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  • Antonio Lorente: “Le pedí a la IA que me imitara y me devolvió una imagen sin alma”

    » Clarin

    Fecha: 26/04/2024 15:27

    Dice la sabiduría popular, y dice esta mañana de frío en Buenos Aires el ilustrador andaluz Antonio Lorente (Almería, 1987), que los ojos son el espejo del alma. Él debe saber mucho de eso por dos motivos. Primero, porque todos sus dibujos comienzan por ahí, por la mirada. Y además, porque esas pupilas brillantes, melancólicas y enormes dotan a los personajes de sus libros de un soplo de vida tan inusual como conmovedor. El artista está aquí para presentar su libro más reciente La Leyenda de Sleepy Hollow (aquí más conocida como El Jinete sin Cabeza, de Washington Irving) y los tomos de Mujercitas, sobre el original de texto de Louisa May Alcott (ambos por Edelvives). Pero antes que estos libros, Lorente ya publicó otros clásicos: Las aventuras de Tom Sawyer, de Mark Twain; Ana la de Tejas Verdes, de L. M. Montgomery; Peter Pan, de James Barrie; y ahora trabaja en una versión de Carmilla, escrita por Sheridan Le Fanu en 1872, que inspiró el Drácula de Bram Stocker, según comparte en esta entrevista con Clarín Cultura, la primera de una serie que dará durante los pocos días que pase en la Argentina, para concluir una gira latinoamericana que lo llevó a Santiago de Chile, Bogotá y ahora Buenos Aires. –El primero de los tomos de Mujercitas tiene una dedicatoria muy especial: a tu abuela, a tu madre y tus tías, y sus vidas de sacrificios en un pueblo de Almería. ¿Por qué pensaste en ellas al leer el texto de Louisa May Alcott? –Es que lo leí e inevitablemente me veían ellas a la cabeza, su historia de vida, lo que pasaron con la muerte temprana de mi abuelo, que dejó a su viuda con las niñas huérfanas. Ellas vivían en una barriada de un pueblo de pescadores muy humilde. Se trata de un barrio muy tranquilo, un barrio con olor a sal como digo yo y es precisamente ahí donde me he criado hasta que me fui a estudiar con 17 años a Valencia. Luego de eso, viajé a Londres donde me quedé cinco años para aprender el idioma. Ahí trabajé de muchas cosas y también fue en Londres donde comencé a moverme en galerías. –Mujercitas en una novela muy visual. ¿Cómo trabajaste tus ilustraciones en diálogo con ese libro? –Aunque es cierto que es un libro muy visual, incluso cuando no lo son en mi cabeza yo los transformo en imágenes porque al final todo para mí termina siendo visual. Pero es verdad que en este caso, por un lado el texto y además venía con el desarrollo de Ana la de Tejas Verdes, que me había dado un entrenamiento tanto en la época como en el tipo de indumentaria. Esta experiencia previa me hizo más fácil el camino sencillo, aunque estamos hablando de dos tomos. Antonio Lorente en Buenos Aires. Foto Luciano Thieberger. –En los que las protagonistas, además, crecen y se transforman de chicas a mujeres. ¿Cómo conservaste sus identidades cambiando los dibujos? –Claramente, cada una de ellas sigue siendo ella misma, pero jugaba un poco con el pelo: por ejemplo, Jo empieza con el cabello más suelto, según crece se lo va recogiendo, luego está la escena en la que se lo corta. Pasa por mucha fases, pero ese aspecto sí que me costó. Otro tanto pasó con Ana la de Tejas Verdes, que comienza siendo una niña de 9 años y terminaba con 18. En Mujercitas, además, son un montón de personas. Entonces fue un súper reto, pero lo disfruté muchísimo, fue hermoso convivir con ellas y terminé echándolas de menos. –¿Cómo lograste darles una identidad a cada una sin dejarte influenciar por las películas y otros libros ilustrados ya existentes? –A diferencia de lo que se suele decir, que no quieres mirar lo anterior para que no te influya, yo lo veo todo para ver qué puedo aportar de nuevo. En este caso, por ejemplo, Amy March suele ser interpretada por actrices adolescentes cuando se trata de una niña de 6 años. Yo mantuve la edad original. Otro aspecto que trabajo con especial cuidado es la moda para acercar la historia a la gente del presente. Elaboro una estética determinada, que no es añeja aunque respete la época. Por ejemplo, Jo usa unos chalecos bastante contemporáneos o el tipo de estampado que uso son muy actuales. Todo terminan luciendo detalles ponibles hoy porque quiero que los nuevos lectores les llamen la atención, pero que no lo vean como algo súper antiguo sino como contemporáneo. –¿Con qué criterio determinás la imagen que vas a ilustrar? –Mi dinámica es centrarme en lo que considero que representa mejor esa secuencia porque, al final, son dos libros muy extensos y hay capítulos en los que encuentro muchas cosas y otros en los que no. El ordenamiento en capítulos, por ejemplo, me facilita las cosas porque sé que va a haber una o dos ilustraciones. Pero en todo caso, encontrar el momento clave es complicado, en ocasiones son secuencias o una acción potente y también me pasa que, si no detecto nada, vuelvo a a leer. En general, terminan saliendo naturalmente. Antonio Lorente en Buenos Aires. Foto Luciano Thieberger. –En el caso de La Leyenda de Sleepy Hollow, de Washington Irving, se trata de una historia más tenebrosa. ¿La oscuridad de una trama necesita de colores oscuros también al dibujar? –Creo que inevitablemente hace que sea así: la oscuridad da miedo y la luz da vida, es algo que está súper implantado. Pero el libro sí que me planteé la pregunta sobre cómo funciona nuestro miedo y cómo la psicología de nuestra cabeza nos condiciona. Por eso, empieza con un tono café y se va oscureciendo conforme tu miedo de lector crece porque el componente psicológico es muy importante. Al final, si te das cuenta, hay un amanecer, que es lo que suele ocurrir cuando te levantas al día siguiente y dices: ‘Pues, si no es para tanto lo que me he montado en mi cabeza’. En cuanto a la estética, utilizo mucho el método Tim Burton, quiero decir es una oscuridad que llama la atención, es una oscuridad en la que podría vivir porque es bella y no terrorífica. –¿Cómo fue que los ojos se volvieron un núcleo de tu trabajo? –Desde que tengo recuerdos de estar dibujando, muy pequeñito, siempre dibujaba ojo, incluso cuando no sabía qué hacer y copiaba. Además, el tema de la mirada me llama mucho la atención. Tengo bastante sensibilidad para saber cómo una persona se siente. De manera que eso me nace natural porque voy haciendo los personajes siempre por los ojos y con el tiempo me fui sintiendo influenciado por el surrealismo pop, que exagera los ojos y la cabeza. Yo les meto brillo y esa vibración que hace que el personaje desde su mirada te cuente una historia diferente a la que estás leyendo. Antonio Lorente en Buenos Aires. Foto Luciano Thieberger. –¿Te preocupa la inteligencia artificial en la ilustración y la generación de imágenes tomando partes de obras de autores? –Hay una base de datos con mis ilustraciones, así es que empecé a investigar sobre inteligencia artificial luego de que una persona me contara que existía un prompt con mi estilo, es decir un comando para pedirle: ‘Hazme una chica mirándose al espejo al estilo de Antonio Lorente’. Pero así como tu puedes tener todos los ingredientes perfectos para hacerla mejor tortilla de patatas, pero nunca te va a salir como la de tu abuela, pues es algo parecido: me devolvió una imagen sin alma. Entonces, por muy bien que lo haga creo que siempre será necesaria la mano humana: algo hecho con amor y por el ser humano nunca será reemplazado una máquina. O eso quiero querer porque yo soy muy optimista.

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