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  • Lisboa en la Feria del Libro: Lídia Jorge y la resistencia

    » Clarin

    Fecha: 19/04/2024 16:19

    Sentada en un espacio acogedor y luminoso de la Biblioteca Palácio Galveias, en la que alguna vez el Nobel de Literatura José Saramago dijo que había “realmente aprendido a leer”, otra portuguesa candidata al Nobel se apresta a recibir a los medios argentinos que viajaron a Lisboa para anticipar su presencia en la 48º Feria Internacional del Libro. Lídia Jorge (Boliqueime, 1946) es una mujer tan luminosa como el entorno. Con voz suave y evocadora, responde con belleza y delectación incluso las preguntas apuradas para las que solo tiene 15 minutos. Jorge integra la generación de narradores posterior a la Revolución de los Claveles. Debutó en 1980 con la novela O Dia dos Prodígios (El día de los prodigios), pero fue con A Costa dos Murmúrios (La costa de los murmullos), publicada en 1988, que su obra se consolidó. Entre los títulos más destacados se encuentran O Vale da Paixão (El fugitivo que dibujaba pájaros, en la edición española), O Vento Assobiando nas Gruas (El viento silbando entre las grúas), Os Memoráveis (Los memorables) y, más recientemente, Misericórdia (Misericordia). A lo largo de su carrera, recibió los más importantes premios europeos: el Albatros de la Fundación Günter Grass, el Luso-Español de Arte y Cultura, el Médicis Étranger de 2023 y en América Latina, el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances de Guadalajara. Pero ahora, mientras la luz de la sala parece brillar sobre su cabellera clara, justo ahora contará un secreto: “Mi padre se fue a la Argentina y nos dejó a mi madre y a mí”, dice sin un ápice de enojo en un hermoso castellano. Entonces, la entrevista cronometrada estalla por los aires. –¿Y nunca volvió? –No. Él andaba por todas partes, era un viajero, era libre. Era muy hermoso y cantaba bien. Enamoraba mucho. Primero, vivió en Buenos Aires, luego se marchó a La Plata y terminó viviendo en Mendoza. Allí tengo a mi única hermana y mis sobrinos. La contracara de esa familia argentina había quedado en Portugal. La madre de Lídia Jorge, esa mujer abandonada, es precisamente la protagonista de su más reciente y conmovedora novela Misericordia, un retrato del último año de su vida en una residencia de ancianos, donde murió a causa del covid y sin el acompañamiento de su única hija. –¿Cuánto de ficción y cuánto de realidad hay en Misericordia? –En el libro, hay una mezcla muy difícil entre la realidad y la ficción. Parto del principio de que todo es ficción, porque es mejor así. Pero es verdad que debo ser honesta y admitir que hay un aspecto biográfico en el que está mi madre y las circunstancias de su retiro en la Santa Casa de la Misericordia. Cuando volví de un viaje, el 8 de marzo de 2020, la pandemia ya estaba por todas partes. La visité y me pidió: ‘Lídia, tienes que escribir un libro que se llame Misericordia’. Era un nombre tan raro, tan extravagante, que era una cosa imposible y no la escuché. Me llevó tiempo comprender lo que mi madre quería y encontrar la manera de narrar esta historia. En ocasiones, para no quedar atrapada en el dolor de la realidad, cambié algunas cosas. Los hechos muchas veces fueron cambiados. Pero la personalidad de la mujer corresponde a la personalidad de mi madre. –Doña Alberti escribe sus pensamientos en unas hojas de papel. ¿Ese es un hábito que también su madre tenía? –Cuando mi madre falleció, durante la pandemia, la residencia me entregó sus últimas posesiones: sus pendientes, su collar y su anillo, y una bolsita de tela llena de pequeños papelitos con anotaciones. Ella siempre había escrito su diario, pero no podía soportar en sus manos un cuaderno por el peso, entonces escribía en padecitos de hojas. Comprendí que mi madre guardaba elementos de su lucha por la belleza y su memoria. –¿Qué era entonces lo que su madre le había pedido y que Misericordia cumple? –El libro trata de la resistencia humana, la esperanza y del deseo de existir. La vejez es un vestido corto, que no alcanza a cubrir todo lo que una persona es y fue. Esta novela es un homenaje a todas esas personas que viven intensamente la vida hasta el último momento. Mirá también Mirá también Lídia Jorge: “Es un homenaje a todas esas personas que viven intensamente”

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