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  • Una mente demasiado brillante

    » Clarin

    Fecha: 25/04/2024 07:27

    Nunca había sentido nombrar al húngaro Janos von Neumann hasta que empecé a leer (sin saber muy bien con qué me iba a encontrar) “MANIAC”, la estupenda novela de Benjamín Labatut que acaba de publicar el sello Anagrama. En el año en que se llevó el Oscar a mejor película la biopic del físico norteamericano Robert Oppenheimer, el “padre” de la bomba atómica, Labatut narra la historia de Von Neumann, un matemático nacido en Budapest que participó del mismo proyecto junto a una selección de grandes científicos de la época, muchos de ellos nacidos en el extinto Imperio Austrohúngaro. Janos von Neumann emigró a EE.UU. y cambió su nombre por John. Von Neumann era dueño de una inteligencia prodigiosa que plantó las bases de la mecánica cuántica cuando esta apenas se esbozaba como un desafío a la ciencia tradicional de principios del siglo XX. Su capacidad intelectual iba más allá de los límites humanos: un genio fuera de norma que podía destruir en segundos la teoría que un colega llevaba años desarrollando o, por el contrario, hacerla avanzar, expandirla, en un riff de cálculos que estallaba en su mente de manera instantánea. ¿Vida privada? Problemática: dos matrimonios tóxicos y una hija con la que se llevaba mal. Eugene Wigner, premio Nobel de física en 1963, fue su compañero de estudios y llegó a admitir que al lado de Von Neumann se sentía poca cosa: era una figura que generaba admiración, deslumbramiento, respeto y, en algunos casos, rencor. Portada de MANIAC, el libro de Benjamín Labatut. Si Oppenheimer fue el padre de la bomba atómica, Von Neumann fue el padre y artesano de MANIAC, la primera computadora moderna, un armatoste que hoy le causaría risa a cualquier centennial, pero que hace 70 años era un salto gigante hacia el futuro. Labatut (que compone magistralmente la biografía del matemático húngaro ficcionalizando testimonios de quienes lo trataron) narra su inquietante final: Von Neumann, de apenas 53 años, muere de cáncer en un hospital militar. Está rodeado de oficiales que quieren exprimirlo hasta la última gota, pero que también están preocupados de que en su agonía suelte algún secreto estratégico (es 1957, plena Guerra Fría, y Von Neumann ha hecho grandes aportes al aparato armamentístico norteamericano). Su cabeza, que siempre fue grande, ahora parece monstruosa. Su mente está empeñada en ganarle la carrera a la muerte: se pone a trabajar en un proyecto que cruza a la biología, la teoría computacional y la tecnología. Robots capaces de auto replicarse.

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