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  • Milei, el camino del desierto y la tierra prometida

    » La voz

    Fecha: 24/04/2024 21:32

    Julio Cortázar no necesitaba insultos para atacar una expresión rebuscada. Cuando encontraba un eufemismo, lo destrozaba con un humor refinado. Escribía, por ejemplo, que un rasgo elogiable era el recato; que los sobrenombres –que suelen adjudicarse en forma desaprensiva– eran para su familia motivo de cuidado y reflexión: “Bastará citar el caso de mi tía segunda. Visiblemente dotada de un trasero de imponentes dimensiones, jamás nos hubiéramos permitido ceder a la fácil tentación de los sobrenombres habituales; así, en vez de darle el apodo brutal de Ánfora Etrusca, estuvimos de acuerdo en el más decente y familiar de ‘la Culona’”. Tampoco perdonaba los circunloquios. Dar vueltas innecesarias para decir las cosas. Para dejarlos en evidencia, escribió una parrafada (a propósito ridícula) en la que detalló instrucciones para subir una escalera. Javier Milei hizo el lunes un discurso sobre la situación económica, que intentó resumir con una idea bíblica: la del pueblo que decide liberarse de la esclavitud y enfrentar las adversidades del desierto hasta llegar a la tierra prometida. Pero esa arenga llegó al final; antes, se internó en un circunloquio. El itinerario resumido vendría a ser el siguiente: el gobierno nacional consiguió en el primer trimestre del año superávit financiero; como no tiene déficit fiscal que lo demande, redujo a la nada la emisión de moneda para cubrir el rojo; como esa emisión espuria es la causa de la inflación, el aumento sostenido de los precios ha comenzado a ceder antes de lo previsto; como la inflación es el principal factor de deterioro del salario real, los ingresos de los argentinos comenzarán a mejorar rápidamente; como esa recuperación de los ingresos reconstituirá las condiciones para el ahorro, regresará el crédito accesible; como esa combinación benéfica generará una demanda genuina, florecerán las inversiones para satisfacerla, y la suma de este encadenamiento será entonces el crecimiento económico. El problema, advirtió el Presidente, es el punto de partida para esta secuencia virtuosa: una herencia catastrófica que dejaron los gobiernos anteriores. Tan ruinosa que obliga a un esfuerzo heroico de la población. Tan pesado que impide ver ahora el horizonte de la prosperidad prometida. Circunloquios ¿Es falso el circunloquio de Milei? No necesariamente. Es cierto que un trimestre de superávit es una hazaña en Argentina. Ha vivido en déficit 113 de los últimos 123 años. Es verdad que el Gobierno heredó de la gestión anterior un déficit de cinco puntos del PIB en el Tesoro y un rojo financiero en el Banco Central estimado en 10 puntos del PIB. Es cierto que sus antecesores dejaron una deuda en pesos equivalente a 90 mil millones de dólares y una deuda con importadores por un monto cercano a la mitad de esa cifra. ¿Es todo cierto lo que dijo Milei? No necesariamente. Las proyecciones de (hiper)inflación que describe son estimaciones teóricas. A las condiciones sociales heredadas, tiende a exagerarlas. Estira los números de la pobreza (como si fueran menos graves los verdaderamente registrados) y minimiza, en un contexto de recesión, la probable evolución del desempleo. Subestima, además, la enorme licuación inducida en el sistema previsional. Pero lo más significativo son tal vez las omisiones. Es cierto que el trimestre superavitario fue logrado contra diagnósticos ominosos y que le habían sido profetizados unos idus de marzo irreversibles, de fracaso económico y estallido social. Pero aunque es lógico que un ajuste (sin gradualismo posible) genere un enfriamiento brusco y generalizado de la economía, Milei no termina de admitir que su plan de contingencia todavía no es de estabilización. “Una economía estable funciona con un sistema de precios libres”, declara el Presidente. Tiene razón. Una economía con precios libres es una economía sin cepo cambiario, dicen sus críticos. También tienen razón. Milei describe tres grandes escalones para el proceso de crecimiento. El primero es el de sectores que se expanden por la corrección de precios relativos: minería, petróleo, gas y agro. El segundo está compuesto por las oportunidades de inversión de muy alto retorno que genera la baja capitalización de los últimos 20 años de la economía argentina. El tercero es la retracción del fisco, que devuelve al sector privado 15 puntos del PIB que se deglutía el Estado. Sólo este último escalón atañe íntegramente al ancla fiscal. Los dos primeros requieren de una política cambiaria diferente. La reticencia a hablar del dólar con cepo, el ancla restante que permitió la hazaña del superávit, acaso sea la verdadera clave de lectura del mensaje de Milei. A las negativas de fondos frescos por parte del FMI, Milei respondió con un mensaje para afuera bastante claro: no habrá salida del ajuste con rebote del gasto público. Lo dijo en las vísperas de un día complicado, el de las marchas de protesta por el presupuesto universitario. La sumatoria de apoyos obtenidos por los rectores incluyó, entre los más notorios, el de una expresidenta egresada en La Plata, Cristina Kirchner, y un gobernador graduado en la UBA, Axel Kicillof. Sólo para mencionar el caso más reciente, entre los dos dejaron como herencia una deuda de 16.500 millones de dólares por beneficiar a empresarios amigos en la estatización irregular de YPF, ante el silencio ominoso de la academia argentina. Incapaz de prever con su solvencia intelectual los efectos que tendrían esos desfalcos sobre todos los ámbitos de la vida pública; también sobre la educación. Cuando tenían que hablar, finteaban con eufemismos. A contramano de Cortázar: “A mi primo segundo el menor, marcadamente cabezón, le rehusamos siempre el sobrenombre de Atlas que le habían puesto en la parrilla de la esquina, y preferimos el infinitamente más delicado de ‘Cucuzza’”.

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