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  • La curva de aprendizaje de La Libertad Avanza

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    Fecha: 28/04/2024 04:39

    Javier Milei En los últimos días, los funcionarios y legisladores de La Libertad Avanza han enfrentado un remolino de desafíos que han puesto a prueba su capacidad de adaptación y pragmatismo. Desde el escándalo protagonizado por la diputada Marcela Pagano hasta las negociaciones en la Cámara de Diputados para la aprobación de una versión recortada de la ley Bases, pasando por la multitudinaria marcha en apoyo a la Universidad de Buenos Aires que se extendió por todo el país, el Gobierno se ha enfrentado a una serie de desafíos en muy pocos días, que ponen a prueba su capacidad de adaptación y pragmatismo. En sus primeros cinco meses de gestión, Milei aún no ha logrado la aprobación de su primera ley, un objetivo que se ha visto obstaculizado por la resistencia de lo que él llama la “casta política”, desde el momento en que asumió la presidencia de espaldas al Congreso Nacional. Gobernar un país tan complejo como Argentina requiere un equilibrio entre ideales y pragmatismo, donde la flexibilidad y la capacidad de adaptación se convierten en virtudes indispensables. A pesar de sus firmes convicciones libertarias, el presidente Milei se ha visto obligado a enfrentar los límites de su ideología y a negociar con una realidad que a menudo es más compleja de lo que parece, pero sin claudicar por ahora con su manejo político de la confrontación abierta. Su discurso en la cena Fundación Libertad 2024 del pasado miércoles es un claro ejemplo. A pesar de los obstáculos y desafíos, Milei conserva una gran fortaleza en su imagen positiva ante la ciudadanía. Los encuestadores coinciden en que, a pesar del ajuste económico que está experimentando el ciudadano promedio, el Presidente sigue gozando de un sólido respaldo popular. Esta confianza se debe en gran medida a su habilidad para comunicar sus ideas y mantener una imagen de liderazgo firme en tiempos de incertidumbre, apalancado precisamente en su estilo tan personal y disruptivo. Es mejor ser temido que amado, si no se puede ser ambas cosas (Nicolás Maquiavelo, “El Príncipe”). La aprobación de leyes y la implementación de políticas se convierten entonces en una danza delicada entre las convicciones del gobierno y las demandas de la realidad. A medida que La Libertad Avanza enfrenta nuevos desafíos, queda claro que la capacidad de adaptación y el pragmatismo son tan importantes como la firmeza de las convicciones. En un país donde la política es un juego de equilibrio entre diferentes intereses y visiones, el verdadero desafío reside en encontrar puntos de encuentro y avanzar hacia un futuro común, más allá de las diferencias ideológicas, al mismo tiempo que un sector importante de la población está dando una dura batalla para cubrir día a día sus necesidades más básicas. En la vorágine política de la última semana, hemos sido testigos de un torbellino de eventos, pero hubo uno que ha sacudido los cimientos del gobierno, obligándolo a cambiar su estrategia y adoptar, por primera vez, una postura defensiva inusual: una marcha en apoyo a la universidad pública, un pilar fundamental de nuestra identidad nacional. Sin embargo, lo que comenzó como una manifestación ciudadana genuina pronto se vio teñido por maniobras de la política partidaria. Son muchas batallas las que libra el Gobierno al mismo tiempo. Tantas que la capacidad de respuesta se ve forzada por la realidad misma. Para el Gobierno, este episodio representa más que un simple error estratégico; es una oportunidad perdida y un claro llamado de atención de sus votantes. En medio de un ajuste económico doloroso, la ciudadanía alzó la voz en un sinfín de ciudades, marcando un límite inequívoco: la educación pública es un tema demasiado sensible como para ser descuidado. La falta de claridad en el mensaje oficial se hizo evidente cuando, tras los sucesos, se vieron obligados a explicar lo que antes no habían logrado transmitir eficazmente. La educación pública, un lema (mi hijo el Doctor) arraigado en los hogares argentinos a lo largo de generaciones, se convirtió en el epicentro de un debate político polarizado, alejándose de su esencia primordial. En medio de este panorama tumultuoso, persiste la figura de Milei, repitiendo a quien se le ponga enfrente y con su acostumbrado fervor, que los recortes presupuestarios realizados durante su administración están dando resultado y más rápido de lo esperado. Para el Presidente, estos ajustes son la piedra angular en la lucha contra la inflación, una batalla que asegura estar ganando gracias a medidas fiscales, monetarias y cambiarias sin precedentes. Sin embargo, más allá de la seguridad en sus decisiones, surgen interrogantes. Gobernar un país como Argentina no se reduce únicamente a manejar las cifras económicas con destreza. La política es un juego complejo, donde ciertos temas, como la universidad pública son vacas sagradas para la sociedad. Comprender estos matices socio-culturales y saber cómo manejar la agenda política es crucial para garantizar la gobernabilidad en una nación marcada por décadas de malos manejos y corrupción. La tarea de dirigir un país como el nuestro es monumental, con desafíos que van más allá de las meras políticas económicas. Es un equilibrio delicado entre la técnica y la sensibilidad, entre la eficiencia administrativa y el compromiso social. En este vaivén de acontecimientos, queda claro que la ruta hacia un país próspero y justo está plagada de obstáculos y contradicciones. Sin embargo, es en la habilidad para sortear estos desafíos donde se pone a prueba la verdadera capacidad de liderazgo. En los convulsos tiempos que nos toca experimentar, la esperanza y la determinación emergen como los fundamentos sobre los cuales erigir un futuro más prometedor para todos los argentinos. Un indicio palpable de esta afirmación se manifiesta en el reciente, aunque aún cauteloso, resurgimiento de los créditos hipotecarios. A lo anterior se suma una baja sensible del riesgo país (en el orden de los 1200). Estos hechos no solo representan una lenta recuperación financiera, sino que también son indicios de un retorno gradual hacia una estabilidad que podría definirse como un estado de normalidad para el país.

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