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  • Figuras de la migración: refugiados, náufragos y excluidos

    » Clarin

    Fecha: 28/04/2024 16:08

    Para comprender el campo de los problemas migratorios en el mundo contemporáneo, no sólo se requiere registrar datos estadísticos, observar hechos en perspectiva o seguir de cerca las políticas e informes de los organismos internacionales. La diversidad de los fenómenos asociados bajo una etiqueta pretendidamente neutral y descriptiva, exige poner en primer plano los desplazamientos masivos cuyo destino final acaba en la tragedia del naufragio o la marginalidad del refugio precario; en cualquier caso, en el padecimiento de la exclusión de una vida digna, aun cuando se hagan intervenir políticas de derechos humanos. Nada, - ni siquiera lo logró la reciente pandemia planetaria -, detiene los flujos migratorios. En estos días asistimos una vez más a la tragedia haitiana de la cual muchos pretenden huir hacia República Dominicana, pero en nombre de los derechos nacionales, el gobierno de ese país dificulta o directamente impide esa migración. Se presenta aquí una antítesis mayor entre la soberanía de los estados nacionales, que actúan en nombre de sus ciudadanos, y los derechos universales del hombre, que no pueden ser garantizados donde no hay ciudadanía ni jurisdicción legal eficaz. Crecientemente, la historia de las migraciones se confunde con la de las prácticas de exclusión y de marginación. Si bien los inmigrantes han sido, a lo largo de los tiempos, chivo expiatorio de todos los males, estigmatizándolos como amenaza a supuestas esencias nacionales o simplemente como delincuentes propicios para cargar con todos los crímenes, nunca como en los últimos años, por caso, el mar mediterráneo, cuna de civilizaciones, devino inmensa tumba de náufragos, y cuando no es una tumba en el mar, son los muros que se levantan por doquier, los que condenan al migrante a permanecer en la marginalidad de un refugio. Nos encontramos frente a una antinomia que se vuelve paradójica, pues los migrantes huyen del fracaso de sus comunidades y sociedades de origen hacia lo que se les presenta como una oportunidad de tener mejor vida en los países de las economías más desarrolladas, donde las garantías constitucionales de las libertades típicamente liberales tienen una mejor chance de prevalecer. Pero lo hacen pretendiendo afirmar su identidad de origen, no integrándose sino parcial y superficialmente con las sociedades de los países de acogida. Por otra parte, estas mismas sociedades, o bien sus políticas gubernamentales, arrinconan en ghettos a los inmigrantes, alimentando un círculo vicioso inexorable. Este estado de cosas pone en crisis al capitalismo globalizado y dificulta la plena realización de la vida en democracia, reduciendo sus dimensiones normativas modélicas, a un empobrecimiento de la experiencia que apenas deja margen a la administración de los conflictos.

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