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  • Efectos de las benzodiacepinas en la función cognitiva y cómo discontinuar su uso

    » La Prensa

    Fecha: 28/04/2024 02:30

    El comienzo de las drogas conocidas de manera genérica como psicofármacos ha abierto un panorama hasta entonces impensado en el tratamiento en un amplio espectro de enfermedades psiquiátricas. Así, hemos pasado de tratamientos que hoy solo son rescatados y reactualizados de la historia de la medicina por los cultores de la antipsiquiatría o de películas de terror, a poder en la medida de hacerlo con conocimiento y en beneficio del paciente, mejorar la calidad de vida y en algunos casos desterrar al pasado afecciones que antes eran una condena social. Sin embargo, el camino de la psicofarmacología clínica no está desprovisto de una serie de peligros, particularmente los inconvenientes ligados a la indicación no adecuada que nace de un diagnóstico incorrecto y que, en muchos casos, se convierte en la regla y no en la excepción. Con frecuencia hay quienes suponen que la medicación que se agrupa bajo una denominación genérica, por ejemplo “antidepresivo” o “ansiolítico”, sea aplicable a cualquier persona con elementos relativos a esos constructos clínicos psiquiátricos, como si no se tratara de un espectro con situaciones y seres diferentes. Esto inclusive imaginando que el cuadro haya sido bien diagnosticado. Un caso particular son las tan usadas benzodiacepinas, comúnmente conocidas como “benzos”, que son una clase de depresores del sistema nervioso central (SNC) que se usan con frecuencia para la ansiedad y el insomnio, entre otras indicaciones. Las más comunes en uso son el clonazepam y el alprazolam, pero hay en uso otras, quizás de prescripción más frecuente hace algunos años, como el bromazepam, diazepam. La extensión en su uso en el mundo hace que en algunos casos se dé por descontado su uso y, en lugar de preguntar si toma alguna medicación de ese tipo, la pregunta sea ¿cuál toma?, o aún más inquietante ¿quién se la indicó? La inquietante respuesta en muchos casos es que es automedicada. No solo en cuanto a la decisión de consumir un fármaco, sino también el tipo de droga, el tiempo que lleva con la misma o la periodicidad, la dosis, etcétera. El éxito comercial ha sido completo ya que se las considera seguras y prácticamente exentas de efectos negativos, pero ahora sabemos muchos de ellos, en particular dos muy inquietantes: los efectos cognitivos que genera su uso y la dependencia que en algunos casos generan cuadros particularmente graves. La ola mundial de incluir cada vez más medicamentos en listados sin necesidad de receta y la venta informal es la expresa búsqueda de muchas empresas del sector desde hace años. Cuanto menos regulado mejor. Los conceptos de libertad llegan al absurdo que cualquiera debiera disponer de la libertad de auto medicarse. Quizás una viñeta de las consecuencias graves de esas “inocuas drogas”, sea el caso del conocido psicólogo y divulgador Jordan Peterson, profundo conocedor de los comportamientos y con capacitación en área clínicas y aun con ese bagaje contó los inconvenientes que había padecido por el consumo de benzodiacepinas. En particular sus problemas fueron más evidentes al intentar abandonar estas drogas y el sufrimiento y el tiempo que ello le llevó, con un cuadro de abstinencia que lo llevó a estar hospitalizado, y en su caso en un coma inducido de seis días. SUPUESTA INOCUIDAD Un área que va adquiriendo cada vez más evidencia científica es la de los efectos en la esfera cognitiva por parte de las benzodiacepinas. En particular, el inconveniente en cuanto a su supuesta inocuidad, es la permanencia en su uso en el largo plazo que en muchos casos significa varios años. Es particularmente este dominio en el que se encuentra el deterioro cognitivo. Esa permanencia en el tiempo va asociada frecuentemente al fenómeno de tolerancia, lo que conduce a que se empiecen a usar dosis progresivamente más altas, así como también asociadas con otros psicofármacos (antidepresivos, antipsicóticos, etc), a veces recetados, pero donde la benzodiacepina pasa en ocasiones casi desapercibida y así aún más escondidos y banalizados sus efectos adversos. Por otro lado, hay que recordar que estos fármacos si bien son de una misma familia sus tiempos de permanencia y acción en el sistema nervioso varían, existiendo benzodiacepinas de acción más breve que otras, y al mismo tiempo con perfiles de acción diferentes, desde más sedativas, otras que controlan la actividad o contractilidad muscular, o el efecto hipnótico. El deterioro cognitivo se da en varios dominios: *Capacidad y orientación visoespacial: Los pacientes pueden experimentar dificultades en la percepción en el espacio y así en la orientación. Velocidad de procesamiento: Las benzodiacepinas en parte surten su efecto disminuyendo la velocidad de pensamiento y el efecto de “aturdir” la mente, permite detener esos torrentes de pensamiento que atormentan. El inconveniente es que al ralentizar la velocidad de procesamiento cognitivo, lo hacen con el conjunto de la actividad cognitiva, no solo la que nos molesta. Memoria: una de las áreas más inquietantes es el deterioro de la memoria y esto estaría relacionado con la capacidad de retención y en particular la memoria de trabajo (working memory) que es la que usamos para almacenar temporalmente información y desempeñar una tarea especifica. Relativo a esto está la dificultad en el aprendizaje verbal. Hay estudios que sugieren sin embargo que no hay un deterioro cognitivo crónico, en el uso discontinuado o durante períodos específicos relativamente breves y bajo control, atribuyendo los resultados cognitivos realizados en esos periodos a la sedación o la falta de atención que de alguna manera es efecto casi buscado en su administración y no a un efecto permanente. Algunos estudios de neuroimágenes revelan cambios cerebrales transitorios después de la administración de benzodiacepinas, pero no anomalías a largo plazo en la misma condición de periodos limitados. Otros estudios sugieren por otro lado que, a pesar de las mejoras cognitivas después de la retirada, los pacientes no vuelven completamente a los niveles de control sin benzodiacepinas. RIESGO DE ADICCIÓN Y PROBLEMAS EN LA DESCONTINUACIÓN Los inconvenientes de esta dependencia es que originan en muchos casos el deterioro cognitivo por el uso prolongado. Los riesgos son: 1.La Dependencia: las benzodiacepinas conllevan un riesgo de dependencia, especialmente con el uso a largo plazo. Los pacientes pueden desarrollar dependencia física y psicológica, lo que dificulta mucho la discontinuidad e inclusive la adherencia del paciente al tratamiento, por la difusión en su uso en la cual genera una automedicación no comunicada claramente al médico tratante. 2.Síntomas de abstinencia: el manejo sin un control preciso con alteraciones en la administración, los tiempos y las dosis en la misma puede y suele provocar síntomas de abstinencia, como ansiedad, irritabilidad, insomnio, dolores de cabeza y temblores en las manos. Síntomas físicos pueden ser también náuseas, y trastornos digestivos o fotofobia. Estos síntomas pueden persistir durante semanas. A su vez, en algunos casos hay un efecto rebote en el consumo, con dosis repetidas en plazos más cortos y/o dosis mayores. Los síntomas ligados a la dependencia y la abstinencia son cognitivos, como embotamiento, lentitud para resolver problemas, fallas en la memoria, emocionales, como falta o lentitud en la reacción ante un aspecto emocional especifico, o reacciones emocionales inadecuadas, como intolerancia a la frustración y/o respuestas fuera de contexto. En el área motora, visuoespacial etc. es el de la velocidad de reacción alterada que en particular es una de las causas de accidentología vial, que si bien se evalúa el nivel de alcohol, no el uso de psicofármacos en particular benzodiacepinas El abordaje de estos cuadros puede llegar en muchos casos a no ser en absoluto simple y con serias dificultades para los pacientes. En principio luego de una evaluación adecuada de otros aspectos clínicos, la reducción gradual, la combinación a veces con otras medidas en las cuales técnicas de manejo del estrés y hasta uso momentáneo de fitoterapia pueden ser de uso. En algunos casos se realizan programas específicos para el retiro de la medicación que pueden durar varias semanas. CONCLUSIÓN La administración de benzodiacepinas sigue siendo una herramienta valiosa para el manejo de la ansiedad y el insomnio, y a su vez para complementar diversas técnicas psicoterapéuticas de manera específica, pero su uso a largo plazo y en particular la auto-administración ha demostrado efectos preocupantes. Algunos trabajos empiezan a relacionar patologías neurodegenerativas con su uso crónico y sin control. A su vez, las consecuencias en los diferentes procesos cognitivos deben ser conocidas por quienes deban contar con ello como capital de uso, sea por coordinación motora, velocidad y precisión en la reacción o en el trabajo intelectual. Al mismo tiempo, durante el periodo de uso hay que advertir sobre los efectos tanto cognitivos como emocionales/comportamentales y motrices. El médico que decide su administración debe tener en cuenta factores clínicos del paciente, antecedentes en el uso, e informar sobre los posibles efectos. El retiro de la medicación a su vez debe realizarse de manera gradual y controlada.

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