Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • Universidad, nuevo momento político y crisis en ciernes

    » El Destape Web

    Fecha: 28/04/2024 00:36

    Sería deseable que en la etapa política en la que entramos la cuestión principal del futuro político argentino girara en torno a la movilización del último martes alrededor de la cuestión universitaria. Dicho de otro modo: que la alineación política que expresó ese día la plaza se instale en el centro de la escena. Por primera vez en mucho tiempo se insinuó una novedad política capaz de romper desde una perspectiva popular y democrática el estancamiento de una diferencia que estorba y dificulta cualquier avance efectivo y duradero de un itinerario democrático y popular para nuestros asuntos políticos. Mérito paradójico de la contrarrevolución envuelta en el pomposo título de “libertario” que se ha establecido como el nuevo nombre de la reproducción de un rumbo político profundamente desorganizador de cualquier perspectiva democrática y popular entre nosotros. Es la “virtud” que suele penetrar a los delirios de las fuerzas más oscuras de la antidemocracia. A las formas extremas que asumen las resistencias oligárquicas a cualquier forma de impulso independiente a nuestra vida republicana y democrática. El extremismo infantil de la ultraderecha argentina -ensoberbecido por los avances de sus congéneres en diferentes partes del mundo- ha llevado al actual grupo dirigente a impulsar una aventura de difícil pronóstico sobre sus resultados. Y el principal activo que tiene esa aventura es el estado de estupefacción política colectiva en la que, según calculan sus impulsores, se encuentra con una “oportunidad histórica”. Concurren en auxilio de ese diagnóstico -acaso bastante delirante- cierto estado de confusión y de parálisis que sufrimos como sociedad. Suele ocurrir que, ante procesos de avance popular, surgen impulsos contrarios. Y es normal que ante el la crisis de una experiencia popular y democrática nacida en una crisis terminal como la que Argentina vivió después de 2001, las fuerzas de los sectores del privilegio trabajen para horadar aquellas certezas colectivas que la hicieron posible y se concentren en reagrupar las fuerzas del “viejo régimen”, sobre la base de debilitar los fundamentos ideales y morales que sustentaron aquella experiencia. ¿Hay algo original en la emergencia del liderazgo de Milei? Si atendemos al programa, al registro “ideológico” que lo encubre, la originalidad es muy escasa. Desde la revolución “libertadora”, pasando por Alsogaray, Krieger Vasena, Martínez de Hoz, Cavallo y otros olvidados funcionarios imperiales, no es mucha la evolución de los argumentos sobre los que se han sustentado. El punto más alto que han alcanzado (a partir, especialmente, de la década del noventa) es el auxilio que este orden ideológico ha recibido de un mundo intelectual impactado por la dura experiencia de los años setenta y por las nuevas oportunidades de prestigio académico (y monetario) con los que los han beneficiado los grupos económicos más poderosos. Es larga la lista de los conversos que se desplazaron desde las derrotadas certezas de la revolución popular de los años setenta hacia la cómoda experiencia de la serena (y en general próspera), experiencia del premio y los reconocimientos que los “nuevos saberes” económicos han prodigado a esa nueva “clase intelectual”. Pero el tiempo ha pasado. Y la experiencia de gozar de modo simultáneo un cierto prestigio intelectual y un progreso contante y sonante del propio lugar social ha encontrado sus obstáculos, sus dificultades. Esos escollos no vienen de la práctica intelectual, suceden en la política y su ocasión suelen ser las crisis. En el caso argentino, la crisis es la que estalló en 2001. Nuestras peripecias políticas actuales encuentran su fundamento en ese sacudimiento social y político. Y lo que hoy se conoce como “kirchnerismo” hunde sus raíces en esa crisis. Lo peculiar del modo del antagonismo político argentino en esta etapa (y acaso lo más importante que pueda reconocérsele) es la dificultad para esconderlo detrás de pudorosas discusiones intelectuales. El telón de fondo fue expuesto hace pocas horas por la intervención de Cristina: no es otro el tema que la gran cuestión de quién se queda con el excedente, de quién acopia propiedad, negocios y dinero y quienes son los que pagan la factura de esa expropiación. Ahora bien, la “experiencia Milei” viene a introducir una novedad muy interesante. Excitado por su delirio místico y su fe infinita -en igual medida- por los designios “científicos” de la economía política neoliberal y por su propio delirio místico, el presidente ha decidido romper con cualquier mediación política, con cualquier cálculo racional de sus posibilidades políticas, con cualquier estrategia razonable de alianzas tácticas y estratégicas. Es decir, se piensa como el presidente de cualquiera de las dictaduras que en el país han sido. O, mejor dicho, especialmente de las más violentas y más irracionales. La idea gramsciana de “hegemonía” le es completamente ajena. El modo de dominio que ha emprendido es el más irracional, el más violento, el más ayuno de cualquier fundamento moral. A no ser que el concepto de la superioridad de la propiedad sobre cualquier otro principio de convivencia humana pudiera ser elevado a la condición de fundamento moral. En estos días -a partir, especialmente, de la movilización universitaria de esta última semana- la hoja de ruta presidencial se ha complicado. Y están a la vista nuevos datos como los de la protesta obrera y popular que rodeará al próximo 1ero de mayo, que insinúa una nueva etapa en la política argentina. ¿Qué mecanismos pondrán en juego las autoridades legales? ¿Tendrán algún argumento distinto de la fórmula “gases y palos” que propugna la ministra de seguridad? La resolución de esa incógnita es políticamente dramática: es tentador su uso en términos inmediatos, de muy corto plazo. Pero un enfoque un poco más inteligente aconsejaría mucha prudencia en su empleo. La propia ministra podría explicarles a sus subordinados y a sus jefes los peligros que esa línea tiene: a su uso y abuso le debe ella el vertiginoso declive que su carrera (y la del presidente de entonces) sufriera en medio de la crisis de 2001. Por ahora, el gobierno no muestra ningún plan “b” para el caso de que sus provocaciones y sus amenazas no rindan resultados favorables. Por ahora no ha mostrado otro rostro que el de la prepotencia, la amenaza, la carencia de cualquier recurso que merezca llamarse político. Pero las verdades de la política son duras y se imponen tarde o temprano. Si al luminoso anuncio de unidad y lucha que mostró la movilización popular-universitaria no se le responde con racionalidad y respeto democrático, se puede entrar en un territorio muy complejo y difícil de prever. Y el problema principal es que el presidente no ha mostrado ninguna señal de contar con un plan “b”.

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por