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  • No quería ser actriz, debutó con Alfredo Alcón y sus declaraciones contra el gobierno de Menem le provocaron un gran disgusto

    » La Nacion

    Fecha: 25/04/2024 07:36

    >LA NACION>Espectáculos>Personajes Información basada en hechos y verificada de primera mano por el cronista, o reportada y verificada por fuentes expertas. Noticia Original El nombre de Alicia Zanca está adherido al recuerdo colectivo de una época de gloria para el teatro y la televisión argentina; tuvo tres hijos con Gustavo Garzón y una muerte temprana que entristeció al país Exclusivo suscriptores Guillermo Courau PARA LA NACION Escuchar Cuando se dice que una persona “es hermosa”, el halago puede referirse a su imagen sí, pero también a su esencia como ser humano. Sin embargo, a veces, muy pocas veces, ambos universos se unen y la destinataria del elogio pasa a un plano superior, virtuoso. Ese fue el caso de Alicia Zanca, que era hermosa en el sentido más amplio de la palabra. En el seno de los Zanca, el arte era un bien de familia: “Yo era lo que se dice chiquitita y, tal vez por eso, me eligieron como mascota de la Peña de la Vuelta de Rocha, un trío formado por mi abuelo Juani Palmieri, guitarrista; mi tía Rosita, que cantaba y mi tío Cholo, que tocaba el bandoneón. Me llevaban con ellos y participaba en lo que ocurría en La Boca. Desde desfilar encaramada en las carrozas, en Carnaval, saludar desde los palcos, hasta recitar, bailar y cantar encima de las mesas en las fiestas familiares. Esos fueron mis comienzos. ¡Un buen estímulo! De todos modos, cuando terminé la secundaria me inscribí en Filosofía y Letras y solo después fui al conservatorio”. Adrián Ghío junto al elenco de la telenovela Vivir con todo: Pablo Codevilla, Germán Kraus, Leonor Manso, Virginia Lago, Ricardo Darín, Alicia Zanca y Mariana Karr Por entonces, una Alicia adolescente creía que su destino artístico estaba sellado, si no podía ser de otra manera, aunque ese convencimiento no fuera causal sino casual: “Durante tres años iba a la facultad a la mañana, laburaba en un neuropsiquiátrico y a la noche iba al Conservatorio de Arte Dramático. No quería ser actriz, pero fui porque me había anotado un profesor del secundario que decía que yo tenía condiciones”. Pero el conservatorio no fue lo esperado y el entusiasmo se transformó en desazón. Alicia estaba a punto de darle la espalda a la vocación cuando alguien le tocó el hombro. Era Agustín Alezzo, uno de sus profesores, que vio en ella lo que nadie más y le propuso darle clases particulares. Un año después, en 1972, Alicia Zanca debutaba junto a Alfredo Alcón en Las brujas de Salem, en el papel de Betty Parris. “Un personaje curioso, porque durante 45 minutos permanecía acostada en una cama, hasta que comenzaba a gritar y salía corriendo. Tenía muy buenos pulmones y mis alaridos resonaban hasta en el último rincón de la platea. Fue muy importante, porque ¿quién no vio Las brujas de Salem con Alcón? Me abrió las puertas”. Como integrante estable del Teatro San Martín, la actriz se dio el lujo de disfrutar y foguearse, merced a todo tipo de papeles. Su talento y conocimiento crecía en relación directa a su belleza. Y el combo le permitió también hacer pie en el cine. No hay papel menor cuando la pasión manda y así llegaron roles cada vez más destacados en películas tan disímiles como El amor infiel (su debut, en 1974), ¿Qué es el otoño? (1976, de David José Kohn), El tío Disparate (1978) y, ya en la década siguiente, títulos que quedaron grabados en el imaginario colectivo como Espérame mucho (1983), de Juan José Jusid y el binomio dirigido por Antonio Ottone: Flores robadas en los jardines de Quilmes (1985) y Los amores de Laurita (1986). Sin embargo, aunque el trabajo se multiplicaba y las perspectivas eran promisorias, Alicia sentía que algo no andaba bien. Necesitaba parar, barajar de nuevo, aunque las consecuencias de la decisión la marcaran de ahí en adelante. La sensibilidad de la actriz Fue a mediados de 1982 que Alicia Zanca comenzó a preguntarse qué quería para su vida. “Apenas cumplí los 28 años tuve una crisis -contaba en una entrevista de 2007-. Sentía que estaba estancada, que lo que hacía se despegaba de lo artístico. Yo venía de protagonizar una novela con Ricardo Darín -Me caso con vos, una puesta a punto malograda del éxito Muchacha italiana viene a casarse-, hacía Boda blanca en teatro que era un éxito, me llamaban de Mar del Plata, del Cervantes para hacer Pigmalión... Tenía un panorama soñado, pero yo quería saber qué me pasaba. Paré un año y estudié con Augusto Fernandes -con el que aprendió más sobre dirección-. Es muy importante correrse y mirar adentro, atrás, donde sea. Revisar”. Si bien la televisión y el cine siempre estuvieron ahí para darle una mano, fue el teatro su refugio preferido desde ese momento. En él se construyó a sí misma, para luego potenciarse hasta el infinito, fuera sobre el escenario o detrás de él, dando indicaciones y buscando la perfección a través del esfuerzo. Más acá en el tiempo, ya como profesora de su escuela de teatro, se lamentaba de que las nuevas generaciones de actores no pudieran hacer un camino análogo al que vivió: “Tienen un mundo donde el lenguaje se ha empobrecido y en ese sentido están más restringidos. Toda mi generación se inició haciendo teatro. Acá, pobres santos, están como perdidos, porque la opción es entrar a hacer una tira de televisión y que te vaya bien para que te llamen para hacer teatro. En el último curso de mi escuela se hace una obra que se muestra. Es responsabilidad de alguien que enseña dar la posibilidad de que eso desemboque en un trabajo que la gente vaya a ver. No importa que sea a la gorra o como sea, pero el que estudió tiene que poder demostrar quién es y lo que sabe”. Alicia Zanca siempre se preocupó en mejorar, en crecer interiormente. Sabía que ese era el camino del éxito, una vía muy alejada de los escándalos mediáticos, las peleas entre colegas y el menosprecio a la profesión. Pero, en 1995, contra su voluntad, se encontró en medio de un escándalo. Y por ética y convicciones tuvo que salir a dar la cara. Se trataba de salir a defender su fuente de trabajo. El destinatario de su malestar tenía nombre y apellido: Gerardo Sofovich. Sofovich y una acusación de censura en democracia Aunque la actriz nunca vio a la televisión como su espacio de satisfacción principal, era un medio que le atraía, la desafiaba a construir más allá de lo obvio, de lo esperado. Y más cuando la tarea estaba acompañada por compañeros talentosos. Así fue que encaró entusiasmada el proyecto de Noche eterna, una miniserie escrita por Claudio María Domínguez, dirigida y protagonizada por Rodolfo Bebán. La producción corría por parte de Why Not?, empresa cuya cara visible era Gerardo Sofovich, y quien de acuerdo a declaraciones de la estrella, la había convocado a ella y a su compañero personalmente. Corría mayo de 1995 y las elecciones del domingo 14 habían revalidado el mandato de Carlos Saúl Menem. “Una semana antes de que comience la grabación de Noche eterna -le contaba la actriz a LA NACIÓN- estuve en un programa de Bernardo Neustadt donde, aparentemente en libertad, se hablaba de lo que uno pensaba. Había tres artistas peronistas y tres independientes. Y di mi juicio sobre lo que creo que es la cultura y lo que creo que pasa con los valores. Eso fue un martes, el jueves me entero por un reportaje de que mi personaje lo hacía otra actriz. Cuando Bebán se enteró, se fue del proyecto. En ese momento me prometí no hablar. Fue un tema muy delicado para mí, tuvo demasiados costos como para bastardearlo”. Alicia Zanca en una escena de la película Los amores de Laurita Archivo Fiel a su estilo y educación, Alicia Zanca optó por un perfil bajo. Pero eso no evitó que el tema no tomara un cariz público tal, que hasta motivó un duro comunicado de la Asociación Argentina de Actores hablando de “listas negras” y preguntándose si “¿es peligroso disentir, opinar, reflexionar? ¿O acaso es que hay empresarios soberbios que se sienten dueños de la democracia?”. El único cruce público entre Zanca y Sofovich fue en el marco del programa de Mirtha Legrand, donde ella estaba como invitada y él pidió salir al aire. A pesar de que el productor dio sus explicaciones, la conductora le manifestó su descontento y cortó la comunicación. Con la salida de sus protagonistas, el proyecto nunca se concretó. Y aunque Alicia fue reivindicada y apoyada por el medio, no la sacó barata: “Creo que uno tiene que saber adónde va y dónde dice lo que dice. Lo más emocionante de eso fue el apoyo que tuve de los periodistas en la entrega de los Martín Fierro de ese año. Pero estuve seis meses sin trabajo y tuve grandes problemas económicos. Realmente fue un costo para mí, que me hace decir que no sé si lo volvería a hacer. Yo fui educada en total libertad para decir lo que quería y sentía. Pero ahora creo que uno tiene que medir lo que dice y dónde lo dice, porque tengo tres hijos”. La declaración es de 1997 (época en la que obtenía su revancha gracias a un inolvidable papel en Chiquititas), y aunque había surgido de una pregunta relacionada a un escándalo mediático, la estrella había tenido la suficiente velocidad de reflejos para conectarla con lo que más la enorgullecía: su familia. La familia, primero A mediados de la década del 80, Alicia Zanca se enamoró de Gustavo Garzón. Poco después nacieron los mellizos Juan y Mariano y la familia encontró un nuevo desafío: aprender todo lo que pudieran sobre el Síndrome de Down, para así brindarle a sus hijos lo que se merecían: la mejor calidad de vida que fuera posible. Un año después nació Tamara. Los tres hermanos heredaron la veta artística de sus padres, pero desarrollándola desde perfiles diferentes. “Siempre me preocupé de que mis hijos estudiasen, ese fue el legado de mi padre, que estudió hasta llegar a ser Jefe de Máquinas de la Marina Mercante. Juan estudia teatro y Mariano percusión. Además hacen acrobacia. Y Tamara es actriz”. La declaración de 2009 a la revista Ahora no hacía más que presagiar un camino que continúa hasta hoy: el año pasado Mariano y Juan debutaron en el teatro Cervantes y la carrera de Tamara con el tiempo viró hacia una escuela de arte que pone el foco en incentivar a personas con discapacidad. Todas actividades de las que su madre seguramente estaría muy orgullosa. Alicia Zanca con sus tres hijos: los mellizos Juan y Mariano y Tamara Archivo En los últimos años de su vida, Alicia no paró de trabajar. Llegó a tener varios proyectos teatrales en simultáneo, muchos de ellos como directora (un rol que le encantaba); más la escuela, más alguna que otra presencia televisiva que la sedujera, que eran muy pocas. A comienzos de julio de 2012 fue internada en el sanatorio Fleni con diagnóstico de cáncer de colon y el martes 24 falleció a los 57 años con la convicción de que su legado más importante, lo que más amaba en este mundo, se multiplicaba por tres y estaba junto a ella. “Nunca me pasó por mi mente ser millonaria. Si trabajás para la 4x4 supongo que llega un momento en el que te sentís vacía. Lo único que me preocupa en la vida es cubrir las necesidades de mis hijos, que son educación y salud. No tengo ambiciones de lujo: lo que sí quiero es ejercer mi profesión y cuidarlos a ellos. Jamás bajo los brazos y así me va bien”. Lo dicho, una persona hermosa.

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