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  • Las barbas de tu vecino

    » Diario Cordoba

    Fecha: 27/04/2024 01:28

    ‘Cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar’, dice el refrán castellano. Lo recuerdo a raíz de la manifestación multitudinaria que, bajo el lema ‘Canarias tiene un límite’, congregó hace unos días a ciudadanos de las ocho islas canarias -con ecos también fuera del archipiélago- para clamar por un nuevo modelo de turismo, dado que el actual está acabando con la identidad e incluso la estructura económica tradicional de las islas. El problema afecta a la vivienda, al enriquecimiento de unos frente al empobrecimiento del resto, a la masificación, los salarios, la saturación de las carreteras y de los espacios naturales, la pérdida de calidad de los servicios o el alto precio de los alquileres. Los canarios se sienten expulsados de su propia tierra, y para evitarlo reclaman una moratoria en la construcción de nuevos hoteles, limitar el acceso a la vivienda por parte de extranjeros, fijar una ecotasa y cambiar el modelo, que ahora representa el 35% del PIB canario y en torno al 40% del empleo total. Es, quizás, la primera llamada de atención en este sentido que se produce en territorio español, pero no tardará en prender la llama en otras ciudades, víctimas consentidas de una apuesta suicida por el turismo de aluvión a costa de renunciar a sí mismas, mientras potencian sus agendas festivas y ven cómo se gentrifican de manera salvaje sus centros históricos, sometidos a una reconversión sin precedentes que implica un traumático cambio de usos y el desahucio de los residentes; se multiplican los alojamientos turísticos en perjuicio de los alquileres convencionales, y se masifica todo, al tiempo que se reduce la calidad de vida de quienes aún se resisten a huir. Hablo en términos genéricos, perfectamente extrapolables, no obstante, a Córdoba, una de las ciudades españolas que más sufre la perversión de los fines últimos del turismo; la ‘tematización’ de sus espacios patrimoniales y urbanos; la creación de discursos bastardos, con el peligro más que evidente de exacerbar los tópicos y el costumbrismo anacrónico; la pérdida del valor histórico acumulado, al convertir lo genuino en puro artificio de cartón piedra o incurrir en la mimetización global; la insostenibilidad, derivada de la multiplicación de los alojamientos turísticos, el encarecimiento de la vivienda, el despoblamiento y la saturación, a punto siempre de rebasar peligrosamente su capacidad de carga y colapsar; la primacía de la forma sobre el fondo, del estereotipo sobre el valor patrimonial, del artificio y la complacencia sobre la tradición, la autenticidad, la preservación y el equilibrio secular, menos rentables. Son muchas las voces que lo vienen denunciando, y poco a poco serán más, porque mucho me temo que la solución al problema habrá de partir de la propia ciudadanía. La multiplicación del empleo, el dinero rápido y la transformación de la ciudad en un parque temático con sabor a jolgorio continuo y resaca suponen, de entrada, reclamos irresistibles. Sin embargo, cuando la espuma se asienta la gente termina por darse cuenta de lo efímero de todo ello, percibe el altísimo precio que se está pagando a cambio y, antes o después, aboga por volver a su esencia de siempre, que es justo la que empezó atrayendo al turismo de masas. ¿Cuánto más tardaremos en enmendar el rumbo? Sólo espero que la reacción no llegue demasiado tarde, porque hay procesos que terminan siendo irreversibles. Mientras tanto, la ciudad sufre una profunda metamorfosis que la aleja de su identidad en beneficio de un espectro ajeno a sí misma. *Catedrático de Arqueología Suscríbete para seguir leyendo

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