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  • La historia de Nicolás Balmaceda, el profesor ciego que enseña matemática en la UNC

    » La voz

    Fecha: 27/04/2024 03:42

    Nicolás Balmaceda (30) está sentado en el ingreso al edificio de la Facultad de Matemática, Astronomía, Física y Computación (Famaf) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). En su mano derecha sostiene un bastón blanco. Ante cada saludo de “buen día profesor” devuelve un abrazo y una sonrisa. Después, se levanta y se dirige a la escalera. En el pasamanos posa sus dedos sobre una chapa escrita en Braille donde lee: “Sube a primer piso” e indica las dependencias que se encuentran allí. Las aulas, la biblioteca, los baños, entre otros espacios, también están señalizados en Braille. “Este lugar es mi hogar”, sostiene con convicción este profesor de matemática que rompió barreras que parecían infranqueables y se convirtió en uno de los primeros egresados ciegos de la Famaf. Nicolás perdió la visión a los 12 años. Pero mientras la luz de sus ojos se apagaron, otra más incandescente se prendió en su interior: estudiar para desafiar al destino. “Enfrentar los desafíos diarios cansa. Porque representa grandes esfuerzos”, añade el joven. Nicolás perdió la visión, a los 12 años. Pero, mientras la luz de sus ojos se apagaron, otra más incandescente se prendió en su interior: estudiar para desafiar al destino. (Ramiro Pereyra/La Voz) La facultad, mediante el Programa de Educación Inclusiva, con apoyo de profesores y un equipo interdisciplinario, lo ayudó a cumplir sus metas. Y en ese recinto también formó grandes vínculos de amistad. Una vez que terminó el profesorado, Nicolás decidió convertirse en tutor por el Programa de Apoyo para el Mejoramiento de la Enseñanza (Paceni). Hoy, es un gran sostén para los estudiantes. Les da herramientas de estudio y los orienta en materias como Geometría euclediana, Análisis matemático, Álgebra 1, entre otras. Incluso utiliza la pizarra donde describe las ecuaciones matemáticas con tiza. “Quiero que ellos descubran su potencial y sepan cómo enfrentarse a los desafíos. Que dimensionen que hay estrategias para socializar, discutir y dar nacimiento a nuevas ideas. Resolvemos los problemas juntos”, destaca. Actualmente, son dos los estudiantes ciegos que cursan en la facultad: uno, en el curso de nivelación, y otro, en primer año de la Licenciatura en Computación. Fue él quién marcó el camino de la inclusión y ayudó a superar los desafíos para la facultad, para los profesores y para el resto de los estudiantes. Historia de superación Nicolás nació en barrio Altos de General Paz, de la ciudad de Córdoba. Sus padres aún viven allí, y tiene una hermana de 25 años. Alquila un departamento, en el que vive solo, a pocas cuadras de la casa familiar. Ahí, pasa sus horas estudiando e interpretando lo que traduce el lector de pantalla de su computadora, y usa el programa Word para tomar notas. La independencia que tiene hoy es fruto de sacrificio y de un largo proceso de aprendizaje. Cuando cursaba sexto grado tuvo desprendimiento de retina, y tras sucesivas intervenciones quirúrgicas fue perdiendo la visión. “El proceso para asumir la nueva realidad fue duro. En mi familia tuvimos que reaprender ciertas cosas y aceptar realidades dolorosas que muchas veces uno no se imagina”, relata. En ese período comenzó la secundaria en el Instituto Obispo Caixal, hasta segundo año, y luego siguió rindiendo las materias como alumno libre en la Escuela Normal Superior Agustín Garzón Agulla. A la par, aprendía Braille en la Biblioteca Provincial para Discapacitados Visuales. Estudiaba con grabaciones en casetes que ofrecían también en ese espacio. Y concurría a clases particulares de matemáticas, química y física. “Escuchaba los problemas y los resolvía mentalmente”, narra. De niño le apasionaron las ciencias naturales, pero en el colegio le recomendaron no estudiar esa especialización por su ceguera. Fue tal su insistencia que logró hacerlo y se recibió. Pensar en métodos de estudio Nicolás comenzó la Licenciatura en Matemáticas cuando tenía 17 años. Ese inicio facultativo fue difícil, pero no se amedrentó. Tenía que discernir lo que escribía el docente en la pizarra con lo que grababa, y tomaba apuntes como podía. “Después del secundario muchas personas ciegas no estudian más. Es una realidad que está latente”, expresa Nicolás. Y aconseja: “Hay que tener mucha paciencia”. A la vez, considera que hay que repensar el modo de dictar clases. Y argumenta que hay prácticas que pueden ser mejoradas para fomentar la inclusión, como seminarios, talleres y laboratorios, donde hay espacios de diálogo y el protagonista es el estudiante. En ese camino de aprendizaje, estuvo tres años estudiando la licenciatura y luego la abandonó. “Tuve una crisis”, cuenta. Despúes, hizo unas materias de Filosofía, y se dio cuenta de que quería ser docente. Entonces, se decidió por el profesorado. Se recibió y ahora va por un doctorado. “Estoy leyendo mucho para poder formular un proyecto y tengo ayuda de quienes fueron mis docentes”, acota. En la Famaf hay señaléticas en braille. (Ramiro Pereyra/La Voz) Pasión por las matemáticas A Nicolás, la matemática lo apasiona y divierte, pero también la ve como una disciplina emancipatoria, lejos de quienes la consideran elitista y sólo para algunas personas. Cree que no es así, y manifiesta que en épocas de tecnología se necesitan redes humanas para recordar que “no estamos solos”. “La ciencia no es simplemente sentarse a hacer cuentas sino que permite mirar a tu alrededor y ver la realidad que está viviendo una persona. Y dar respuestas”, agrega. Por su experiencia autodidacta –cuando estudiaba no había textos matemáticos en Braille y aprendió a interpretarlos a través de la computadora– junto al profesor de Tecnología Inclusiva Freddy Restrepo, armó el Código matemático unificado en Braille para Iberoamérica. “Fue un trayecto largo y agotador”, se sincera. Nicolás, alienta a las personas ciegas a seguir estudiando y se propuso difundir el programa de inclusión de la Famaf para sumar estudiantes. (Foto: Ramiro Pereyra/La Voz) Además, desarrolló en conjunto con “Pañol de Elementos” del laboratorio, la tabla de velcro, un material didáctico que permite la interacción entre los estudiantes ciegos y quienes pueden ver. Con un fibrón de lana se trazan curvas y describen fórmulas matemáticas. También contiene fichas en Braille y en caracteres visuales con simbología matemática para establecer un código común entre docentes y estudiantes con ceguera. Nicolás alienta a las personas ciegas a seguir estudiando y se propuso difundir el programa de inclusión de Famaf para sumar estudiantes. También presentó un proyecto para ir a las cárceles, y entiende que la universidad debe estar abierta al resto de la sociedad. “Las personas pueden lograrlo”, dice, seguro. No lo dice por pudor, pero se ofrece como prueba.

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