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  • Cabernet Sauvingnon, el rey de los tintos

    Gualeguaychu » El Dia

    Fecha: 27/04/2024 21:35

    Es cierto que en la Argentina hace tiempo que no reina el Cabernet Sauvignon, pero eso no le quita ni méritos ni reconocimientos. Por algo sigue siendo el vino que mejor añeja, con los de Burdeos como exponentes inigualables. Dicen que esa capacidad de guarda, esa longevidad única es la que baña de una mística especial a esos tintos. No por casualidad, la mayoría de los países productores del mundo buscan lucirse con sus grandes vinos a base de este varietal. Claro que sus caprichos le permiten adaptarse a cualquier terruño, pero no de la misma manera. Es decir que esa plasticidad que ofrece por un lado se convierte en muchas exigencias a la hora de dar vida a un gran vino por el otro. Pero sacando las excepciones marcadas por el clima y que erigen a otros cepajes en el trono, el rey en el mundo es el Cabernet Sauvignon. En nuestro país lo fue durante muchos años. Cuando las bodegas empezaron a elaborar grandes vinos, se miraron al espejo de Burdeos y así fue como, a mediados del siglo pasado, nacieron los primeros exponentes top a base de Cabernet Sauvignon, que luego derivaron en el llamado “corte argentino” (Cabernet, Merlot y Malbec); una trilogía bordelesa, por el origen de las uvas, pero con sello nacional, ya que en Francia el Malbec casi ni se utilizaba. Con el cambio de mentalidad, llegaron los nuevos vinos. Atrás quedaron los tintos clásicos, amables y de paso fluido, y les dieron paso a los más concentrados y con un protagonismo mayor de la madera (barricas nuevas de roble). Asimismo, la necesidad de exportar obligó a las casas vitivinícolas a modificar su paradigma, a salir a reconvertir las viñas y a tecnificar las bodegas para poder competir con los ya bien posicionados ejemplares de Chile, Estados Unidos y Australia. Justo en ese momento, con un timing envidiable, irrumpió el Malbec y destronó en el ámbito local al Cabernet Sauvignon. Pero la asignatura sigue pendiente. Esto quiere decir que el rey puede regresar por distintos caminos, ya sea por la altura de Uco como por los terruños clásicos. No obstante, a lo largo de todo el país, el Cabernet Sauvignon avanza, a paso firme pero sigiloso. En los Valles Calchaquíes, por ejemplo, hay un terruño que le devolvió el prestigio al varietal: Chañar Punco, donde se lo está elaborando con toda la personalidad e impronta del norte. En la Patagonia, por su parte, algunas bodegas están venciendo los límites geográficos que propone el cepaje y están logrando vinos con un nivel de madurez óptimo y una calidad que les permiten concebir algunas de las etiquetas top. Y aunque no se trata de una carrera por ver cuál es el más plantado o el que vende más, hay cuestiones naturales de cada variedad que marcan a fuego su futuro. En nuestros terruños, el cepaje emblemático argentino ha demostrado dominar la escena, pero el Cabernet Sauvignon cada vez tiene más chances de recuperar su trono, al menos simbólicamente, porque hoy todo el know how que se desarrolló en pos de lograr ese vino único sirve para todos los demás. Y así como los Malbec de hoy son más expresivos y profundos, relegando concentración y ganando en complejidad, la fineza natural del Cabernet Sauvignon puede alcanzar otro estadio, con una frescura firme y un carácter frutal mucho más austero que su par, pero a su vez mucho más complejo. Los estudios de suelos en pequeñas parcelas que las mejores bodegas están encarando, pronto mostrarán el camino a seguir. Actualmente, el componente calcáreo de los suelos está muy bien aprovechado en los Malbec, una variedad que madura antes que la Cabernet Sauvignon. Pero cuando se logre garantizar el nivel de madurez óptimo en los mejores terruños, estaremos en presencia del nuevo gran vino argentino. Y si la Argentina logró el respeto y la admiración del consumidor global con el Malbec, es muy probable que con el Cabernet Sauvignon pueda lograr lo mismo. Ayer, hoy y mañana Los varietales de Cabernet Sauvignon de hoy, desde Salta hasta la Patagonia, ya no son sobremaduros ni prevalece su carácter vegetal con esas notas de piracinas (morrones verdes y rojos) que tanto se sentían en las copas. Tampoco el roble juega un papel predominante; está presente porque es necesario para garantizar la longevidad, pero ya no se sienten los dejos a vainilla y los tostados como antes. Son vinos más apoyados en el perfil frutado de la uva; y cuando están bien logrados, exhiben una textura firme y delicada. Todo esto, coronado con una frescura natural bien integrada, da un paso por boca único y una profundidad más atractiva. Y aunque el Cabernet Sauvignon nunca fue un vino de impacto, como sí lo es el Malbec, los ejemplares de hoy son más sutiles y van de menor a mayor. Es decir que todo está dado para que comiencen a desfilar los mejores Cabernet Sauvignon de nuestra historia y nosotros estamos acá para disfrutarlos. Es un nuevo comienzo de un largo camino ya que no solo la experiencia de cada cosecha enseñará y marcará los pasos a seguir, sino también lo hará el paso inexorable del tiempo con los vinos en la estiba. Y sin caer en futurología, esas degustaciones, las de los Cabernet Sauvignon de guarda, serán las que lo consagrarán definitivamente. Y si hoy con los Malbec se está hablado que longevidades que pueden llegar hasta los 40 años manteniendo sus atributos, con los Cabernet Sauvignon no hay dudas de que se puede duplicar ese período y llegar a la mítica barrera de los 100 años… vivitos y coleando.

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