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  • Sergio Olguín revela el lado oscuro de Julio Verne en una aventura brillante

    » Clarin

    Fecha: 25/04/2024 11:55

    Hace veinte años, a Sergio Olguín le propusieron escribir una novela policial cuyo protagonista fuera un escritor famoso. Él no dudó: eligió a Julio Verne, el autor que junto a Emilio Salgari y Louisa May Alcott había marcado las lecturas de su infancia. Además, acababa de leer la biografía de Herbert Lottman y había descubierto un Verne oscuro y fascinante. El proyecto, finalmente, quedó en la nada, pero la idea siguió flotando en la mente de Olguín en un segundo plano que no terminaba de esfumarse del todo. “Desde entonces viví pensando que tenía que escribir una novela sobre Verne, pero lo que me preocupaba era el contexto: a mí me sale de manera mucho más natural escribir historias que transcurren en la actualidad, no soy un autor de época, por lo que el plan se fue postergando hasta tanto apareciera el tiempo que me permitiera investigar”, cuenta Olguín a Viva. El tiempo apareció, fue un disfrute de lecturas y descubrimientos, y el resultado se llama Los últimos días de Julio Verne, la novela que Olguín acaba de publicar por el sello V & R. Portada de Los últimos días de Julio Verne, de Sergio Olguín. Edito V & R. La historia transcurre básicamente en Francia, a fines del siglo XIX y principios del XX. Michel, el hijo rebelde de Verne, recibe la visita de su padre. La relación entre ellos ha sido complicada y, al menos para Michel, una fuente de rencor, pero el escritor viene con mucho dinero y un pedido: que lo ayude a hacer desaparecer algo que le “plantaron” en su barco. ¿De qué se trata? Del cadáver de un joven hermoso. Michel se hará cargo de la tarea junto a sus amigos Lobo y Gandolfo, habitantes de los arrabales parisinos, y terminará sumándose Leyla, su novia, porque ella, secretamente, también tiene baza que levantar en ese juego. Será el primer paso de una aventura extraordinaria que les cambiará la vida a todos los personajes y en la que será central un villano brutal y terriblemente atractivo aun en su sadismo: el doctor Demetrius Zambaco. Su sobrino Gastón lo intentó matar. Se discute qué tipo de relación tenía con él y con algún que otro adolescente. Sergio Olguín Escritor Julio Verne (1828-1905), autor de clásicos como Veinte mil leguas de viaje submarino. -Se nota que hiciste un gran trabajo de investigación. -Leí material de ficción y de no ficción, como Historia de la vida privada, especialmente los tomos escritos por la historiadora francesa Michelle Perrot. Hay una librería virtual llamada Momox que vende libros usados, sobre todo textos franceses y alemanes, que es una fuente inagotable de cosas raras y allí encontré varias obras que me sirvieron mucho. Por ejemplo, un libro sobre el hospital psiquiátrico de La Salpêtrière, con fotos e ilustraciones. Y también el texto que se convirtió en un material clave: el informe Zambaco, publicado en los años ‘80 e inhallable hoy en Francia, que compré por tres euros. Lo que tiene de bueno este trabajo es que empezás creyendo que vas por algo específico y terminás encontrando otra cosa que te sorprende. Demetrius Zambaco (1832-1913), controvertido médico. -Vos encontraste al villano de tu novela… -En los textos de Perrot había una alusión a la liberalidad de la vida sexual de las mujeres francesas de fines del siglo XIX y una alusión al doctor Zambaco que me llamó la atención. Me puse a investigar y descubrí lo que este señor le había hecho a dos chicas en nombre de la ciencia. Zambaco era un personaje fascinante, médico del sultán otomano, mencionado muchas veces en la prensa de la época como una figura del jet set y que donaba dinero para becas, pero al mismo tiempo hacía cosas espantosas. A partir de una sola línea que leí en Historia de la vida privada me salió la novela, porque me definió el villano. Sin Zambaco, la novela hubiera sido otra. -Retratás a un Julio Verne obsesionado por ser reconocido académicamente, muy ambicioso y con una relación oscura con su sobrino Gastón. -Gastón lo intentó matar. Eso no lo discute nadie. Lo que se discute es qué tipo de relación tenía Verne con Gastón y algún otro adolescente de la época, como Aristide Briand, que después fue premio Nobel de la Paz. La última biografía de Verne, que es muy favorable a él, dice que un día el sobrino le disparó dos veces y que por eso llevaron al joven al manicomio. ¡Le dedica sólo dos líneas de un libro de 800 páginas a un intento de asesinato! Y hay un epílogo del responsable de los archivos Verne, que existen todavía, que de la nada opina: “Todo lo que se dice de Verne y de su posible relación homosexual con muchachos es mentira”. Claro, los que dijeron eso fueron otros biógrafos. O sea que hay un tema de debate alrededor de esta cuestión y quise trabajarla con el mayor respeto posible, no hacia Verne en particular, sino hacia el tipo de vínculo. Me sirvió mucho en este caso Muerte en Venecia, la novela de Thomas Mann. Michel Verne (1861-1925), hijo de Julio y también escritor. -Casi como contracara de su padre, Michel Verne aparece como un personaje perdido entre la bohemia y el rencor. -Michel es un personaje muy particular en la vida de Verne. Quería ser escritor y de hecho llega a publicar un pequeño libro cuando es joven, que los turros de los editores firman en tapa como M. Verne y no como Michel Verne. En francés eso suena a Monsieur Verne. Todo el tiempo vivió a la sombra de su padre, tuvo una adolescencia muy rebelde, lo que llevó a Verne a encarcelarlo, en una época en la que los padres podían hacer eso con sus hijos usando la patria potestad, y hasta lo metió en un barco a la Cochinchina. Hoy ya casi nadie duda de que las obras póstumas de Verne, en parte o totalmente, fueron escritas por Michel. Fue un tipo que eligió el dinero que dejaba el legado de su padre que hacer su propia obra. En esos textos aparece uno, que para mí es fundamental, que se llama El eterno Adán: un cuento increíble, muy distinto al espíritu de Julio Verne. Es más moderno, la prosa más rápida y absolutamente más siglo XX en tanto es pesimista. Planteaba que el triunfo de la tecnología nos iba a llevar a la destrucción y no al éxito, lo opuesto a la idea de Verne. -Julio Verne, justamente, representaba el ideal positivista del siglo XIX. -Michel tenía una visión más intelectual. El caso Dreyfuss divide a Francia, sobre todo a los intelectuales, y no sólo por el tema del antisemitismo, sino también por la mirada que tienen sobre la realidad, ya que alienta una perspectiva crítica sobre Francia, sus avances, la idea de que todo está yendo para mejor. Michel Verne compartía la mirada crítica sobre la sociedad, que refleja muy bien en ese cuento, que yo leí a los 16 o 17 años, en una edición del Centro Editor, cuya traducción había hecho Elvio Gandolfo. Y ahí aparecía como cuento de Julio Verne, porque todavía no había salido a la luz que era de su hijo. -Entre las cosas que sorprenden de tu novela es el vino Mariani, ese vino con cocaína tan de moda. -Yo conocía la canción del Indio Solari, pero no sabía que había existido de verdad. ¡Vi publicidades de León XIII recomendándolo! Un Papa absolutamente reaccionario, que estaba en contra de los avances tecnológicos, pero que promocionaba un vino que tenía cocaína destilada. Después, John Pemberton se queda con la fórmula, la hace más asequible a un público general y lanza la Coca-Cola. El vino Mariani era la forma de drogarse que tenían muchos intelectuales de aquella época. Yo estoy seguro de que este no era el libro que esperaba nadie de mí. Soy un autor que se identifica más con los conflictos contemporáneos. Sergio Olguín Escritor Sergio Olguín: "Escribí esta novela para mí". -¿Tu libro es una reivindicación del género de aventuras? -Sí. Pensé la novela como un blend de distintos géneros populares: que empezara con el policial, que siguiera con la aventura y que terminara con un terror a la Grand Guignol, exagerado, desbordado, y a la vez con algunos cruces de alta cultura como la tragedia griega. -En un momento en el que la literatura parece monopolizada por los relatos del aquí y ahora, es toda una apuesta. -Yo estoy seguro de que este no era el libro que esperaba nadie de mí. Soy un autor que se identifica más con los conflictos contemporáneos, no porque sea estrictamente un cronista de época, pero sí porque suelo meter el mundo real de estos días, como acá aparece el mundo real de fines del siglo XIX y principios del XX. Pero es una novela que me debía a mí mismo. Porque de Julio Verne hasta Leyla Slimani (y por eso se llama Leyla una de las protagonistas), soy amante de la literatura francesa. Para alguien que ama la lectura como yo, que soy más lector que escritor, que tengo más posibilidades de leer cosas buenas que de escribirlas, que el desafío que implica una novela sea leer mucho es lo mejor que me puede pasar. Gracias a este libro descubrí a Guy de Maupassant. Tardé un poquito, pero te puede ocurrir con autores clásicos. -¿Cómo fue eso? -Yo había leído El Horla, como todo el mundo, hace 30 años, para la facultad. En Historia de la vida privada nombran al pasar algo referido al descubrimiento del placer sexual de la protagonista de Una vida, la novela de Maupassant. Me dije: “Vamos a ver si nos sirve”. Y cuando terminé, pensé: “No sé si me sirve, pero es lo mejor que leí en muchos años”. A la altura de Anna Karenina o Madame Bovary. Me puse a leer todas las novelas de Maupassant y son de un nivel excelente. Una vida es de un cinismo que me dan ganas de abrazar a Maupassant. Si hay un escritor que me hubiera gustado conocer es a él. Y de hecho, el personaje del periodista amigo de Michel es el protagonista de Bel-Amí. Me divierte hacer eso. El irme a esa época me permitió leer un montón de literatura que no sabía que era tan buena. -Hay algo de “elige tu propia aventura”. -Son descubrimientos que se iban produciendo a medida que escribía el libro. Esta es una novela que en gran parte escribí para mí. Una deuda que tenía con el Sergio lector. Soy un tipo que me encanta escribir para los demás, mi placer es que me lean, pero en esta novela, el lector que tenía en mente era yo. -¿Y qué es lo que se viene? -Estoy escribiendo la nueva novela de Verónica Rosenthal (la protagonista de la saga que comenzó con La fragilidad de los cuerpos). Pero en realidad es de Aaron, el papá. La trama transcurre en 1975, también me obliga a investigar y es otro tipo de disfrute. -¿La página en blanco te representa un problema? -No, al contrario. Es la invitación a llenarla. Yo le debo muchas cosas al periodismo, y una de ellas es eso: hay que escribir siete mil caracteres, se escriben siete mil caracteres. -¿Volverás al París de Los últimos días de Julio Verne?

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