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  • Un circuito que se adapta a la crisis e intenta sobrevivir a pesar de los costos

    » La voz

    Fecha: 27/04/2024 03:44

    Después de dos años de ebullición posterior a la quietud de la pandemia, el sector de la música en vivo ha vuelto a evidenciar lo que sucede más allá de sus límites. En medio de una agudizada crisis económica y una recesión cada vez más palpable en la calle y en el bolsillo, el circuito de shows en vivo y festivales lo resiente especialmente. Ya puede verse en el caso de grandes productoras y artistas. A diferencia de 2022 y 2023, los anuncios de shows no se multiplican semana a semana y lo que meses atrás fue una bonanza de conciertos, hoy se parece bastante a una meseta. Como una plaza con permanente actividad cultural, Córdoba tiene una larga tradición de bares culturales y espacios con música en vivo. En esa escala de shows pequeños y medianos, el freno general de la economía se siente. Con variaciones y casos particulares, todos los agentes del sector se adaptan a una época de vacas flacas a nivel general. Panorama gris La gestora Hebe Sosa acumula experiencia en shows medianos (de hasta siete mil personas) y en pequeños, con algunos cientos de tickets vendidos. Como mánager de Toch y productora local de La Delio Valdez, entre otros roles de una industria multitasking, aporta una visión construida durante años y que actualiza prácticamente cada fin de semana. “Todo se está retrayendo bastante. Propuestas que este año naturalmente iban a dar un salto hacia un lugar más grande se quedaron en la misma sala que hicieron el año pasado”, aporta como diagnóstico inicial en diálogo con La Voz. “Para las bandas que han crecido y tienen estructuras más grandes, va a ser año muy heavy”, anticipa. “Ya está pasando mucho que están achicándose los staffs (grupos de trabajo) de cada artista. Lamentablemente, se corta por el hilo más fino. Va a ser un año de muchísimo cuidado. No se va a poder arriesgar demasiado”, plantea. El balance entre costos e ingresos, según cuenta, es cada vez más negativo para las ganancias de la producción, que suele adelantar el pago a proveedores y otros costos con su propio bolsillo, y luego repone esa inversión inicial sin ajuste por inflación alguno. Como factor puntual que sirve como termómetro, Sosa señala que actualmente el público opta por comprar los tickets “muy sobre la hora”. “Durante el verano, en enero y en febrero, en los shows que estuve haciendo la gente no dejó de salir, pero sí se notó que no compraba entradas anticipadas, sino que decidía en los últimos días. Y en marzo y en abril sí se notó que la gente entró en el año y está guardándose el peso por las dudas”, reporta. Gastos en alza, ingresos en baja “Cada gasto que vos ponés en la planilla son cientos de miles de pesos. El traslado y la técnica son lo más difícil”, señala Sosa a la hora de pensar los costos más complejos de afrontar. En ese sentido, el promotor Lautaro Airaldo Keller, de Nagasaki Records, confirma que el impacto del rubro movilidad, con sucesivos aumentos en pasajes de larga distancia (40% solo en diciembre) y nafta (casi un 200% en los últimos cinco meses), es notable. Para su último evento, que programó al grupo Dum Chica en Casa Babylon, el valor de los traslados implicó el 70% de los ingresos brutos de la venta de tickets. “Fue bastante particular en ese caso, pero en general se te va un 50% de la recaudación en traslados. Es el gasto más grande que tenemos nosotros a la hora de producir y de ‘importar’ bandas interprovinciales”, apunta en referencia al rango de conciertos que abarca, con artistas como Mujer Cebra o Winona Riders, y audiencias de entre 300 y mil personas. Para dimensionar el impacto, un pasaje de ómnibus entre Buenos Aires y Córdoba cuesta actualmente unos $ 30 mil por tramo en formato coche cama. Para una banda de cinco personas, se necesitan $ 300 mil sólo para cubrir el transporte de ida y vuelta. A un precio promedio de $ 6 mil, hacen falta vender al menos 15 tickets sólo para pagar ese gasto, que, desde ya, no es el único. Sosa, en tanto, aporta el costo de un traslado en colectivo de gira privado, equipado con sectores para dormir y lugar para unas 12 personas: $ 1.000 el kilómetro, algo así como $ 1,5 millones para ir y volver a Buenos Aires. Desde Chilli Street Club, en tanto, refuerzan el diagnóstico general desde el lugar de las salas. “Hoy en día, está difícil realmente para hacer shows así intermedios como los que nosotros hacemos, por ejemplo, con Javier Malosetti, quien viene con sus músicos, que hay que pagar avión con un extra de equipaje, y hay que buscar un hotel”, ejemplifican. Para tomar en cuenta otro caso concreto, se puede observar al grupo Cony La Tuquera. Actualmente, y con 13 años de trayectoria recién cumplidos, la banda de música tropical, cuarteto y rock tiene una formación de siete integrantes, que puede ampliarse a 10 o a 12, según el caso. “Si hay plata, hay banda completa”, sería el eslogan imaginario. Merma de público, ¿y después? “Se ha reducido un 30% el público”, dice Airaldo Keller sobre este inicio de 2023, que también advierte la demanda de promociones y descuentos de cada vez más gente. “Un poco más que antes, la gente se anima a pedirte y a decirte: ‘Che, no tengo un mango’. Por ahí pasaba antes también, pero no con la frecuencia y la cantidad con la que pasa hoy”, asegura. “El público solicita cada vez más el acceso a promociones de financiación, cuotas sin interés y demás”, refuerza Tomás Pendini, de la ticketera Alpogo, que también destaca sin medias tintas “una baja en la cantidad de tickets vendidos en comparación con el primer trimestre del año pasado”. “Si bien todos los años notamos que las producciones de shows pequeños y medianos no pueden acompañar el ritmo de la inflación, después de diciembre eso ha sido mucho más complejo. El productor queda en un crucigrama raro porque si aumenta los precios, baja las ventas. Pero si no aumenta, no logra cubrir los costos de la producción”, analiza. Esa ecuación, menos poder adquisitivo a nivel general y más costos que encarecen el precio promedio de la entrada, es el mayor desafío que afrontan los productores. “No se han podido actualizar para nada los precios. Algunos sí, no queda otra, y vas tanteando y siendo superprudente con cuánto lo tenés que subir”, comenta al respecto Sosa, quien también tiene en cuenta la referencia de lo que sucede en otros conciertos. Según un sondeo propio, el promedio de tickets para shows de bandas locales ronda entre los $ 5 mil y los $ 7 mil. “Banda nacional, entre $ 8 mil, $ 9 mil y $ 10 mil, dependiendo del target y la cantidad de gente. Y banda grande, mainstream, entre $ 20 mil y $ 30 mil. Esos son los parámetros que estoy leyendo actualmente”, completa. “Intento ponerme en el lugar del público a la hora de producir. Hago el ejercicio imaginario de pensar como alguien que va a ir al show”, suma Airaldo Keller, quien plantea una conjetura casi obvia: “Si alguien no puede cubrir el alquiler o el servicio de internet de su casa, ¿cómo pretendés cobrarle arriba de $ 15 mil? Y es lo que tendríamos que estar cobrando. Sin embargo, estamos en menos de la mitad de eso”. Ante ese escenario, la única salida posible parece ser la del ingenio. “Me parece muy acertado el caso de Los Caligaris, de haber ido al Teatro del Libertador. Para la gente que va a verlos, ese contexto es totalmente diferente. Eso hace al diferencial y a la razón por la cual no te podés perder eso”, suma. “Como ha sucedido antes, es una oportunidad para las bandas en desarrollo que sigan pudiendo ‘bancar los trapos’ haciendo algo más barato”, subraya Sosa. “La gente no va a dejar de consumir y no quiere dejar de hacerlo. En la medida de lo posible, va a ajustarse y va a ver menos cantidad de shows”. Para ella, en definitiva, la opción es una sola: “La única manera de no quedarse paralizados es apostar”.

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