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  • Milei, entre el rugido y la realidad: el impacto de la marcha universitaria

    » Clarin

    Fecha: 27/04/2024 20:38

    Las contradicciones entre su discurso y la realidad es lo que debe resolver Javier Milei. No es el único político que sufre esos desfasajes, pero de resolverlas rápido y con eficacia depende el éxito de su gestión. No le es fácil: su discurso es su mejor arma, la que mejor utiliza para atraer y para hostilizar, pero ese método choca con la realidad del sistema que impugna y con el que tiene que, en definitiva, pactar. Algunas gruesas muestras de esas contradicciones ya habían quedado al desnudo y ahora, fueron mucho más expuestas luego del impacto de la marcha universitaria, cuya importancia fue su masividad, composición y extensión nacional, quizás esto último, lo más sorprendente. También evidenció los errores y torpezas del oficialismo ante cuestiones complejas como lo es la educación. La universidad pública es un símbolo indiscutible de singularidad argentina. Se podrán discutir y cuestionar muchos aspectos educativos y políticos, también su sesgo en muchos casos, pero lo que no puede ser erradicado del imaginario colectivo es el camino aspiracional que representan las universidades. El error del oficialismo fue caricaturizar a las universidades públicas con su lente distorsionado, un calco de lo que el kirchnerismo hizo pero con otro sentido, sin medir la raigambre que tienen en la sociedad. Gran parte de los manifestantes estuvo constituida por familias vinculadas a la vida universitaria y, sobre todo, jóvenes donde Milei tiene, o se supone que tiene, su cantera de adherentes. Se notó en la Capital, y también en todos los lugares del país donde hubo marchas de una masividad sorprendente. El Gobierno intentó, sin éxito, reducirla a una manipulación kirchnerista, de Sergio Massa, la UCR y de la izquierda. En eso, como crecientemente en otras cosas, coinciden con quienes quiere descalificar. El error más grave que contiene esa visión pobre que se le dio a sus supuestos enemigos un poder de convocatoria que hoy no poseen. Y el pifie de la política fue intentar montarse, en un acto de oportunismo advertible hasta para el más distraído. Lo importante de la marcha no estuvo en un palco manipulado, con oradores que la pretendieron usar con un fin sectario, sino en la marea de gente que asistió, con pancartas caseras y consignas propias del ingenio no reglado por los esloganes políticos. Por si fuera poco, las internas oficialistas, que florecen por doquier, abonaron el terreno de la protesta. Son tantas e intensas que el Presidente amaga con echar a quienes las operen. ¿Se animará con Santiago Caputo, su alter ego? Milei, en definitiva, fue como esos boxeadores confiados en su poder que se confían y se comen una mano inesperada. Para disimular, retrocedió rugiendo. Enseguida mandó a negociar en serio, no a provocar, su reflejo instintivo. Fue el reconocimiento de que el mensaje le había llegado y de qué manera. Aunque aún bajo ese efecto, hizo un stand up ante lo que se supone en la más genuina representación del liberalismo para tratar de demostrar que nada había cambiado. En ese ambiente amistoso había vetado la concurrencia de economistas que no son de su palo, su agrado o que lo critican, como Ricardo López Murphy, empero uno de sus aliados. No se animó a exigir que Macri no fuera, pero logró que el ex presidente pasara casi desapercibido porque Milei estaba dispuesto a que no tuviera protagonismo alguno. En su discurso, no dejó títere con cabeza: Melconián se retiró en medio del prosaico stand up presidencial. Rugiendo, salió a negociar la Ley Bases, como lo ordena la política. Ya no confunde que por un lado insulte al Congreso mientras por el otro es claro que necesita que le aprueben alguna ley: hasta ahora marcha invicto en ese rubro. Cuando entra la dinámica política en acción, se debe negociar y así lo descubre finalmente el Gobierno bajando muchas de sus aspiraciones maximalistas, sobre todo las que afectaban a la estructura sindical. Los que exigían negociar bajo la amenaza de no votar eran los aliados de Milei, que tiene pocos legisladores de demostrada experiencia. Si para que se apruebe en Diputados se hace tamaña negociación, habrá que ver qué pasa en el Senado, donde Milei está en manos de los gobernadores. Milei tiene una meta por encima de cualquier otra y que es bajar la inflación y hacerla tolerable. Un objetivo que la sociedad desea. Para lograr esos índices, actúa la recesión con fuerza y tiene consecuencias concretas. ¿Cuál será el nivel de tolerancia social? El Presidente, en tanto, está dispuesto a llevar su batalla al corazón del acontecimiento cultural más importante del año, la Feria del Libro. La cultura es, debiera ser, tolerante con las ideas ajenas, no un baluarte de facciones que se consideran propietarias únicas de las ideas en un acto de apropiación autoritario, como quedó evidenciada en la apertura del evento. Las críticas, aún las más duras y merecidas a la política libertaria, no pueden ser dichas en forma de amenaza. En nada ayudó la ausencia económica oficial en la Feria y la simbólica, con un secretario de Cultura que hizo un paso casi clandestino por el predio, en otro acto incomprensible. En la pista central de la Rural, Milei piensa presentar su libro como un desafío a ese entorno que le es hostil: Karina fue a inspeccionar antes de la apertura esa pista donde desfilan en julio los campeones de la exposición ganadera. Allí se plantaría el Presidente para presentar su opúsculo.

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