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  • El apoyo a las democracias, un antídoto al avance del autoritarismo

    » Clarin

    Fecha: 28/03/2024 09:58

    La historia de la democracia mundial no es un cuento de hadas. En 2023, los tiranos y déspotas endurecieron la represión contra grupos políticos, religiosos y minorías étnicas, manipularon instituciones antiguamente democráticas para garantizar su “reelección” y mostraron su creciente voluntad de ejercer la violencia, tanto dentro como fuera de sus fronteras. Aunque la historia tampoco es tan trágica, puesto que los valientes defensores de derechos humanos de todo el mundo superan los malos augurios gracias a su búsqueda de libertad y verdad. Desde 1973, Freedom House viene rastreando el desarrollo de la democracia global en su informe anual Freedom in the World (Libertad en el Mundo) y este es el decimoctavo año consecutivo en el que se ha visto un deterioro de la libertad mundial. El año pasado, los derechos políticos y las libertades civiles se deterioraron en 52 países y solamente 21 de ellos mejoraron su situación. Estos descensos afectan a una quinta parte de la población mundial. La última edición del informe, titulada “The Mounting Damage of Flawed Elections and Armed Conflict,” (El Daño Creciente de las Elecciones Viciadas y los Conflictos Armados), centra la atención en la manipulación de las elecciones y el rechazo al pluralismo - es decir, a la convivencia pacífica de personas con diferentes ideologías políticas, religiones o identidades étnicas - por parte de líderes autoritarios y grupos armados al margen de la ley. En todo el mundo, funcionarios de países como Camboya, Guatemala, Polonia y Turquía han venido sesgando la carrera electoral para su propio beneficio. Esta incansable ambición de poder a expensas de la integridad democrática debería ser una voz de alarma para todos. Latinoamérica, que de tiempo atrás venía siendo el faro de la esperanza democrática, actualmente lucha contra alertas crecientes, puesto que países como Ecuador, El Salvador, Guatemala y Nicaragua han retrocedido significativamente en su estatus de libertad. Estas regresiones, alentadas por la represión contra la oposición política y el riesgo desenfrenado de la violencia criminal y la corrupción oficial, amenazan la estabilidad y el tejido democrático de la región. El deterioro acelerado de la libertad en El Salvador es profundamente alarmante, puesto que las drásticas reformas electorales inclinan la balanza a favor del partido Nuevas Ideas, lo que prácticamente erradica la probabilidad de que existan procesos electorales justos—tanto en las pasadas elecciones generales del mes pasado como en las próximas elecciones municipales del 3 de marzo. Es igualmente preocupante el aumento de las violaciones de los derechos por parte del presidente Nayib Bukele—como las detenciones arbitrarias de más de 70.000 salvadoreños, amparadas por el estado de emergencia nacional supuestamente decretado para combatir el problema de la violencia pandillera—lo que le ha significado al presidente una enorme popularidad. Venezuela sigue siendo uno de los países que goza de menos libertades en toda la región. La invalidación de los resultados electorales de la oposición en las elecciones primarias y la inhabilitación de candidatos clave reflejan la clara erosión de los derechos políticos y libertades civiles bajo el régimen profundamente represivo del presidente Nicolás Maduro, lo cual ha obligado a más de ocho millones de venezolanos a emigrar de su país en los últimos cinco años. En caso de que se lleven a cabo las elecciones presidenciales del mes de diciembre, lo que está lejos de estar garantizado, el proceso electoral estará marcado por los ataques judiciales contra la candidata de la oposición María Corina Machado y muy probablemente minadas por la desinformación y las amenazas de violencia. En Ecuador, el magnicidio de Fernando Villavicencio - antiguo periodista investigativo convertido en candidato presidencial, quien se atrevió a protestar por la violencia y la corrupción de los carteles de la droga - demuestra la peligrosa convergencia entre la inestabilidad política y el crimen organizado, lo que contribuyó al descenso del puntaje del país, que pasó de ser Libre a Parcialmente Libre en el último informe de Freedom in the World (Libertad en el Mundo). No obstante, hay algunos atisbos de avance en la región. En Brasil, el fallido golpe de estado de enero de 2023 fue rechazado ampliamente por la sociedad brasileña y varias ramas del gobierno han hecho grandes esfuerzos por esclarecer los hechos y hacer rendir cuentas a los posibles golpistas. Guatemala también muestra una imagen mixta: a pesar de los intentos del establecimiento político por menoscabar la elección del candidato reformista Bernardo Arévalo - y de las tentativas de la Fiscal General de la Nación de privar a Arévalo y a su vicepresidente de inmunidad jurídica, suspender el partido de la oposición y declarar inválida la elección - Arévalo se posesionó oficialmente el mes pasado. De los 33 países de Latinoamérica y el Caribe, 20 de ellos todavía están calificados como países Libres, lo que demuestra la resiliencia de los valores democráticos de la región. No obstante, esta resiliencia está amenazada. Los gobiernos democráticos y los organismos internacionales deben hacer un mayor esfuerzo por salvaguardarla. Aquellos que luchan contra la tiranía necesitan apoyo inquebrantable, como el respaldo a los defensores de derechos humanos, activistas en pro de la democracia y periodistas—inclusive los que trabajan desde el exilio— dotándolos de recursos y apoyo político. También es fundamental proteger la inviolabilidad del sufragio. Puesto que en 2024 se llevarán a cabo elecciones importantes en todo el mundo, es imperioso garantizar procesos electorales independientes y transparentes. Asimismo, es imprescindible que los autócratas rindan cuentas por manipulación electoral, abusos contra los derechos humanos y corrupción. Es esencial contar con la colaboración internacional para imponer los castigos a que haya lugar contra aquellos que violan las normas democráticas. Para lograrlo, es ineludible contar con el apoyo a los activistas que luchan por los derechos humanos en el exilio y mantener en el centro de atención a los presos políticos. Como lo subraya el informe de Freedom House, la lucha por la democracia y los derechos humanos es infinita. Los que abogan por la democracia deben unirse, sin divisiones políticas ni territoriales, con el fin de salvaguardar los derechos fundamentales. Solamente aunando esfuerzos se podrán revertir estas tendencias negativas y pavimentar el camino hacia un futuro donde florezcan la libertad, la prosperidad y la seguridad para todos.

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