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» Infobae
Fecha: 27/04/2024 04:31
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Lanzamiento de un misil Patriot en Ucrania Claramente, desde el punto de vista estratégico, el mundo no vive en una bipolaridad, como durante la guerra fría, ni en una unipolaridad, como sucedió con el rol de Estados Unidos entre 1990 y 2021, cuando tuvo lugar la caótica retirada de la OTAN en Afganistán. El escenario, en los hechos, es una multipolaridad, con mayor autonomía de las potencias regionales. Las guerras de Ucrania y Gaza lo ponen en evidencia. En el caso de esta última, han sido públicos y ostensibles los intentos de la administración Biden por controlar las acciones militares ofensivas de Israel en Gaza y su entorno. Pero ha tenido poco éxito en este esfuerzo. Tras el intercambio de disparos de misiles y drones entre Irán e Israel, la guerra continúa con riesgo de extenderse. La ofensiva israelí sobre Rafah, donde se encuentran más de un millón de gazatíes refugiados, no ha sido abandonada ni mucho menos. Al mismo tiempo, el ministro de Defensa israelí anunció una “operación ofensiva” en el sur del Líbano para intentar neutralizar los reiterados ataques de Hezbollah sobre Israel. Las crecientes protestas estudiantiles en los campus de las más prestigiosas universidades estadounidenses, como Yale y Columbia -que recuerdan a las que hace más de medio siglo tenían lugar contra la guerra de Vietnam- están incrementando para el presidente Biden, en plena campaña electoral, un problema que amenaza con restarle votos. El interés del presidente estadounidense por contener a Netanyahu no sólo es una preocupación estratégica sino que es, al mismo tiempo, un interés electoral. En cuanto a Ucrania, el presidente Volodimir Zelensky ha logrado que el Congreso estadounidense finalmente apruebe los sesenta y un mil millones de dólares de asistencia militar. Pero en forma casi inmediata Ucrania atacó centrales eléctricas y refinerías en el interior del territorio ruso. Alcanzó blancos en la región de Smolensk, a cuatrocientos kilómetros de la frontera común. La defensa aérea rusa consiguió detectar y destruir una decena de drones, pero no pudo evitar daños importantes como los que tuvieron lugar en la fábrica de metales de Novolipetsk, clave para la industria militar rusa. Un ataque similar se realizó sobre Crimea. Esa fábrica está claramente dentro del territorio de Rusia y por ello Zelensky desoyó los pedidos de la OTAN, que hasta ahora había eludido dar armas de largo alcance que puedan propagar y escalar el conflicto. Tal es el caso de los misiles autopropulsados Taurus de Alemania. El miércoles 24 de abril el Consejero de Seguridad Nacional de Biden, Jake Sullivan, confirmó en una conferencia de prensa en la Casa Blanca que los misiles de largo alcance ATACMS que venía reclamando Ucrania durante meses y que Washington se había resistido a entregar, llegaron en marzo a Europa, hecho que no fue informado públicamente para mantener la “seguridad operativa ucraniana”. Agregó que ya se han utilizado al menos una vez para atacar objetivos rusos en Crimea. Joe Biden Explicó además que Biden en febrero había decidido ceder a Kiev “un número significativo de misiles ATACMS, pero sólo para que sean utilizados dentro del territorio Ucraniano y no en Rusia”. Puede suponerse que la administración Biden interpreta que la Crimea ocupada por Rusia en 2014 es territorio ucraniano y por eso no se habría opuesto a su uso en este caso. Como respuesta, al día siguiente el Kremlin afirmó que Kiev, a pesar de contar con estos misiles, ello no cambiará la situación en el campo de batalla, ratificando que logrará sus objetivos. Pero la Casa Blanca habría reprochado al gobierno ucraniano por el reciente ataque a las fábricas militares, centrales eléctricas y refinerías en el interior ruso, aunque Kiev está respondiendo a los recientes ataques contra su infraestructura realizados por Rusia. Puesto en este marco, la Casa Blanca muestra limitaciones para contener acciones militares tanto en Israel como en Ucrania, aunque es el mayor abastecedor de munición y equipos militares de ambos países. Paralelamente, China no tiene los mecanismos institucionales para influir sobre Rusia e Irán, que sí tiene Estados Unidos sobre Israel y Ucrania. La potencia asiática puede en todo caso “moderar” a países con los cuales tiene intensas relaciones, como Rusia e Irán. ¿Es posible una acción concertada entre Washington y Beijing para evitar que las actuales guerras deriven en conflictos militares regionales que aumenten el riesgo de un conflicto global? No parece fácil que así sea. De hecho, las definiciones del Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, en el 75° aniversario de la organización, planteando que la alianza militar occidental enfrenta una amenaza combinada de China, Rusia, Irán y Corea del Norte, van en la dirección contraria. Es posible que la visita que realiza el Secretario de Estado, Anthony Blinken, a China pueda llevar mensajes con vistas a acciones comunes para contener las escaladas militares tanto en Ucrania como en Gaza. Pero es difícil que tengan éxito en este momento, cuando Zelensky, tras la decisión del Congreso estadounidense, puede actuar con mayor autonomía, y Netanyahu, al mismo tiempo, se muestra decidido a avanzar con nuevas ofensivas que mostrarán fisuras dentro del mismo Estados Unidos. A ello hay que agregar que Ucrania e Irán son estados nacionales. Pero no lo son la red de milicias que se despliegan en Gaza, Líbano, Siria, Irak y Yemen, que le responden pero tienen cierta autonomía respecto a Teherán. Claramente el mundo se encuentra en un sistema de poder multipolar. No sólo los organismos multilaterales como la ONU se muestran incapaces de resolver, o por lo menos contener, los conflictos bélicos, sino que lo mismo está sucediendo con las potencias globales. En cuanto a las normas internacionales que buscaron regular la guerra más de un siglo atrás, como la declaración previa, el trato a los prisioneros y la protección de la población civil, ya hace décadas que quedaron en el pasado.
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