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  • Bob Young. Estaba desempleado y debía una fortuna en tarjetas de crédito, pero un llamado de teléfono lo llevó a fundar un coloso de 34.000 millones de dólares

    » La Nacion

    Fecha: 28/04/2024 01:34

    >LA NACION>Tecnología Interpretación de las noticias basada en evidencia, incluyendo datos y proyecciones posibles en base a eventos pasados. Análisis El 2 de noviembre de 1994 le compró a Marc Ewing 300 CD de su distribución de Linux, llamada Red Hat; a partir de ese momento, ambos se aliaron y seis años después el emprendimiento, que había empezado en la sala de costura de la esposa de Young, se convirtió en una estrella de Wall Street. Hoy le pertenece a IBM Exclusivo suscriptores Escuchar Cuando lo imposible se vuelve cotidiano, la civilización entra en una nueva era. Desde el primer invierno en que la aldea pudo confiar en sus reservas de comida y, con esto, asegurarse la supervivencia, hasta la imagen –que no se me borrará nunca– de un hombre caminando por la Luna, en vivo y en directo, toda vez que lo imposible se vuelve cotidiano entramos en una nueva época. Hasta acá, suena bien. Pero los humanos somos tan industriosos como paradójicos. Así que los cambios de era, pese a ser inevitables, son asimismo muy resistidos. Lo imposible que se vuelve cotidiano parece bonito, así puesto en negro sobre blanco. Volar más rápido que el sonido, usar satélites de GPS, quebrar el formidable bastión que existe en el corazón de los átomos, aprender a leer y escribir desde pequeños. Muy bonito, pero los cambios de era traen aparejados movimientos tectónicos que redistribuyen el poder. Cuando desarrollamos la agricultura y la ganadería, los brujos fueron reemplazado por los primeros incipientes meteorólogos, y eso a los brujos no les gustó nada. El cazador debió jubilarse, y el callado nerd de la aldea, que había estudiado cómo cultivar el mijo o el garbanzo (dos de nuestras cosechas más antiguas), pasó a decidir los destinos de todos. El poder, por su parte, se comporta como una forma de vida. Cuando se ve amenazado, intenta por todos los medios preservar su superveniencia. Y recurre a un sinnúmero de instrumentos. Al final, inevitablemente, las nuevas eras se imponen, no por la fuerza o la violencia, sino porque la forma anterior de hacer las cosas se vuelve tan ineficiente e impopular que cae en el descrédito. Pero hay algo más, más interesante. Las nuevas eras tienden a ser multiplicadoras de progreso. Llega un punto que por mucho que el poder agonizante patalee, hacer las cosas a la antigua se vuelve irritante, pero también peligroso. Por ejemplo, la imprenta de Gutenberg, que en rigor creó la posibilidad de producir libros en serie, impulsó una serie de desarrollos que derivaron en la Revolución Industrial, las democracias modernas, el periodismo y la ciencias tal como las conocemos hoy. Gracias al libro en serie pasamos de las sanguijuelas a la tomografía computada . Pero el libro en serie empezó siendo muy resistido, hasta que la misma ola de progreso que había iniciado hizo que leer y escribir fuera un requisito para que la economía mundial siguiera funcionando. Biblia de Gutenberg impresa en 1455; solemos poner el énfasis en la imprenta propiamente dicha, pero el gran invento del maguntino fueron los libros en serie Bob Young es el pionero inesperado de esta semana, no solamente por haber fundado Red Hat, sino porque fundar Red Hat, tener éxito con esa idea delirante, salir a la Bolsa, multiplicar casi por cuatro el valor de su acción el primer día y terminar siendo adquirida por IBM casi un cuarto de siglo después por 34.000 millones de dólares selló un cambio de época que venía gestándose desde mucho tiempo antes. Dicho muy simple, Red Hat se convirtió en una corporación multinacional de 34.000 millones de dólares vendiendo algo que, en esencia, podía conseguirse gratis (insisto, simplificando). Y un contrasentido así señala, definitivamente, que ha comenzado una nueva época. De hecho, el mundo estaba cambiando tanto en ese momento que la acción de Red Hat, que había empezado su oferta pública inicial a 14 dólares, terminaría el día a 44. El nombre completo de la compañía hasta entonces habían sido Red Hat Linux. En esta serie han aparecido los dos personajes más importantes de esta saga, Richard Stalman, creador del movimiento del software libre y de la licencia que lo motoriza, y Linus Torvalds, que escribió los rudimentos del núcleo de Linux en 1991 y con eso terminó de armar el rompecabezas del sistema operativo para computadoras personales basado en Unix que en la jerga se conoce como GNU/Linux. Mal estudiante y peor emprendedor Bob Young es canadiense y hace mucho que ya no está en Red Hat. Fue su CEO hasta 1999. Exacto, el mismo año en que la compañía empezó a cotizar en Bolsa. Para entonces, ya era rico y decidió ocuparse de cosas menos estresantes, como el servicio de impresión de libros a pedido Lulu y los drones. Pero la historia de cómo Young, que se autodefine como un vendedor de la vieja escuela (“de los que buscan los clientes uno por uno”, dijo en una entrevista), y Marc Ewing , el creador de la marca Red Hat, unieron fuerzas es, simplemente, genial. Es también propia de los cambios de era. Young nació en Hamilton, Ontario, Canadá. Estudió en la Universidad de Toronto (una universidad pública) y luego se puso a hacer lo que mejor sabía hacer: vender. Recuerden, estamos a punto de entrar en una realidad tan desafiante y contraintuitiva como la mecánica cuántica. Young, el vendedor, muy pronto fundará una compañía que vende un producto que, en rigor, puede conseguirse gratis. O sea, que no necesita vendedor. Allá vamos. Rebobinemos un poco. ¿Por qué Young no salió simplemente a buscar trabajo, luego de graduarse? ¿Por el proverbial espíritu emprendedor? No, nada que ver. Le había ido muy mal en la facultad, no le gustaba estudiar, sus créditos académicos eran escasos, si es que tenía alguno, y decidió que buscar trabajo era una pérdida de tiempo. Cualquier CV se vería mejor que el suyo. Fundó pues una compañía, Vernon Computer Rentals, en 1984. Tampoco le fue bien. Es una larga historia, pero, 10 años después, Young se había casado, tenía tres hijos y estaba completamente quebrado, con una hipoteca que no podía pagar y pocas ideas acerca de cómo seguir. Se había mudado a Connecticut, Estados Unidos, e intentó ponerse de nuevo en marcha, ahora con la venta de software. Entonces apareció Linux en el radar. Linux acababa de nacer, literalmente; la primera versión del núcleo creado por Linus Torvalds había aparecido en Internet el 25 de agosto de 1991. LA NACION hizo la crónica del nacimiento y la evolución del software libre desde muy temprano; en la imagen, un joven Linus Torvalds en la tapa del suplemento INFORMATICA del diario, cuando lo entrevisté en 1996 Por algún motivo (que veremos en un minuto), había personas y empresas que compraban esa cosa llamada Linux. Era difícil de entender, al menos en un primer vistazo, pero funcionaba. (Y Young solo necesitaba vender; su mujer le había dicho que si seguía refinanciando sus deudas con las tarjetas terminaría preso.) Ahora bien, de todas las variantes de Linux que existían en esa época, había una que la gente pedía más: Red Hat . Así que lo llamó por teléfono a Marc Ewing, que vivía en Raleigh, Carolina del Norte, y le explicó la situación. Luego vino el pedido: necesitaba más CD de Red Hat. Digamos 300 unidades. Al otro lado de la línea se hizo un largo silencio y casi inmediatamente ambos, Ewing y Young, se dieron cuenta de que se necesitaban mutuamente. Young necesitaba Red Hat, que por algún motivo se vendía más, y Ewing no tenía idea de cómo suplir la demanda que le solicitaba Young. Desde la sala de costura de su esposa, donde Young operaba su oficina de venta de software, acordaron una orden de compra –que lleva la fecha de 2 de noviembre de 1994– de 300 CD de Red Hat Linux, y la empresa de Young, que se llamaba ACC Corp, pasó a denominarse Red Hat. Young se convirtió en el CEO y sin proponérselo habían puesto en marcha una maquinaria que con el tiempo llegaría a valer 34.000 millones de dólares. Free como en freedom Ewing era el hijo de un programador de IBM que, obviamente, también trabajó como programador de IBM. El dato, que parece solo colorido, es importante. IBM fue una de las primeras compañías en ver el potencial de Linux, y Ewing tuvo sus primeros contactos con este sistema operativo allí. Porque era posible, porque la ley lo permitía y porque para eso existe el software libre, Ewing creó su propia distribución de Linux y la llamó Red Hat. El nombre viene de que solía andar por el campus de la universidad con una vieja gorra roja del equipo de baseball de la universidad de Cornell que le había pertenecido a su abuelo. Esa gorra se perdió, y Young solía decir que era el único bug que Red Hat no había logrado rastrear. El pack de seis CD de InfoMagic con el que di mis primeros pasos en Linux; se ve la fecha de edición: abril de 1996. La distribución que venía era Red Hat Ariel Torres Fantástico, ¿pero qué es una distribución? Puesto que no hay ninguna organización detrás de Linux, cualquier persona puede crear su propia versión de este sistema operativo. (Otros sistemas operativos son Windows, Android, iOS y macOS, por ejemplo). ¿Pero cualquiera en serio? Sí, cualquiera en serio. Es una de las reglas de este juego extraño que muchos no entendieron, a mediados de los ‘90, y que por eso fue también muy resistido. ¿Pero yo podría empezar una distribución de Linux ahora en mi casa? Sí, claro. Una distribución contiene siempre los básicos para que la computadora funcione, más una serie de aplicaciones orientadas a cierta actividad. Hoy un Linux estándar tiene todo lo necesario para el trabajo de oficina y la web. Pero hay distribuciones y aplicaciones para música, astronomía, inteligencia artificial, diseño gráfico o animación computada, por dar un puñado de ejemplos. Es también muy usado en supercomputación y servidores, además de routers, televisores inteligentes y otros dispositivos de lo que se conoce como Internet de las Cosas. Además, en aquella época (empecé a usar Linux en 1996, o sea al año siguiente en que nació oficialmente Red Hat), mucho del éxito de una distribución dependía de qué tan humanamente posible era entender su instalación y su configuración. Muchos de los nuevos usuarios no venían de Unix o no venían de la computación en absoluto. Red Hat era particularmente amigable y ese es el motivo por el que Young descubrió que se vendía tan bien. La distribución más respetada y de la que derivan muchas de las más populares (típicamente Ubuntu) es Debian, cuyo nombre viene de la combinación de los nombres de Ian Murdock (su creador) y Debra Lynn, que en ese momento era su novia y luego se convirtió en su esposa (y finalmente se divorciaron ). Así que a mediados de la década del ‘90 era terreno inexplorado, muy en los márgenes de la industria. Por supuesto, podías bajarte una distribución de Linux de Internet. Pero Internet recién empezaba a salir de Estados Unidos (Red Hat nace el mismo año en que los proveedores de Internet hacen su debut en la Argentina) y el ancho de banda era escaso. Así que todavía se vendían bien los CD. OK, supongamos que el modelo de negocio es vender los CD porque obtener Linux de otra forma era complicado en 1995 (en realidad, el modelo de negocios de Red Hat pronto se volvería más complejo y ambicioso, a medida que Linux se propagaba y sus clientes eran cada vez más importantes). ¿Pero no se suponía que Linux era gratis? No. Se suponía que era libre, no gratis. Aunque en inglés libre se escriba igual que gratis (free), no significan lo mismo. Y como solía decir Stallman, “yo nunca hablé de cerveza gratis”. En rigor, la licencia del software libre (llamada GPL) te permite hacer lo que se te dé la gana con el software libre, excepto cerrar el código. ¿Venderlo también? Venderlo también. Titan, la supercomputadora del laboratorio nacional Oak Ridge de Estados Unidos, que en 2020 estaba en el segundo lugar del TOP500. Hoy en primer lugar está Frontier, una máquina de HPE con más de 8 millones de núcleos Gentileza top500.org Caramba. ¿Ahora, por qué alguien querría comprar un Linux en lugar de un Windows? Sin entrar en una larga lista de razones técnicas por las que alguien puede decidirse por uno o por el otro (todos son hoy excelentes sistemas), hay un motivo económico bastante simple: si en tu empresa tenías 500 computadoras, con Windows necesitabas pagar 50 licencias. A 100 dólares cada una, son 50.000 dólares en total. Con Red Hat solo pagabas una licencia y te ahorrabas 49.900 dólares. ¿Y podías instalarlo en todas las computadoras? Exactamente. ¿Por qué? Porque la GPL también te permite eso: si tenés el software, podés hacer lo que quieras con él. Excepto cerrar su código. Boom bursátil y el retiro temprano Cuatro años después, y tras volar mayormente debajo del radar, aunque silenciosamente apoyados por compañías como IBM e Intel, Red Hat salió sorpresivamente a cotizar en la Bolsa. Logró el octavo mejor primer día en la historia de Wall Street. En los siguientes años no solo sería una de las acciones más estables (pese a los constantes altibajos y crisis, incluida la del 2008), sino que cambiarían a un modelo de suscripción en el que también fueron pioneros. Todo eso, con software libre. Eso es un cambio de época. Young dejó la compañía inmediatamente después de la salida a Bolsa. Había logrado cubrir los 50.000 dólares que le debía a los bancos (eso fue un chiste) y definitivamente podía abandonar la vida corporativa (que es, créanme, increíblemente estresante). Ewing, por su parte, fundó una revista de alpinismo y luego se dedicó a las carreras estilo Dakar. Del código al aire libre; nada mal. Lado B se llama. Pero ambos, en especial Young, habían demostrado que el software libre no era un hobby de hackers incomprendidos, sino una nueva forma de hacer las cosas (a propósito, fue exactamente lo mismo que consiguió Apple con su primera computadora, en 1976). Hoy, desde Google hasta la Bolsa de New York usan Linux (y en general, alguna forma de Red Hat). Prácticamente todas las supercomputadoras del TOP500 usan Linux, y el 27% son Red Hat Enterprise Linux, que es el nombre oficial de este sistema. Android lleva en su interior el núcleo de Linux. Y Linux es también especialmente apto para la recién llegada y genéricamente conocida como inteligencia artificial generativa, que se está quedando con todo. Pero, por supuesto, nada de esto era obvio en 1996 o 1997. Por eso, tal vez, en un café cerca del diario, un encumbrado empresario me preguntó en esa época, indignado, por qué seguía escribiendo de esa insensatez del software libre. Le dije que a mi juicio la historia de la civilización podía verse como una lento, gradual e imparable proceso de menos libertad a más libertad . Así que cualquier cosa que apostara por la libertad tenía por fuerza que triunfar. Es verdad que la libertad es un concepto complejo que viene poniendo a prueba a los pensadores desde hace al menos 30 siglos. Pero en el caso del software, el asunto quedó prolijamente zanjado con la GPL: libertad significa poder leer, estudiar, modificar y compartir el código fuente de un programa .

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