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  • Es la cultura, estúpido

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    Fecha: 27/04/2024 01:39

    No me gusta la palabra estúpido aunque la primera acepción del diccionario sea necio (que no sabe lo que debería saber), porque la segunda acepción es falto de inteligencia, calificación que no le cabe el presidente Milei, a quien le sobra inteligencia y su problema es otro. Puse estúpido parafraseando la frase que quedó como axioma de la política cuando, en la campaña electoral en la que Bill Clinton terminó derrotando a George Bush padre por no ver cuál era el problema, le había dicho: “Es la economía, estúpido” (It’s the economy, stupid). La traducción de estúpido al inglés no es únicamente stupid sino idiot, lo que ya es un insulto, ajeno a mi voluntad, aunque en su origen no era un adjetivo irrespetuoso y despectivo, viene del griego idiotes y se aplicaba al analfabeto político al que Platón criticaba por no cumplir la responsabilidad del ciudadano de preocuparse correctamente por lo público. El diccionario español define idiota como “corto de entendimiento” o “engreído sin fundamento para ello”. Pero más allá de la etimología, deseo asignarle el significado de “ceguera paradigmática” por parte del Presidente y sus mayores seguidores, simplificado a su muletilla: “No la ven”. Creer que no había motivos para que se mantuviera la marcha en defensa de la educación pública después que previamente el Gobierno hubiera actualizado la partida de recursos que le enviaba a las universidades, aun si hubieran sido los que correspondían, parte del mismo error de creer que quienes marcharon fueron engañados tras la consigna de que el Gobierno iba a cerrar la universidades públicas. Echarle la culpa a Sandra Pettovello o a quien depende de ella, el secretario de Educación, Carlos Torrendell, es otra forma de negacionismo exculpando al Presidente y a sus principales voceros del ataque sistemático a la cultura y a todos los productores de bienes culturales, sean profesores, científicos, artistas, escritores -por eso las manifestaciones en contra de Milei continúan en la Feria del Libro- o periodistas -a quienes denigra constantemente. Resulta lógico que quienes pretenden llevar adelante una batalla cultural porque consideran que la cultura vigente es perniciosa confronten con los productores de bienes culturales, nuevamente los profesores, científicos, artistas o periodistas, e incluso más: que confronten también con todos aquellos que producen profesionalmente pensamiento y sean sujetos de referencia de los anteriores, como se viene viendo con economistas y juristas, entre otros. Esto no les gusta a los autoritarios El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad. Hoy más que nunca Suscribite La misma miopía del Gobierno se manifiesta en minimizar la marcha del martes haciendo foco en que también la protagonizaron los mismos actores del pasado: la CGT y políticos como Massa y Kicillof, cuando la participación de esos sectores fue mínima, o ya directamente el mal gusto de la vicepresidenta, Victoria Villarruel, al referirse irónicamente a una persona fallecida (“Hebe, lo que te perdiste”, tuiteó) para denostar la representación de una Madre de Plaza de Mayo en la manifestación, la que también fue mínima y simbólica. Buscan minimizar el papel central de los estudiantes en la marcha como su compromiso cívico, de la misma forma en que pusieron en duda su libre albedrío al repetir que los estudiantes son adoctrinados en las casas de estudio. El politólogo libertario Agustín Laje, refiriéndose a los jóvenes, tituló su último libro, Generación idiota, una crítica al adolescentrismo (el anterior casualmente llevó como título La batalla cultural). Para Laje, “el idiota fundamenta su opinión en absolutamente nada”, “el idiota cree que construir una opinión sobre algo depende de lo que él sienta, depende de sus emociones”, “el idiota jamás dice yo pienso esto o yo conozco esto, el idiota solamente se dedica a sentir como cualquier tipo de animal”; “el idota insulta la condición de homo sapiens porque es un homo pero no un sapiens, entonces el idiota está siempre abierto al engaño”, “el idiota en lo último que va a pensar es en pensar, el idiota va a consumir, el idiota va a arrodillarse al mensaje bien diseñado que determinadas élites le van a incrustar en su pobre cabecita”. Pero, paralelamente, se puede decir que Agustín Laje sí “la ve” al ver que el modelo económico que Javier Milei pretende instaurar encontrará su principal resistencia no en los actores económicos sino en los actores culturales, como ya viene quedando demostrado. En su libro previo, La batalla cultural, Laje sostiene que “la cultura se ha vuelto central para la política” (...) “desde 1968 el grueso de la díada –izquierda/derecha– se va definiendo en torno a la cultura”. Entre varios movimientos sociales de 1968, el principal fue el Mayo Francés, iniciado justamente por los estudiantes. Y en la presentación del libro de Laje se sostiene: “La cultura se ha vuelto estructural. Se confunde con lo económico, penetra por completo lo político: la cultura atraviesa el corazón mismo del poder”. Quienes se manifestaron el martes no lo hicieron solo por la educación pública sino por la cultura, de la cual la educación es el primer eslabón y deja su huella para toda la vida, siendo los adultos su producto y agentes. Un error conceptual en Marx fue considerar la cultura como una consecuencia de la economía: “La infraestructura construye la superestructura”. Mientras que todo liberal se le opone sabiendo que es la superestructura (la cultura) la que construye la infraestructura (la economía). Los radicales, a quienes tanto más que a los kirchneristas desprecia Milei, fueron quienes instauraron la cultura liberal en la universidad argentina. El origen del nombre Franja Morada se remonta al año 1918, a los agitados días de la reforma universitaria, cuando los estudiantes cordobeses expulsaron de la universidad al clero y a la aristocracia academicista que gobernaban en forma cerrada las casas de estudio. Entonces, un grupo de estudiantes hizo flamear como bandera las cortinas que adornaban el salón de grados de la universidad, las cuales eran de color morado, al igual que las estolas que los sacerdotes usan alrededor de su cuello, como símbolo del régimen que habían derribado, y a modo de identificación para aquellos que impulsaban la reforma. Otro indicio más de lo poco liberales que son los libertarios.

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