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  • Clara Mariño, del gesto de Alfonsín que le cambió la vida a su vínculo con Neustadt y sus pedidos imposibles

    » La Nacion

    Fecha: 27/04/2024 00:11

    >LA NACION>Espectáculos>Personajes Información basada en hechos y verificada de primera mano por el cronista, o reportada y verificada por fuentes expertas. Noticia Original Fue la productora del exitoso Tiempo Nuevo, el programa que modificó la manera de hacer análisis político en televisión; su experiencia como docente y su presente en la radio Exclusivo suscriptores Pablo Mascareño Para LA NACION Escuchar Clara Mariño es mucho más que aquella productora que era el sostén inequívoco de Bernardo Neustadt en el recordado Tiempo nuevo, que le dio envergadura de show televisivo al análisis político frente a cámaras. De estricto perfil bajo, hizo de su vocación periodística un modo de vida, aunque en su familia no había antecedentes en este oficio. Mujer de tono bajo, extremadamente amable y rigurosa en su buen decir. Quizás un poco a contramano de los modos toscos que atraviesan estos tiempos. Nació y vive en Flores . Su colegio, el Misericordia, quedaba en el barrio. Aficionada al deporte, aprendió a nadar y a jugar al tenis en Vélez Sarsfield, el gran club más o menos cercano a la casa de su infancia. No tuvo hijos . En su mesa de luz descansan unos cuantos volúmenes, ya que suele abordar varios títulos en simultáneo. Acaba de terminar Liderazgo, de Henry Kissinger, y releyó El apocalipsis, de Oriana Fallaci. El cine y la música son otras de sus pasiones . En los últimos días fue espectadora de los films Lazos de vida, con Anthony Hopkins y Anatomía de una caída, con Sandra Hüller, perlas de la cartelera actual. No escucha música mientras maneja porque la transporta de tal forma que la distrae demasiado. En su universo, puertas adentro, suena el rock sinfónico –una de sus debilidades– con Pink Floyd, Yes, Genesis, Sting y Queen a la cabeza. Tony Bennett, Frank Sinatra y lo clásico también definen su perfil melómano. Durante casi dos décadas fue docente de Periodismo en la Universidad Católica Argentina (UCA) porque la entusiasma el contacto con el pensamiento de las nuevas generaciones. Hoy coordina las conferencias del Rotary Club, está al frente de su histórico programa de radio y tiene entre manos un proyecto para regresar a la televisión. Repasó su trayectoria y algunos puntos salientes de la realidad nacional con LA NACION durante la primera mañana fría del otoño porteño en un elegante restó de un centro comercial de Recoleta. Repite la dosis de café y no apura la charla. De preguntar sabe. Y mucho. Aunque ahora le toca responder. Extremadamente amable, Clara Mariño saluda con calidez a los oyentes y televidentes que la reconocen Alejandro Guyot Modos –¿Sus padres apoyaron su vocación por la comunicación? –En mi familia no había antecedentes de periodistas, así que no querían que me dedicase a esto. –¿Siempre sintió atracción por el oficio? –Sí, cuando era chica, usaba el teléfono de mi abuela para hacer encuestas sobre cine. Decía que era de TV Guía y le preguntaba a la gente cuál era su película favorita. Después comencé a escribir sobre el tema en la revista de mi colegio. –En la era Gran Hermano y donde no pocos periodistas buscan ser estrellas mediáticas exhibiendo su privacidad, usted siempre se mantuvo al margen. –Me sale naturalmente porque soy una persona reservada. Me gusta salirme de la figura pública y del mundo del periodismo y disfrutar de mi familia o de comer con amigos. –¿Cómo ve el medio periodístico hoy? –Las nuevas tecnologías implican un gran desafío. Los periodistas profesionales nos enfrentamos a las fake news, a las redes sociales como X. Creo, además, que hacer periodismo de calidad con investigaciones es muy caro, por eso el periodismo profesional está en crisis . Hay una invasión de opiniones en la televisión y la radio, pero muy poca investigación. Hace treinta años, Tato Bores hacía un personaje que se llamaba “opinator” y tenía razón. Se adelantó a la época. Por otra parte, en la televisión se perdió la conversación y el intercambio. –Algunas pocas décadas atrás se contemplaba el disenso. –También cambió la política. Recuerdo que, en Tiempo Nuevo, organicé el debate entre el senador Vicente Saadi y el canciller Dante Caputo . Años después, produje el debate entre el ministro de Economía Domingo Cavallo y Rodolfo Terragno , con la finalidad de discutir la convertibilidad. Hoy no conseguís un canciller y un senador que quieran debatir; tampoco es posible hoy que un ministro de Economía debata con un dirigente de la oposición. Hoy es todo blanco y negro y con mucha opinión y da la sensación de que la palabra del periodista es más importante que la del entrevistado. Deberíamos recrear la posibilidad de un debate y un encuentro de ideas. Esto también sucede en el mundo, donde todo es blanco o negro. Cuando estuvo en Buenos Aires Martin Baron, exdirector del Washington Post, sostuvo que hoy las audiencias, a la hora de sintonizar una radio o un canal de televisión, más que para informarse lo hacen para ratificar sus convicciones. –El sesgo de confirmación tan afianzado. –Exactamente. Si alguien espera determinado comentario y no lo encuentra, se defrauda. Una vez, reconocí en radio una decisión de (Sergio) Massa, que me parecía correcta. Cuando luego leí los comentarios en X, algunos me llamaban “ensobrada” . –¿Recibe agresiones en las redes sociales? –Hay tres o cuatro que me insultan, pero jamás los voy a bloquear, porque, si uno entra en el mundo de X, sabe que está en la autopista de la locura. –¿No la afecta? – Los periodistas debemos sentirnos cómodos con la incomodidad . No es que me guste que alguien me insulte, pero si uno está en X hay que aguantarse eso. Cuando veo políticos asustados por los trolls, me dan vergüenza , me parece una falta de coraje extrema. –Se encuentra muy expandida la posibilidad del periodismo militante, ¿no existe una contradicción en eso? – Un periodismo militante no es periodismo . En la Argentina debatimos las cosas prescindiendo de los hechos, los números y la realidad. Se puede tener una mirada sobre la realidad, pero lo que no se puede hacer es ignorarla. –¿La opinión avasalla los hechos? –Ahí aparece la posverdad. Doy mi opinión y, si no se condice con la realidad, es un problema de la realidad, no mío. Clara Mariño y la actriz Ana María Campoy, luego de ganar el premio Martín Fierro que entrega Aptra Alejandro Guyot Sociedad patriarcal –Cuando usted comenzó a integrar la producción de Tiempo nuevo, el ámbito era eminentemente masculino. ¿Cómo ha sido desarrollarse en ese contexto? –Cuando estudié periodismo en el Instituto Grafotécnico, de los 45 alumnos del curso, solo éramos dos mujeres, Teresa Anchorena y yo. Luego ella se dedicó al mundo del arte. Con Teresa hice mi primer reportaje, una entrevista a Alberto Lysy, fundador de la Camerata Bariloche. La segunda entrevista fue a Ernesto Sábato, quien nos atendió en un café muy lindo frente a la Alianza Francesa. Fue un hombre de una amabilidad extrema, nos sacamos un 10, no por nosotras, sino porque el que hablaba era Sábato. –Hoy el porcentaje de mujeres en las academias de periodismo es muy alto. –Cuando, en 2008, dejé de ser docente de la UCA, el número de varones y mujeres era similar. –Vuelvo a lo antes, ¿cómo fue, siendo mujer, manejar el equipo de producción de Tiempo nuevo? –Era un mundo muy masculino y, al comienzo, había cierta subestimación, pero logré imponerme por prepotencia del trabajo, demostrando lo que sabía hacer . Jamás me impuse a los gritos ni con una palabra fuera de lugar, es algo que no me sale. –¿Qué mujeres del periodismo político de hoy valora? –Florencia Donovan hace un gran trabajo, la veo en LN+ y escribe muy bien; Laura Serra me parece una excelente periodista. –De las generaciones anteriores, ¿qué periodista le interesaba especialmente? –Me encantaba escuchar a Mónica Cahen D´Anvers, una persona muy preparada, podía hacer entrevistas en francés o inglés. Cuando la invité a mi programa A fuego lento le confesé que me había terminado de decidir por esta profesión cuando la había visto entrevistando a Ben Bradley , director del Washington Post, abordando el tema del Watergate. –Usted se refería a su rol docente. ¿Está de acuerdo con la marcha en defensa de la universidad pública que sucedió días pasados? –Como liberal, no puedo no recordar que los liberales argentinos fueron los forjadores de la escuela pública . Julio A. Roca, con su ley 1420, tenía como director de escuelas a Domingo Faustino Sarmiento y, en la universidad, a Nicolás Avellaneda. Creo en la educación pública y las universidades deben tener el presupuesto que corresponden. Aunque debo reconocer que, a la marcha, se han sumado personas que pertenecen a la raíz del problema. Hasta ahora la izquierda se adueñó de la marcha. — Clara Mariño (@marinoclara) April 23, 2024 Tiempo de Neustadt –¿Cuándo comienza a trabajar con Bernardo Neustadt? –Nuestro primer vínculo fue cuando me hice cargo de la sección de cine y música de la revista Extra, que él dirigía. Allí también pasé por una sección donde entrevistaba a los creativos de las agencias de publicidad y, finalmente, terminé como secretaria de redacción. Estuve cinco o seis años en ese medio, luego, Bernardo me llevó a la radio. –¿Es cierto que a Tiempo nuevo ingresó en 1983 gracias a una fotografía suya con Raúl Alfonsín? –Sí. Bernardo tenía la costumbre de encomendarle a la gente joven tareas imposibles. –Para probarlos. –Exacto. –¿Cuál fue el imposible que le pidió? –En plena campaña presidencial de 1983, me dijo que le gustaría concretar en el programa un debate entre (Ítalo Argentino) Luder y (Raúl) Alfonsín . Estaba segura de que no lo conseguiría, no me conocía nadie, no tenía contactos, no sabía a quién llamar, por dónde empezar; pero había leído que (Raúl) Alfonsín daría una entrevista en Canal 13. Así que me fui a verlo personalmente. –Logró llegar a él. –Soy una persona muy tímida, pero tomé coraje y lo encaré. Le dije “doctor Alfonsín, me llamo Clara y trabajo para Bernardo Neustadt, vengo a proponerle debatir con Luder en el programa”. Creo que se apiadó de mí, porque me tomó de la mano como un padre y me dijo “No, Clara, no lo vamos a hacer; además, yo creo que gano ”. Ahí es cuando nos toman una fotografía donde se ve claramente la situación. –¿Qué le dijo a Neustadt? –Fui directa, “Bernardo, fracasé”. Y él, muy astuto, me respondió “Sabía que no aceptaría, pero me sirvió para probarte y saber que hiciste todo lo posible para conseguirlo, así que vas empezar a trabajar en Tiempo nuevo”. El gesto paternal de Raúl Alfonsín que le abrió las puertas de Tiempo Nuevo a Clara Mariño Alejandro Guyot –¿Cómo era su vínculo con Mariano Grondona, quien también formaba parte de Tiempo nuevo? –Él hablaba solo con Bernardo, no se metía en la producción para nada, así que, en lo laboral, no tuve trato directo; cuando nos veíamos era un hombre de una amabilidad extrema, extraordinario. Siempre tuvo una gran tranquilidad, lo opuesto al estado de crispación permanente de Bernardo. –¿Cuál fue la primera entrevista de envergadura que recuerda haber realizado? –Como te decía, Bernardo enviaba a los “nuevos” a misiones complejas. Tendría 25 o 26 años y me tocó entrevistar al expresidente Arturo Frondizi para la revista Extra. –¿Cómo recuerda esa experiencia? –Lo primero que me impresionó, es que, él, que había participado en la batalla del petróleo, vivía austeramente en un departamento pequeño en la calle Beruti , pero tapizado de libros. –Todo un símbolo. –Te hablaba de su encuentro con John Fitzgerald Kennedy o con André Malraux, nunca un político argentino me impresionó tanto. Hoy no encontrás uno así. –¿Por qué la sociedad actual no se enoja con la riqueza de sus políticos? – La Argentina ha sido demasiado tolerante con los temas de la corrupción . Solo nos despertamos y enojamos con estos temas cuando económicamente nos va mal. En Japón un ministro tuvo que renunciar porque desvió –no para él sino para su partido– algo así como cinco mil dólares; cuando estuve en Francia en la época de (François) Mitterrand –quien se enojó bastante con la prensa– salió a la luz que un ministro había conseguido un crédito en un banco del Estado para comprarse un departamento, fue tal la presión que se terminó pegando un tiro. José Ortega y Gasset ha dicho, refiriéndose a los años 30, “acaso el problema de la Argentina sea un problema moral”. –¿Entrevistó a Cristina Kirchner? –Sí, cuando hacía un programa en radio Continental junto a Mario Mactas; ella era diputada y me impresionó porque era muy rupturista, era interesante entrevistarla en ese momento, después se fue transformando. –Javier Milei tiene una personalidad y modos de manejar el poder bastante atípicos, ¿qué opinión le merece? –Pienso en El cisne negro, el libro de Nassim Taleb; creo que para nuestra política es un cisne negro que llegó y cambió el escenario político. Algunos políticos nos reprochan a los periodistas que lo lleváramos a la televisión, pero, en realidad, llevamos a todos. –O, en tal caso, a los que aceptan ir. –Hay una realidad, cada vez que se lo ha invitado a un programa, hizo subir el rating . –“Rendía”, como se dice en la jerga del medio. –Seguramente porque era disruptivo, rompía con lo establecido. Él, hablando de “la casta”, lograba marcar agenda y, es de manual que, si eso sucede, hay grandes probabilidades de ganar una elección. Siempre discutía con (Miguel Ángel) Pichetto, porque él me decía que había que respetar más a la política, pero yo le respondía que la política dejó de ser política y por eso surgió Milei. La política se traicionó a sí misma . La periodista y productora junto a Bernardo Neustadt y el entonces presidente Carlos Saúl Menem y el ministro Domingo Cavallo en un corte de Tiempo nuevo Alejandro Guyot Momentos salientes –El 24 de abril de 1995, el general Martín Balza hizo una autocrítica en TV sobre el rol de las Fuerzas Armadas durante la dictadura. Fue uno de los momentos más relevantes de Tiempo nuevo. ¿Cómo se produjo ese programa? –Lo venía invitando desde hacía tres o cuatro semanas, pero para hablar sobre otros temas. Finalmente, me llamó un ayudante de Balza y me dijo que asistiría al programa, pero me aclaró que leería. –Nada menos televisivo. –Me sorprendí, dado que siempre se expresó muy bien. Por supuesto, lo primero que hice fue charlarlo con Bernardo. –¿Qué le respondió? –Bernardo sabía muy bien cómo hacer televisión. Me acuerdo que me dijo “de ninguna manera” hasta que lo convencí y me pidió que lo que leyera Balza fuese corto para, luego, él poder hacer sus preguntas. Vuelvo a llamar al ayudante del general y le remarco lo aburrido que resultaría leer frente a cámaras, pero me remarcó “es muy importante lo que va a decir”. Fue un programa histórico con una gran autocrítica . –Tiempo después, el líder de Montoneros Mario Firmenich también hizo lo propio en el programa. –Llegó al canal con su familia y pidió no ir en vivo, pero, la verdad, es que no hizo ninguna autocrítica . Afirmó que habían matado a (Pedro Eugenio) Aramburu porque el pueblo lo pedía y Bernardo le dijo “yo también soy pueblo y nadie se lo pidió”. Una figura muy desagradable. El jefe –¿Cómo fue su vínculo con Bernardo Neustadt? –Siempre lo traté de usted y, en cambio, a Mariano Grondona lo tuteaba. Por supuesto, Bernardo me tuteaba a mí. –¿Era duro? –Era muy exigente, trabajaba de seis de la mañana a once de la noche y te llamaba permanentemente, incluso sábados y domingos. –Solía afirmar que dormía cuatro horas y, por lo visto, aspiraba a que usted hiciera lo mismo. ¿Cómo era el trato hacia usted? – Jamás me gritó, no se lo hubiera permitido . Soy muy tranquila, pero siempre he marcado mis límites. A veces me sonaba injusto e irracional , pero tenía, y sigo teniendo, la capacidad de decodificar lo importante de lo que no lo es. –¿Maltrataba a sus colaboradores? –No hablaría de maltrato, hoy veo algunas cosas en televisión y radio de parte de algunos periodistas que yo no toleraría si fuese productora. –¿Algún pedido delirante de Neustadt? –Además de Tiempo nuevo, hacíamos un programa de radio que arrancaba a las seis, así que, con los chicos de la producción, llegábamos muy temprano, una hora antes. Me acuerdo que una mañana llegó Bernardo y dijo “hoy quiero hablar con el Papa Juan Pablo ll” . Todos le dijeron que era una locura, lo cual lo puso nervioso. Decía: “Vengo con una gran idea, una ilusión y mi producción me la rechaza”. –¿Usted cómo reaccionó? –Miraba a los chicos de la producción y a Bernardo y no lo podía creer. Entonces, le digo “No se preocupe, voy a llamar al Vaticano”. Cuando uno le decía que iba a hacer el camino para encontrar la entrevista se tranquilizaba, lo peor que le podías decir era que algo no se podía hacer . El “no” era una palabra maldita. –Pero Juan Pablo ll, como todos los pontífices, no salía por radio. –Desde ya, pero, a las dos semanas Bernardo terminó hablando al aire con Joaquín Navarro Valls, el vocero de Juan Pablo ll. Clara Mariño y el expresidente de España, José María Aznar Alejandro Guyot El hombre –¿Es cierto que, cuando su padre atravesó un grave cuadro de salud, Bernardo le acercó a las mayores eminencias médicas? –Sí, cuando mi papá tuvo un infarto lo internamos en la clínica Santa Isabel de Flores, donde estuvo muy bien atendido. Un día, el médico que lo atendía se me acercó y me comentó que lo había llamado el presidente de una importante prepaga para trasladarlo a otro sanatorio. Con justa razón me preguntó si estaba disconforme con la atención y le dije que no. Enseguida me di cuenta y lo llamé a Bernardo para preguntarle si había sido una idea suya y, efectivamente, me confesó que sí. –¿Trasladaron a su padre? –Tuve que firmar la autorización para que lo llevaran a la otra clínica, pero, ya internado allí, Bernardo seguía llamando a todos sus amigos cardiólogos para que lo fueran a ver. Me acuerdo que una vez llegué a la habitación y lo veo a mi padre conversando con Guillermo Jaim Etcheverry, quien era el decano de Medicina. No entendía nada. “Vine porque me lo pidió Bernardo”, me dijo. Por supuesto, se lo agradecí. –Hubo un llamado máximo. –Una tarde atiendo el teléfono de mi casa y una voz me dice: “Clara, soy el doctor René Favaloro, me llamó Bernardo para que fuera a ver a su papá”. –¿Llegó a ir? –No, le agradecí muchísimo, pero le expliqué que no era necesario. –Más allá de lo invasivo, aquello hablaba del cariño que le tenía Neustadt a usted. –Absolutamente, también se portó muy bien con un problema de salud de mi mamá. –Neustadt, ¿era una persona feliz? –Es difícil saberlo, supongo que sí y que también tendría sus momentos de angustia o tristeza. –Y de mucha soledad. –El enarbolaba la frase “No me dejen solo” y no era algo marketinero, le había surgido genuinamente. Cuando yo comencé a hacer mis proyectos por fuera de él, pensaba que lo estaba abandonando, se enojó mucho . –¿Cómo le planteó que dejaba de trabajar con él? –Fue como hablar con un chico de diez años. “Mire, yo quiero hacer mis cosas, pero me quedo como asesora suya, usted me puede llamar y consultar”. Con eso lo calmé. –¿Continuaron con el vínculo? –Sí, incluso hablábamos de fútbol y yo le recomendaba películas y música. –Sin embargo, no eran amigos. –En absoluto. Bernardo Neustadt, Clara Mariño y el economista Enrique Szewach Alejandro Guyot –Usted, ¿se sentía a la sombra de Bernardo Neustadt? –Para nada. Trabajando en Tiempo Nuevo me tocó entrevistar a Mijail Gorbachov en Rusia ; en una mesa redonda entrevisté a Henry Kissinger; y también le hice una nota a Felipe González. Conocí a José María Aznar, Giulio Andreotti, al general Colin Powell. También estuve en la gestión para llevar al programa a Alain Delon, Jorge Don, Maurice Béjart o Shirley MacLaine. –¿Quién faltaría en esa lista? –Fracasé con Margaret Thatcher y Tony Blair. –Alguna vez, ¿la prohibieron? –A Tiempo nuevo lo corrieron varias veces. En lo personal, cuando asumió el kirchnerismo no me renovaron el contrato en radio El Mundo y, cuando se terminó el contrato de Ronda de editores en la TV Pública y asumió el gobierno de Alberto Fernández, a pesar de mis intenciones de seguir, tampoco me renovaron el acuerdo. Me gustaría volver con ese ciclo. –¿Cómo fue su última charla con Bernardo Neustadt? –Fue un momento muy triste, ya que sucedió en el velatorio de mi mamá. Murieron con una semana de diferencia . Para agendar Las cosas claras. Los domingos, a las 8, en Radio La Red.

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