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  • El reclamo por la educación al que le faltó gente y Axel Kicillof con guardaespaldas

    » Clarin

    Fecha: 25/04/2024 06:08

    "Un mes, loco. Los periodistas tienen que entender eso. Axel necesita tener las escuelas cerradas un mes. Nada más". Corría el año 2021, con la pandemia de coronavirus instalada definitivamente en el país, y desde la Gobernación bonaerense a cargo de Kicillof intentaban persuadir a los medios sobre la conveniencia de dejar a millones de chicos sin clases. El debate por sí o por no de la presencialidad escolar tomaba cada vez más temperatura y en la Provincia intentaban camuflar el temor central del gobernador: muchos vecinos adultos del Conurbano, a esa altura, habían decidido per se romper el aislamiento y una de las pocas herramientas que le quedaban a Kicillof para evitar aglomeraciones era tener a los chicos guardados. Aquella decisión, con el paraguas de presidente Alberto Fernández y durante un tiempo acompañada por el jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta, duró mucho más que los 30 días que rogaban los voceros del mandatario y trajo un daño que aún hoy resulta difícil ponderar. En parte, porque ni siquiera se midió. La mayorías de las provincias decidió cambiar su régimen académico para facilitar que los chicos pasaron de grado/año y recuperan los conocimientos vaya a saber uno cuándo. Hubo casos extremos, como Formosa, que permitieron 19 previas. Siga-siga. En Buenos Aires se apeló al aislamiento extremo hasta que llegaron las elecciones del 2021 y para congraciarse con el electorado, se decidió la vuelta a la presencialidad de un día para el otro. Mandan las urnas. Sin datos sobre el abandono El efecto más duro del proceso fue el abandono escolar. Tampoco se midió con seriedad. En cierto momento se habló de 1 millón de chicos que habían dejado las aulas en todo el país como consecuencia de la pandemia. Hasta que un día, en una reunión de ministro de Educación de las provincias, desde Nación se bajó la cifra oficial: "250.000". ¿De dónde lo sacaste, si ninguna provincia lo tiene medido?, le preguntaron a Jaime Perczyk, ministro nacional. "Si no decimos esto, directamente van a decir que no abandonó nadie", intentó empatizar, en tercera persona, como si no formara parte del Gobierno nacional. Para corregir el descalabro, la Casa Rosada repartió entonces fondos a las provincias. Buenos Aires, como era habitual, fue una de las más beneficiadas. ¿Logró que los chicos volvieran a clase? En el Conurbano aseguran que no. Un ejemplo: en Lanús, los pastores evangélicos, que suelen ser un termómetro infalible de esos barrios, calculan que no regresó ni un 10%. Devastador. Así, la herida educativa, imposible de evitar a escala mundial, mostró sus peores efectos en la provincia de Buenos Aires y provocó un daño irreparable en todo el país. Del jardín a la universidad, en escuelas públicas y privadas, laicas y religiosas. Pero esa vez, una sociedad cansada, asustada y cruzada por la grieta (no la de Milei sino la de Macri y Cristina), no logró unificar un reclamo. La marcha del abril de 2021 contra el cierre de escuelas. Foto Emmanuel Fernández El 15 de abril de 2021 se convocó a una marcha frente al Palacio Pizzurno, sede del Ministerio de Educación de la Nación. Fueron apenas cientos, entre padres y alumnos. Lógico por el temor a los contagios. Pero tampoco hubo en las redes ni en los medios una sociedad cohesionada y consciente de lo que se estaba perdiendo. La discusión, en general, quedó cruzada por la grieta. La comparación con la contundente movilización de este martes por el recorte a las universidades públicas, entre el Congreso y Plaza de Mayo, con cientos de miles de ciudadanos marchando, llama a la reflexión. Sobre todo con un valor sobre el que los argentinos tienen un consenso muy mayoritario, a favor de la escuela pública y de calidad. Un tipo de acuerdo -superior al que contiene a los derechos humanos, por ejemplo- que debiera defenderse ante cualquier peligro. Llámese Milei, Alberto, Macri, Cristina. O Massa, incluso, que durante su paso como ministro aplicó una poda de 50.000 millones a fondos educativos y ahora intentó sumarse a la marcha como uno más. Acaso lo traicionó el inconsciente y quedó expuesto cuando dio unas volteretas para explicar que él fue a una universidad privada pero valora mucho a las públicas. Si algún daño provocan las grietas (la vieja y la nueva) es justamente ese: perder la capacidad de reacción ante lo que consideramos bueno o malo, priorizando la pertenencia política o ideológica. La marcha de este martes podría haber sido un paso adelante en ese sentido: por la masividad, sin dudas también tuvo participación libertaria. Un límite inédito para Milei y un alerta que no puede (o no debiera) mezclarse en la ensalada de los duelos tuiteros. Kicillof abajo del escenario Dentro de las fotos políticas de la movilización, la llegada del gobernador bonaerense rodeado de guardaespaldas fue una de las más fuertes. ¿Kicillof no se animó a mezclarse a pelo con los manifestantes? ¿Temió que alguien le reclamara por su férrea defensa al cierre de escuelas? Difícil esto último: su ministro de Salud bonaerense, Nicolás Kreplak, estrenó un polémico video para defender el manejo que hizo la Provincia con la pandemia. Vamos ganando. Pero dato mata relato: a mayo pasado, cuando terminó en la Argentina la emergencia internacional declarada por la Organización Mundial de la Salud, de los 130.000 muertos que dejó el Covid-19, 60.676 eran bonaerenses, cerca del 46%, cuando la población del distrito apenas supera el 38% del país. No hay constancia de insultos ni nada por el estilo contra el gobernador durante el acto, aunque si evitó una exposición innecesaria. El video se conoció al otro día, y mostró cómo Kicillof se acercó al palco de rectores y gremialistas universitarios, pero finalmente no subió.

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