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  • Cien años de Gyula Kosice, el artista intergaláctico que imaginó otra vida para la humanidad

    » La Nacion

    Fecha: 26/04/2024 13:04

    Prolífico, poético, imbatible, desde que muy chico vino de Checoslovaquia a la Argentina miró el cielo con otros ojos; a un siglo de su nacimiento y ocho años de su muerte, sigue inspirando a generaciones de creadores Exclusivo suscriptores Marina Oybin PARA LA NACION Escuchar Gyula Kosice tenía una certeza y quería que el mundo la conociera. “El hombre no ha de terminar en la Tierra”, escribió en 1944 e impulsó su obra poética para dar curso a esa idea inconmensurable. Como ese cielo que no paró de admirar cuando viajó en barco desde Košice, en Checoslovaquia (actualmente Eslovaquia), hasta nuestras pampas a los cuatro años de edad. Hoy se cumple un siglo del nacimiento de este artista prolífico, poético, imbatible que murió a los 92 años en 2016. Ese deseo llevó lo llevó a desarrollar su deslumbrante Ciudad hidroespacial, cuyas piezas integran la colección del Museo de Bellas Artes de Houston. Otras están en el Centro Pompidou de París, en colecciones privadas y en el Museo Kosice. A propósito de este gran aniversario, el Malba presentará desde el 5 de julio, Gyula Kosice. Intergaláctico, la primera exposición monográfica del creador, con curaduría de María Amalia García y Mari Carmen Ramírez. "Hidroactividad H-13", obra de Gyula Kosice Pablo Garber A lo largo de su carrera, Kosice realizó esculturas monumentales, recorridos hidroespaciales e hidromurales, entre otras obras. Presentó más de cincuenta exposiciones individuales, 500 muestras colectivas y publicó 18 libros. Sus creaciones integran el acervo de museos públicos y colecciones privadas de Argentina, América Latina, Estados Unidos, Europa y Asia. Creador de la mítica revista Arturo, en 1946 fundó junto con Carmelo Arden Quin y Rhod Rothfuss el movimiento Madí, una de las corrientes artísticas de vanguardia más importantes del continente. Y fue pionero en utilizar el agua y el gas neón en una obra de arte, y el primero en Latinoamérica en realizar una escultura articulada y móvil (“Röyi”, en 1944). Una propuesta que llegó hasta la NASA Kosice creía firmemente que el destino del hombre no estaba en la tierra, sino en las alturas. En 1982, llevó su propuesta a investigadores y astrofísicos de la NASA. No sólo aspiraba a que viviéramos en otro espacio, sino en otra estructura que escapara al “departamento o la celdilla para habitar, que una sociedad de clases nos impone en su economía y su explotación compulsiva”, como escribió en su manifiesto Arquitectura y Urbanismo Hidroespacial en 1972. Como el cielo que no dejó de admirar desde que viajó en barco de Checoslovaquia, Kosice siempre imaginó un destino para el hombre en las alturas Gentileza Museo Kosice En su Ciudad hidroespacial no habría un idioma universal sino diversidad de lenguas e imperaría una distribución equitativa de la riqueza, que el artista definió como “un socialismo organizado”. Se podría volver a la Tierra (que él preveía que se encontraría superpoblada) cuando uno lo deseara, sin inconvenientes, en “formas desplazables en el espacio”. Escribió: “La vivienda nómade hidroespacial deteriora el curso de la economía actual en base a la valoración del terreno y abre interrogantes sociológicos imprevisibles”. Imaginó en las alturas una vida empapada de poesía con sitios para revalorizar el amor, en los que se pudiera “establecer coordenadas sentimentales, corporales, copulativas, sexuales y eróticas en levitación sublimada” y otros para “para la evocación paralela del verbo amar con el fulgurante hidroamor correspondido”, y lugares “para la ternura”. Kosice frente al monumento a la Democracia Hoy, cuando el artista cumpliría un siglo de su nacimiento, su impronta sigue viva. LA NACION les consulto a reconocidos artistas argentinos qué impacto tuvo Kosice en ellos. Tomás Saraceno, por ejemplo, reconoce la influencia que tuvo en su obra la cosmovisión Kosice. También en el trabajo de Gabriel Chaile el influjo fue clave. En la Universidad de Tucumán estudió la pieza Röyi, diseñada por el artista para que el espectador pudiera moverla y modificarla. “Eso fue algo muy increíble para mi manera de pensar el arte: fue la primera vez que empecé a pensar en la utilidad de las cosas”, dice Chaile desde Portugal, donde tiene nuevo taller. Ya cuando por primera vez viajó a Buenos Aires, a los 20 años, fue directo al Malba, para mover y tocar Röyi, pero constató, frustrado, que no era posible tocar la pieza tal como había estudiado. “Una de las cosas que me preguntaba era cómo esa sacralidad que tienen los museos, que es tan hermosa y respetable, a veces puede nublar la visión del artista”, recuerda Chaile. Y añade: “Para mí fue fundamental conocer esa pieza, modificar mi manera de pensar algunas cosas. Viajar a Buenos Aires y tener esa intención casi ingenua de querer tocar la obra y después darme cuenta de que el modo de coleccionar debería reinventarse, así como los artistas reinventan el arte. Para mí fue fundamental esto. Alimentó que yo después hiciera los hornos, que quiero que se activen, que funcionen, que se toquen, que salga comida de ellos. Que se transforme la materia. Fue realmente fundamental ese aprendizaje. Siempre tengo en la memoria esta pieza hermosa”. Para Lenadro Erlich, Kosice representa una figura asociada a la innovación, enormemente admirable en su experimentación. “A lo largo de la historia siempre han existido innovadores. Muchos de ellos son desconocidos, sencillamente porque la evolución no ha validado estas visiones. Algo así como la historia la escriben los vencedores. Lo que hoy es sin dudas un hecho conmovedor es que su obra pertenece a ese grupo relevante que ha hecho un aporte significativo en la historia del arte. Muy por encima de las fronteras de los países, muy a la par de las fronteras de la creación a nivel mundial”, dice el artista. También para Joaquín Fargas, Kosice fue un visionario: “En la década del cuarenta él ya estaba usando materiales como el acrílico, que recién aparecían en el mercado. Me inspiró mucho para mi obra su idea del futuro”. Para Luciana Lamothe, representante oficial de la Argentina en la Bienal de Venecia, Kosice es un artista único. “Si bien pasó a la historia del arte como uno de los primordiales, en nuestro país deberíamos tenerlo más presente. Como sociedad necesitamos desarrollar más el amor propio y valorar mejor lo que tenemos. Más allá de sus obras e ideas tan particulares, es de esos artistas que no temen la contradicción en el interior de su obra. Comenzó haciendo arte concreto y terminó soñando ciudades imposibles. Me atrae mucho en general esa actitud en los artistas”, resalta desde Italia. Por su parte, Nicola Costantino señala: “La obra más destacada de Kosice es quizás la que hizo con el grupo Madí, pero a mí me gusta la obra escultórica de alguien fascinado por el progreso, por los nuevos materiales, lo revolucionario en el arte, y al mismo tiempo tan arraigada a elementos eternos como la luz, el agua, el movimiento y el tiempo. En esos objetos se ve al artista total que fue, pero otra vez la hegemonía pictórica logro colocarse como lo más importante de la vanguardia y de la historia del arte argentino, el arte Madí”. “Kosice fue un artista que inspiró mundos flotantes y ciudades utópicas que seguramente existirán algún día”, observa Marcela Cabutti, quien estudió su obra en la universidad y la incluyó en su tesis sobre esculturas inflables, por la ideas de flotabilidad, liviandad y conectividad de partes o ambientes transparentes. “En La Plata, mi ciudad, sobre la avenida 7, Kosice donó, en 1982, en conmemoración por el centenario de la ciudad, el Faro de la Cultura, una obra que continúa con sus búsquedas de arte y arquitectura –agrega Cabutti—. Cada vez que llego a la ciudad, imagino que dirá el mensaje enterrado por Kosice que deberá ser abierto en 2082, con motivo del bicentenario. ¡Estaremos todos flotando con el!

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