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  • Entre viñedos y una huerta de tres hectáreas, esta casa de campo de 1777 se convirtió en el hotel número uno de Sudáfrica

    » La Nacion

    Fecha: 28/04/2024 13:19

    A cuarenta minutos de Ciudad del Cabo, Babylonstoren recibe a huéspedes y visitantes que aman el diseño, la historia, la naturaleza y la buena gastonomía. Lucrecia Álvarez LA NACION Escuchar Lo que convenció a Karen Roos (directora de la revista Elle Sudáfrica entre 2005 y 2011) y a su marido, el magnate de medios sudafricano Koos Blekker, de comprar Babylonstoren es que, en sus casi 250 años, nunca había sido oficialmente “restaurada”. Para Roos, las tareas a desarrollar en la finca eran clarísimas: respetar su robustez, exhibir el legado de la historia, hacer más cómodos los espacios de manera discreta y honrar la tierra manteniendo los jardines que hace siglos abastecieron a los barcos que tocaban el Cabo de Buena Esperanza. Los buxus podados al estilo de topiarios son un ejemplo de una huerta-jardín altamente manicurada inserta en los fynbos autóctonos (extensiones de arbustos de hojas finas, resistentes a meses de poca agua). Greg Cox (Bureaux) Estaban intactos los gruesos muros encalados típicos de tantos lugares cálidos, y también la inconfundible matriz colonial holandesa de esa parte del Cabo: las fachadas blancas con remates acampanados y los techos de paja. La casa principal Babylonstoren recibe a visitantes que vienen a pasar el día tras manejar apenas tres cuartos de hora desde Ciudad del Cabo. El programa es comer en alguno de sus restaurantes nutridos con la cosecha diaria de la huerta, catar vino, hacer una visita guiada por los jardines, comprar la miel o las esencias perfumadas que se elaboran in situ o asistir a algún taller. Lo más deseado, sin embargo, es ser húespedes dentro de sus variada opción hotelera. Hoy vamos a visitar la casa principal, de 1777, la experiencia más deseada, sin lugar a dudas. Al calor del cielo raso de palo amarillo real (el árbol nacional de Sudáfrica), vitrinas clásicas empotradas y ladrillones pulidos hasta darles su máximo brillo. Greg Cox (Bureaux) Una de las anécdotas que más le gusta contar a Roos es la que se refiere al color del living. “Debajo de veintitrés capas de pintura encontré la marrón-ocre primera, que tan bien equilibra la madera oscura de las antiguas vitrinas holandesas. Si las paredes fueran blancas, se tornarían invasivas y pesadas. Las ‘molduras’ dibujadas con tres líneas (una turquesa, una blanca y una color caoba) están hechas a imitación de las originales”. Con patas transparentes, los sillones diseñados por Philippe Starck para la firma italiana Driade conectan con sutileza pasado y presente. Sillones de cuero de B&B Italia y lámpara 'Tolomeo Mega' de Artemide. Greg Cox (Bureaux) Greg Cox (Bureaux) La biblioteca tiene una cuidada selección de libros, vitrinas con antiguas cerámicas de Delft y antiguos documentos de la época colonial para sumergirse en otra época. Como en todos los espacios, aquí también se cuela lo actual, esta vez de la mano de las lámparas de diseño. Pero lo que prima en el estudio es la custodia de la tradición de esta fantástica finca. Greg Cox (Bureaux) El Versalles de las huertas, desde el aire Los primeros holandeses llegaron a Sudáfrica a mediados del siglo XVII. Al margen de alimentar a los pobladores, el interés de establecer campos productores de granos radicaba en poder abastecer a las naves de a Compañía Holandesa de las Indias Orientales que tocaban el Cabo de Buena Esperanza antes de continuar su larguísima ruta comercial. De ello se deduce que sus huertos no fueran algo improvisado, más bien, todo lo contrario. Vista de la casa principal y el inicio de la inmensa huerta donde se cultivan esencias para perfumería y lo que se sirve en los restaurantes de la finca. Greg Cox (Bureaux) Copiando la alta productividad de los jardines de la Compañía Holandesa de Indias, Karen Roos y Koos Blekker decidieron contratar al arquitecto y paisajista francés Patrice Taravella para trazar uno semejante (dicen los libros de Babylonstoren que se asustó ante las dimensiones del proyecto, en un primer momento). Lo cierto es que la pareja tenía en mente este desarrollo turístico, si bien durante los primeros tiempos se instalaban acá los fines de semana. Un pequeño detalle de esta huerta-jardín de tres hectáreas y media donde se cultivan más de 300 especies comestibles y medicinales Greg Cox (Bureaux) El plano de la huerta trazada por Patrice Taravella. Greg Cox (Bureaux) Una cocina que nunca dejó de usarse Más allá de su legado, esta es una auténtica casa de campo y, por eso mismo, en la cocina se concentran la actividad y el encuentro. Los platos salen del artefacto inglés Aga de hierro fundido y esmaltado, verdadero lujo vintage, o del enorme hogar abierto en el extremo opuesto del ambiente. El mismo piso recorre toda la planta. Greg Cox (Bureaux) Dándole a lo rústico un uso nuevo, la lámpara se hizo con un antiguo secador de botellas. Greg Cox (Bureaux) Elegancia de época y confort en las suites Resguardada por un biombo chino, la bañadera con patas. Desde luego que no es una necesidad moderna, pero le agrega encanto a la estadía. Greg Cox (Bureaux) En el ala de los dormitorios, se mezclan una alfombra Aubusson, un biombo heredado y un antiguo sofá Luis XV en terciopelo capitoné con una composición de láminas y fotos enmarcadas encontradas en diferentes mercados de pulgas, canastos de rafia y lámparas italianas de brazo móvil. Greg Cox (Bureaux) En esta habitación, el baño en suite tiene una fantástica bañadera de la firma italiana Agape. Greg Cox (Bureaux) Todas las ventanas de la casa están protegidas por pérgolas de madera que sirven de apoyo a las parras, un guiño a una de las actividades más importantes de Babylonstoren. Greg Cox (Bureaux)

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