorpecía la investigación con teorías y especulaciones que desviaban la atención de pistas viables. Peter Sutcliffe abandona el Tribunal de Magistrados de la Isla de Wight Caída y juicio La captura de Sutcliffe, finalmente, se produjo gracias a una combinación del trabajo policial de rutina y coincidencia. El 2 de enero de 1981, fue detenido por la policía de South Yorkshire debido a que, durante un patrullaje rutinario, los oficiales notaron que su coche tenía placas falsas. Este simple acto de vigilancia de tráfico llevó a un interrogatorio más profundo, en el cual finalmente se descubrió su identidad como el infame asesino. En el momento de su arresto, el destripador estaba con su esposa Sonia, lo que añadió otro nivel de shock al caso, ya que ella desconocía totalmente las actividades demenciales de su marido, que había destrozado a su última víctima, Jacqueline Hill, el 17 de noviembre de 1980. En 1981, el “Destripador de Yorkshire” fue llevado ante la Justicia. Enfrentó cargos por los asesinatos de 13 mujeres y el intento de homicidio de otras siete. Últimas apariciones de Peter Sutcliffe Desde el inicio del proceso él intentó alegar insanía, una táctica defensiva que buscaba mitigar la dureza de la condena que merecía por medio de la demostración de una eventual incapacidad mental . “No soy un criminal común”, afirmó durante uno de los interrogatorios. “Estaba siguiendo una misión divina”, insistía. Sin embargo, su intento de evadir la justicia por medio de la declaración de demencia no convenció al tribunal. Los psiquiatras que lo evaluaron presentaron opiniones divididas sobre su estado mental. Algunos argumentaron que sufría de esquizofrenia paranoide, mientras que otros refutaban esta idea, señalando la premeditación y la coherencia exhibida en los crímenes como prueba de su plena conciencia de los actos cometidos. Por su parte, la fiscalía pintó el retrato de un hombre que, lejos de ser un agente pasivo de una voz divina, era un depredador calculador y manipulador. El juicio reveló detalles escalofriantes de los ataques, cada narrativa más perturbadora que la anterior. Las víctimas, en su mayoría mujeres jóvenes, algunas trabajadoras sexuales, otras simplemente en el lugar y momento equivocados, fueron atacadas brutalmente con un martillo y apuñaladas repetidamente. Las pruebas presentadas, incluyendo las herramientas que utilizó para cometer los crímenes, lo dejaron al descubierto sin dudas. Una de sus víctimas sobrevivientes, Marilyn Moore, atacada en diciembre de 1977, había dado mucha información, oncluida una descripción detallada del destripador de Yorkshire. También se develaron algunos de sus intentos por burlarse de sus perseguidores. Por ejemplo, en febrero de 1978 volvió al lugar donde un mes antes había arrojado el cadáver de Ivonne Pearson y le colocó un ejemplar del Daily Mirror debajo del brazo, como si la infausta hubiese esperado leyendo el diario a que la encontrara la policía. Y después de matar a Vera Millward, una prostituta de 41 años, en Manchester, envió cartas y un cassette de audio a la policía, lo que les permitió a los investigadores tener datos cruciales a posteriores efectos comparativos, como registros de voz, de caligrafía e, incluso, de grupo sanguíneo. Finalmente, Sutcliffe fue condenado a 20 cadenas perpetuas. “Por fin se ha hecho justicia”, dijo la madre de una de las víctimas, tras escuchar la sentencia. “Pero esto no nos devolverá a nuestros seres queridos”, agregó, apesadumbrada. El caso también provocó un profundo escrutinio y autocrítica dentro de las fuerzas policiales del Reino Unido. La incapacidad inicial de capturar a Sutcliffe, a pesar de las numerosas entrevistas policiales que sostuvo a lo largo de los años, fue un tema de intensa discusión y análisis. Esto llevó a reformas significativas en los procedimientos de investigación criminal, incluyendo mejoras en cómo se manejan los casos de asesinos seriales y la importancia de escuchar a las comunidades afectadas por los crímenes. El culpable pasó varios años en prisión antes de ser trasladado al Hospital de Seguridad Broadmoor tras ser diagnosticado con esquizofrenia paranoide. Sin embargo, en 2016 fue trasladado de nuevo a la prisión tras una reevaluación de su estado mental. Su vida en prisión estuvo marcada por ataques de otros reclusos y un deterioro continuo de su salud mental y física. El 13 de noviembre de 2020, a los 74 años, Peter Sutcliffe murió en el Hospital Universitario de North Durham debido a complicaciones por el Covid-19, marcando el final de un capítulo oscuro en la historia criminal británica. Su muerte fue recibida con sentimientos encontrados: alivio por el fin de su existencia, pero también un recordatorio sombrío de las vidas que devastó. Peter Sutcliffe, en sus últimos años The Sun De la realidad a la ficción El caso del “Destripador de Yorkshire”, ha capturado la atención del público y los creadores de contenido durante décadas, inspirando una variedad de obras en los medios audiovisuales y literarios. Uno de los libros más destacados sobre Sutcliffe es Wicked Beyond Belief: The Hunt for the Yorkshire Ripper, de Michael Bilton. Este libro profundiza en la investigación policial y los errores cometidos durante la caza del asesino, ofreciendo un relato detallado y crítico que pone de manifiesto las fallas del sistema. Además, Somebody’s Husband, Somebody’s Son: The Story of the Yorkshire Ripper, de Gordon Burn, explora la vida de Sutcliffe desde una perspectiva más personal y psicológica, basándose en entrevistas con personas que lo conocieron, lo que proporciona una visión más íntima del hombre detrás de los monstruosos actos. En el ámbito cinematográfico y televisivo, el impacto de los crímenes de Sutcliffe ha sido igualmente significativo. La serie documental de la BBC The Yorkshire Ripper Files: A Very British Crime Story, dirigida por Liza Williams, adopta un enfoque crítico hacia la forma en que la policía y la sociedad trataron los asesinatos y, especialmente, cómo se representó a las víctimas en los medios. Esta serie fue aclamada por su enfoque reflexivo y por dar voz a las historias de las mujeres afectadas, muchas de las cuales fueron marginadas en los informes de los medios durante la época de los asesinatos. “The Yorkshire Ripper Files: A Very British Crime Story” Otra contribución notable en televisión es la serie de ITV This is Personal: The Hunt for the Yorkshire Ripper, que se centra en la investigación policial y el impacto personal y profesional en los oficiales involucrados en el caso. Al dramatizar eventos específicos relacionados con la caza y captura de Sutcliffe, la serie intenta capturar la tensión y el drama humano detrás de este extenso esfuerzo policial. En cuanto a los documentales, el episodio de “Real Crime” titulado Hunt for the Yorkshire Ripper, presenta una cronología de los crímenes de Sutcliffe, con una mezcla de recreaciones dramáticas y entrevistas con investigadores y expertos. Este enfoque ayuda a los espectadores a entender no solo los detalles del caso sino también las técnicas forenses y de perfilado que eventualmente llevaron a su arresto. La cobertura de este caso también ha llegado a plataformas de streaming como Netflix, que lanzó The Ripper, en 2020. Documental que examina no solo los crímenes sino también la atmósfera de miedo que se apoderó del norte de Inglaterra en esa época, y cómo el sensacionalismo mediático y los prejuicios culturales influyeron en la percepción pública del caso y en la eficacia de la investigación policial. Camila Súnico Ainchil

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